La rebelión cívica nacional del 11 de julio: Antes, durante y ahora

Si algo se puede afirmar con certeza sobre las acciones cívicas del 11 y 12 de julio de 2021, es que marcaron una línea divisoria en la manera de hacer activismo en Cuba, y constituyeron lo que muchos dan en llamar «un parteaguas».  Resulta de gran utilidad, en el cuarto aniversario de esa auténtica rebelión cívica nacional, analizar las tres historias que conformaron este suceso, sin precedentes no solo en la lucha contra el castrismo, sino en la Historia de Cuba en general. Nunca antes se había producido un alzamiento noviolento a nivel nacional, con masiva participación ciudadana. Recalco el carácter de noviolento para diferenciarlo de otras luchas armadas, pero ni siquiera estas produjeron un evento con las características del acontecido en 2021. De forma simultánea, articulado en tiempo casi real, propulsado por técnicas de comunicación modernas.

Antes

Lo ocurrido fue resultado de una serie de procesos cuyos efectos se fueron acumulando hasta eclosionar ese día. El acuartelamiento de San Isidro, el plantón del 27N frente al Ministerio de Cultura. Estos antecedentes no fueron solo concernientes al ámbito de los derechos humanos u oposición política, sino también a situaciones específicas que conmovieron la opinión pública nacional e involucraron a personas no militantes en acciones de desafío público. La muerte de tres niñas por un derrumbe en La Habana Vieja, los vecinos cerrando calles en demanda de servicios básicos como agua, electricidad y reparación de las vías públicas. Estos reclamos se fueron incubando hasta hacer erupción, como un volcán que arrastró a miles de personas en una corriente que se extendió por toda la Isla.

 Si bien puede hablarse de un estallido social, la realidad es que las protestas se replicaron en todo el país por una conjunción de acciones conscientes, aunque no planificadas previamente. De manera espontánea, la gente salió a las calles y documentó cada detalle de las acciones. El caldo de cultivo sigue aún presente, hirviendo, y se traduce constantemente en nuevas acciones. El hartazgo progresivo de la ciudadanía por la falta de soluciones a sus problemas más acuciantes, y sobre todo, la falta de voluntad y hasta el desprecio de los gobernantes hacia sus necesidades básicas, allanaron el terreno hacia la sublevación noviolenta.

Durante

La decisión de replicar los videos a través de las redes sociales, con llamados a la gente a sumarse a lo que había comenzado en San Antonio de los Baños, se tradujo en la movilización física de gran número de personas, algo inusitado hasta ese momento en el accionar del activismo en Cuba. El acto de oposición pasó de ser un ejercicio discursivo, en muchos casos de élite, a convertirse en un ejercicio práctico de ciudadanos comunes, con una  agenda expresada de forma clara y contundente: «corriente, comida, libertad». Esta conjunción de demandas sobre necesidades básicas y postulados elementales de derechos humanos, ha sido una característica común de todos los movimientos exitosos de cualquier naturaleza. Este día tomó forma concreta a través de la Isla.

El primero en reconocer esa realidad fue el gobierno, y ello salta la vista al analizar sus patrones de represión contra un fenómeno para el cual evidentemente no estaban preparados, a pesar de la narrativa oficialista, y lamentablemente en muchos casos del lado de la propia oposición, que se empeña en proyectar la idea de un régimen preparado para cualquier contingencia. Esto no es verdad. La marea popular rebasó las primeras líneas de defensa del sistema: las organizaciones políticas y de masas. Ninguno de los videos que plagaron las redes sociales muestra a los CDR, la FMC o la UJC realizando contramanifestaciones cuando la gente inundó las calles de las principales ciudades y poblados del país. Por el contrario, en muchos se observa a policías, oficiales y hasta carros patrulleros echándose a un lado para dejar pasar a los manifestantes, en algunos casos con temor en el rostro ante el impresionante despliegue de poder ciudadano. La segunda línea de defensa, los cuerpos policiales, también fue rebasada por el empuje de la multitud.

Entonces se recurrió a cuerpos especializados, boinas negras y tropas especiales del MININT. La técnica más utilizada por estos órganos represivos fue la conocida mundialmente como «tetera» o «cafetera» (kettle), consistente en atacar violentamente a personas en los flancos de las líneas con el fin de extraerlas de las mismas y, de esta manera, quitar gradualmente presión a la columna de manifestantes. Es una táctica compartida por regímenes represores en todas partes del mundo, sea cual fuere su supuesta orientación ideológica o política.

Después de eso ―cuando las calles se calmaron―, vino la represión selectiva, enfocada en los jóvenes youtubers o que hubieran replicado algún video de protestas el 11, 12 y 13 de julio. La dictadura sabe perfectamente quien o qué la derrotó esos días, y obró en consecuencia.

Pero hay una realidad incuestionable, y hasta medible. Según cálculos de diferentes ONGs, en los días de protestas participaron aproximadamente más de 100,000 personas. De acuerdo al tercer informe anual «Otro año sin justicia», correspondiente a 2024, la ONG Justicia 11J dio a conocer que 1,586 personas (aproximadamente un 1,5-2% de los manifestantes) fueron detenidas, de las cuales 554 (el 35%), continuaban en prisión en noviembre de 2024, fecha en que se dio a conocer el reporte. Como coreaban los manifestantes a voz en cuello: «Cuba no cabe en 100 y Aldabó». Ni en Villa Marista, ni en el Combinado de Guantánamo.

El poder en números sobrepasó la capacidad represiva en términos reales. Cuando miles de personas marcharon juntas en todo el país, por voluntad propia, fueron capaces de reconocerse las unas a las otras, y ello rompió los esquemas de aislamiento que intenta inducir el régimen para limitar la capacidad de respuesta de la gente, incluso antes de que puedan concebirla, bajo el falso supuesto de que están solos y nadie los va a acompañar. Miles de personas que protestaron aún están en la Isla, y son veteranos curtidos en esas lides. La experiencia cuenta.

Ahora

El carácter social, según Erich Fromm, es el conjunto de actitudes compartidas y aceptadas por la mayoría de las personas dentro de una sociedad específica, ya sea por conveniencia, miedo, indiferencia, o por la percepción de que no hay nada que se pueda hacer. Esto cambió definitivamente en Cuba a partir del 11J. La sociedad cubana se encuentra en plena ebullición, con una gran cantidad de conflictos emergentes que cada vez se expresan de forma más abierta y organizada. Desde las madres okupa hasta la masonería, la gente no se resigna a aceptar la injusticia como un hecho consumado, y más aún, se lanza por todos los medios a su alcance a la tarea de procurar remedios para las situaciones que le aquejan.

El sistema, que ya había perdido la batalla de la representación simbólica de la nacionalidad, perdió de forma definitiva la de su predominio sobre la vida cotidiana. Simular fidelidad al sistema, que poco a poco estaba dejando de ser conveniente, pasó definitivamente a ni siquiera ser aceptable. De golpe y porrazo cayeron todas las caretas. Hasta la de algunos fuera de Cuba que, para en muchos casos justificar su inactividad o inefectividad, repetían incesantemente que no veían al pueblo cubano protestando en masa contra la dictadura. Muchas voces se alzaron, y muchas otras enmudecieron ese día.

Aquí reside la transformación fundamental provocada por los días de aquel verano que estremecieron a Cuba. Cada día más y más personas pasan de la zona de indiferencia a la zona de participación activa; entre tanto, del lado del régimen, más y más transitan de la zona de militancia a la zona de deserción. Es una dinámica destructiva para las filas del castrismo y extraordinariamente constructiva para las filas de las fuerzas pro democracia, que cada vez se reconocen a sí mismas, y se muestran capaces de transitar de la búsqueda de ser más relevantes, al trabajo para ser más efectivos.

¿Qué queda entonces? Repensar las estrategias y recrear los escenarios, para capitalizar sobre la enorme cantidad de lecciones valiosas que se desprenden, de forma tal que lejos de sorprendernos por un nuevo 11J, seamos capaces de enrumbarlo de forma efectiva si se produjera de nuevo, como todo parece indicar. Hay un fantasma que recorre la Isla, y es el de la construcción de una identidad alternativa al castrismo, con carácter nacional y popular. El 11J cayeron los mitos y se comenzaron a construir nuevas realidades.

No hagamos de este aniversario uno de esos recordatorios puramente simbólicos. Aprovechemos la ocasión para meditar sobre qué, cómo, cuándo y dónde, hacer que se repita. De cualquier manera posible. Es nuestro derecho, y también un ferviente deseo de muchos de nosotros.

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Imagen principal: Sasha Durán / CXC.

Omar López Montenegro

Fundador del Movimiento Pro Derechos Humanos en Cuba y presidente del Centro Latinoamericano para la Noviolencia.

https://www.facebook.com/omar.lopez.montenegro
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El estallido social del 11 de julio y la persistencia de la memoria