Con la cantidad de papel y de saliva que se gastó para elaborar los lineamientos, que luego se actualizaron para el período 2021-2026, era de esperar que ya estaba claro en el 2025 qué hacer y qué no en aras de echar palante lo que lleva un montón de años en marcha atrás. Pero confiemos en que esta vez sí arreglen la cosa.
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El 27 de noviembre de 2020, un grupo de artistas, intelectuales y periodistas independientes protestó frente al Ministerio de Cultura de Cuba, en La Habana. Durante horas, sin violencia, exigieron respuestas tras el brutal desalojo de catorce personas, ocho de ellas en huelga de hambre, de la sede del Movimiento San Isidro (MSI). Fue un gesto insólito en décadas: ciudadanos reclamando, a la vista pública, su «derecho a tener derechos».
¿Qué revela el Programa de Gobierno sobre el rumbo de la economía cubana? ¿Es viable este plan económico o es más de lo mismo? ¿Qué impacto tendrá en la vida de los cubanos? ¿Puede detener el deterioro económico o agudizará la crisis? Los economistas Mauricio De Miranda, Pedro Monreal y Pavel Vidal, en un espacio moderado por José Manuel González Rubines, analizan el nuevo Programa de Gobierno para corregir distorsiones y reimpulsar la economía.
"Un apagón en el país es una condición clarísima de parálisis de todo el sector productivo y del sector de los servicios. (...) Hasta ahora las medidas han sido parches para resolver una situación inmediata y así no se resuelve el problema", asegura el economista Mauricio De Miranda Parrondo, codirector de CubaXCuba - Laboratorio de Pensamiento Cívico.
Sea porque se borran, sea porque redundan (y no dicen nada), la Patria y el Socialismo que nos dibujaron —que nos prometieron— tras la oleada revolucionaria de 1959, cada vez más son solo eso, un vago y triste dibujo, una promesa falaz que yace bajo el peso abrumador de la única certeza: la muerte.
Lo extraordinario en el caso de Alejandro Gil es que, por primera vez en décadas, un defenestrado se niega a asumir la culpa y exige transparencia, desafiando la lógica totalitaria que hasta ahora había garantizado el silencio y la sumisión. Todavía no sabemos cuál será el desenlace, pero sea lo que fuere, las fisuras quedan expuestas.
No son solo 18 directivos de El Toque, somos millones quienes aspiramos a una Cuba próspera, plural y democrática, millones que sabemos que el futuro no se forja silenciando voces, sino escuchándolas. Nuestro respaldo es un compromiso con el derecho de todos a pensar el país que queremos sin pedir permiso a ningún poder.
El sistema de represión política en Cuba no distingue entre lo pacífico y lo violento, ni entre juventud y experiencia. Tampoco importa si el gesto fue legal o marginal o si la crítica fue injuriosa o decente. No respeta edad, sexo, raza, nivel cultural, ni origen territorial. Se trata de una maquinaria diseñada por etapas, que va escalando en el uso de la fuerza, la violencia, el abuso y la gravedad de los delitos que se cometen, y que opera al margen de la ley.
El proyecto de homogeneizar a la totalidad de los ciudadanos bajo el rubro de «revolucionario» o «comunista», sin considerar la natural variedad de modos de ser de los humanos y, sobre todo, prescindiendo de que estos pudieran formar parte normal de nuestra existencia socio-política, lesionó en gran medida el desempeño ecuánime y benéfico de nuestra sociedad.
La frase del guionista británico-estadounidense Jonathan Nolan: «O mueres como un héroe, o vives lo suficiente para convertirte en villano», retrata a Fidel Castro. No murió cuando fue héroe, decidió ser artífice y conductor de un proceso que convirtió en cómplices ―activos o pasivos― a millones. La represión y la muerte echan por tierra cualquier invocación positiva, porque pisotean la dignidad humana que José Martí soñó como ley primera para nuestra República.
En poco más de seis meses, las libertades civiles habían quedado coartadas y los derechos económicos de la ciudadanía se encontraban legalmente a expensas de las necesidades del Estado. La Revolución hablaba por voz de Fidel Castro, ejecutaba sus órdenes y estaba al servicio de sus necesidades.
La historia de la enseñanza filosófica en Cuba entre 1959 y 2025, es la de un pensamiento que fue traicionado por su propia promesa. Lo que pudo ser una escuela de emancipación se convirtió en una fábrica de certezas. En lugar de formar ciudadanos reflexivos, se formaron creyentes políticos. En lugar de enseñar a pensar, se enseñó a repetir.
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Del mismo modo que muchos ciudadanos del Reich optaron por no ver las cenizas que caían sobre los vidrios de sus ventanas, o fingieron no escuchar el sonido de los trenes que regresaban vacíos de los campos de exterminio, la indiferencia hacia la suerte de los presos políticos cubanos está lejos de ser un gesto neutro. Es, por el contrario, una forma de colaboración pasiva con el engranaje que los priva de libertad.