Para los excluidos, el horizonte es la democracia
Hasta ahora, como dijera Natalia Ginzburg, «conocemos bien nuestra cobardía y bastante mal nuestro valor». Para un movimiento de los excluidos en Cuba, el diálogo para conquistar la igualdad es inevitablemente político, pero nuestro horizonte es la democracia. Solo así obtendremos el respeto que merecemos como ciudadanos y dejaremos de recibir el escaso y duro pan de los súbditos, el desprecio. Nosotros podemos lograrlo.
Sobremesa sin plato fuerte
En Cuba, la tríada perfecta del poder radica en precisar: quiénes usufructúan la propiedad estatal y cómo lo hacen; de que modo funciona la estructura política del Estado, y cuán permeable a la voluntad ciudadana es el sistema electoral. Pero para abordar esos temas, habría que abandonar la ligereza y el desparpajo que caracterizan a La Sobremesa.
El pensamiento político de la decencia
El pensamiento democrático cubano tiene que existir en contraposición con la criatura anodina, obediente, simplona y feroz a la que mutó el pensamiento político en su relación periférica y difícil ―angustiosa si se quiere, pero también venal― con el poder sin límites, cuando dejó de hacer lo primero y más importante que necesitábamos en Cuba: pensar.
Alerta: no dejarnos confundir
Lo que sucede en Cuba se trata de un conflicto en el que se defiende o denigra a la nación cubana, porque como siempre ha sucedido en la historia, los grandes beneficiarios no tienen patria, sino intereses, que radican en cualquier lugar donde estén a salvo sus bolsillos y sus vientres.
Por qué salir del bucle del subdesarrollo político en Cuba
La configuración de un potente y cerrado dispositivo legal e institucional que desactivaba y tornaba inaccesibles e inocuos los derechos, libertades y garantías reconocidos constitucionalmente, fue apenas un boceto que sugería a la perfección el perfil final del modelo de poder: su forma de Estado Despótico de Derecho.
El modelo de poder de la exclusión y el subdesarrollo político en Cuba
El modelo de poder instaurado y gestionado en Cuba está destruyendo, en su decadencia y en la tremenda complejidad de sus contradicciones, a un modelo de sociedad, a sus concreciones y éxitos más notables.