Sin sentido
—Definitivamente, Fernando Buen Abad se ha convertido en el filósofo de la continuidad.
—¿Continúa escribiendo?
—Me refiero a la continuidad cubana. Cuando uno lee «La disputa por el sentido. Medios, modos y relaciones de producción» se pregunta qué sentido tiene disputarse nada menos que veinte cuartillas de Cubadebate teniendo medios, modos y relaciones para publicar esa cosa en su natal México.
—El pobre, hay que dejar que se desarrolle en Cuba. Posiblemente esa sea una «tesis» que, al trasladarla a nuestros generosas y siempre hospitalarias plataformas mediáticas, le faltó algo de «síntesis». Me muero por saber de qué se trata.
—Leyó tu pensamiento. Abre su disertación con la siguiente frase: «Se trata de una lucha endógena y exógena, no atomista, sobre un problema complejo, pero preciso».
—Si había diez personas dispuestos a tragarse su jerga, con ese empezar solo quedaste tú.
—Me acordé del General de Ejército y me dije: «Sí se puede». Gracias a mi constancia pude leer en el párrafo introductorio que la disputa «incluye las expresiones del sentido desde el imaginario cotidiano más profundo, en los campos del descanso socialmente necesario, hasta en la interacción de lo objetivo y lo subjetivo en el modelo económico dominante, en la producción social del conocimiento, las relaciones sociales entendidas como política etc».
—Ahí te tomaste un descanso necesario.
—Eso de «política etcétera», así, sin coma intermedia, me resultó un modo muy original de referirse al modo de actuar de Canel, que es una enumeración de acciones que no son acciones ni llevan a ninguna parte. Sin proponérselo, alude a él cuando se refiere a que «cualquier inútil, sin base social ni electoral legitimada, puede llegar a las cumbres de la fama mediática inflada con los artificios de fake industry».
—La continuidad tiene que ser continua.
—Como la del propio Fernando «Buen Aval», que es como debiera citarse. Mira que decir un poco más adelante: «Pudiéramos coincidir en el combate a los latifundios ideológicos con que el capitalismo ha construido sus semiósferas hegemónicas y especializar nuestras preocupaciones, y ocupaciones, para consolidar un movimiento global de abolición de la esclavitud semántica».
—Los latifundios ideológicos no necesariamente son obra del capitalismo. También los hay socialistas, como el propio Cubadebate. Si Céspedes se empata con Fernando, se alza antes del 10 de Octubre y declara abolida la semántica.
—Y manda a cortar caña a un tipo que, ojalá y autocríticamente, se refiere a «secreción de elixires embriagantes impregnados como creencia o fetiche que aparecen como fenómenos intelectuales propios», «filantropismos limosneros, reformismos academicistas y demás cháchara erudita, edulcorada con palabrería cientificista», «como si se tratara de ínsulas donde habitan académicos que se sienten reyes y petulantes, que se sienten seres supremos con propiedad exclusiva de las mejores ideas». Sería «una oportunidad magnífica de lucha contra el burocratismo semiótico».
—Dudo que en la zafra logre más que con esos escritos petulantes de ser supremo.
—Cualquiera creería que se mete con Raúl cuando habla de «Política del desentendimiento, la indiferencia, la abulia y el abandono de toda responsabilidad social a cambio de designar, de la manera más aséptica posible, líderes con imagen limpia para el trabajo sucio de garantizar y ampliar los beneficios de los poderes reales».
—¡Como hablan del trabajo limpio!, ese que la Constitución refrenda como «derecho y deber social». En uno de sus acápites establece que «el trabajo remunerado debe ser la fuente principal de ingresos que sustenta condiciones de vida dignas, permite elevar el bienestar material y espiritual y la realización de los proyectos individuales, colectivos y sociales», cuando en la práctica ni es remunerado ni es la fuente principal de ingresos.
—«No hay emancipación posible de la especie humana mientras no existan condiciones iguales para asegurarse, plena y suficientemente, comida, bebida, vivienda y vestido con calidad y cantidad suficientes en la cabeza, en la panza y en el corazón».
—Por dicha definición, el presidente debía importar a semejante catedrático. Ya lo hizo con Frei Betto, quien nos enseñó a sembrar, cosechar y consumir alimentos que nunca hemos llegado a tener ni en la panza ni el corazón. Con Buen Abad lograría apuntalar esa obsesión de achacarles a los demás la abulia, la desidia y la inercia, como si el Gobierno no fuera el principal responsable de esa triada.
—Como consolación puede servirte que Díaz-Canel acaba de plantear en Consolación del Sur que «Los tiempos duros se superan trabajando».
—En cualquier momento le da un espaldarazo a Engels y escribe la segunda parte del ensayo «El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre».
—Saldría entonces Fernando Buen Abad a hablarnos de «simiótica».
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Caricatura: Wimar Verdecia / CXC.