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El caso fabricado por la Fiscalía cubana contra las ciudadanas e intelectuales Alina Bárbara López Hernández y Jenny Pantoja Torres es un acto claro de criminalización del disenso, que confirma —una vez más— la voluntad represiva del régimen cubano y su total desprecio por los derechos humanos. Ante tal acto, a los cubanos de bien les recordamos: callar es permitir y permitir es ser cómplices.
La oposición cubana se define por negación del régimen, más que por la construcción propia de un horizonte alternativo. Necesita proyectarse no solo como «lo que no es el castrismo», sino como la semilla de una Cuba democrática. Ello implica, entre otras cosas, construir una estética propia del respeto, cultivar prácticas organizativas que no reproduzcan el verticalismo del régimen, y asumir que sin base social no hay proyecto posible.
Mientras persiguen a ciudadanos comunes, permiten que redes de supermercados en línea y empresas con dueños privilegiados operen Starlink con libertad. Un doble rasero que delata no solo hipocresía, sino también temor. El acceso autónomo a la nube les erosiona el monopolio informacional y por eso reaccionan con violencia administrativa.
Pienso en Pepe Mujica, que dijo adiós hace unos días, casi al cumplir los noventa años y dejando tras de sí una estela conmovedora, y no puedo evitar la pena por mi Isla, ese rasguño de tierra en el Mar Caribe que lo inspiró en su etapa de guerrillero. Ay, San Pepe de la Chacra, si por un toque divino, de revolucionario auténtico, pudieras enseñar a nuestros burócratas gobernantes el lenguaje de las hormigas.
¿Es posible materializar el sueño martiano? ¿Qué la palabra honesta y la posibilidad de pensar y decir diferentes no sean realidades excluyentes, sino la praxis de nuestra sociedad? Hoy no lo parece. Para que en Cuba renazca la esperanza, debemos despertar como ciudadanos.
Si no hubo entre 1898 y 1902 una transición violenta ―luego de tres años de breve, pero intensa guerra independentista/civil―, en medio de un país arruinado, insalubre, sin medios económicos, a merced de la migaja extranjera; no tiene por qué haberla en una Cuba actual. Las verdaderas ideas martianas no son las que ampararon a los excesos de 1959, sino las que los impidieron en 1898.

¿Qué sería de los cubanos sin el humor inteligente? Por eso, para que no nos falte la sonrisa de fin de semana, acogemos Cuentos de nuestro Era, una columna medio en broma, medio en serio, de la autoría del escritor y humorista Jorge Fernández Era y con ilustración de Wimar Verdecia.
Los latifundios ideológicos no necesariamente son obra del capitalismo. También los hay socialistas, como el propio Cubadebate. Si Céspedes se empata con Fernando Buen Abad, se alza antes del 10 de Octubre y declara abolida la semántica.
Asere, yo sé que la Liga Élite de Béisbol no da ni para tirar tacos; que gracias a los apagones el concierto de Frank Delgado en el Chaplin fue solo una quimera del oro; y que hasta que Gil no cumpla su presunta condena no será analizada la conveniencia de informarnos qué vandalismo se trajo entre manos. Pero ¿de veras no hay temas suficientes como para tener que «conversar sobre socialismo en clave cubana»?
¡Un cambio brusco en la marcha de las cosas es lo que le hace falta a este país, chico! ¡Cómo puede hablar el periódico de que ese ser inerte, frío, con «voz neutra sin emociones», tan alejado de nuestra idiosincrasia, pueda sustituir al personal docente!
No habrá transporte para dirigirnos al centro de trabajo o para desconectar del tedio que significa asistir al trabajo, pero sí para asegurar marchas, mítines y actos en apoyo a pueblos que solo están un tin peor que nosotros.
La Revolución la realizó el pueblo pensando en que el objetivo era mejorar sus condiciones de vida; en consecuencia, es inadmisible que se viva mucho peor bajo ella. Luego, no es el pueblo el que debe agradecer a cualquier precio a una estructura política denominada demagógicamente «Revolución», pues ha sido el pueblo el ejecutor de las transformaciones entendidas como revolucionarias, a la vez que ha sido el paciente sujeto de todas las vicisitudes y penurias.