
El verdugo en el espejo
La oposición cubana se define por negación del régimen, más que por la construcción propia de un horizonte alternativo. Necesita proyectarse no solo como «lo que no es el castrismo», sino como la semilla de una Cuba democrática. Ello implica, entre otras cosas, construir una estética propia del respeto, cultivar prácticas organizativas que no reproduzcan el verticalismo del régimen, y asumir que sin base social no hay proyecto posible.

Fundación, fracturas y lecciones de una República imperfecta
Si no hubo entre 1898 y 1902 una transición violenta ―luego de tres años de breve, pero intensa guerra independentista/civil―, en medio de un país arruinado, insalubre, sin medios económicos, a merced de la migaja extranjera; no tiene por qué haberla en una Cuba actual. Las verdaderas ideas martianas no son las que ampararon a los excesos de 1959, sino las que los impidieron en 1898.

Los pilares para una verdadera transición en Cuba
No se pueden eliminar las cuentas públicas de un borrón, ni puede licenciarse a un ejército de la nada, ni es posible anular «de un golpe» todas las leyes y sacarse de la manga una Constitución y pretender que funcione. Tal secuencia no traería la «restauración de la democracia», sino la extinción del Estado cubano.