"La crisis cubana es multidimensional. No solo es económica: también es social, política e institucional", afirma el economista Mauricio De Miranda Parrondo, quien conduce este espacio de análisis sobre los principales desafíos económicos que enfrenta la Isla. Junto a él, dialogan dos reconocidos expertos y autores de CXC: Omar Everleny Pérez Villanueva y Miguel Alejandro Hayes.
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El 11 de julio lo dejaron claro. Cuba pidió, simplemente, respirar. Al salir a la calle y gritar su malestar, la respuesta fue: «Siempre es 26». Es ahora una frase vacía. Un tiempo que se repite. Una herida que abre en lugar de sanar. La historia no es así; ni eterna ni única. Los pueblos necesitan narrativas abiertas, días nuevos, otras fechas. El pueblo cubano merece un futuro. Uno donde las fechas no inmovilicen. Si «Siempre es 26», entonces nunca será 27. Y sin un 27, sin que el tiempo vuelva a transcurrir, Cuba no tiene futuro.
Una parte de la oposición cubana ha abogado por un enfoque legalista para promover cambios políticos en la Isla. Dicha estrategia busca aprovechar los mecanismos contemplados en las leyes con la esperanza de abrir espacios democráticos. Sin embargo, la evidencia acumulada mediante la práctica sugiere que confiar exclusivamente en ese camino es, a estas alturas, una propuesta trasnochada por ineficaz. El régimen hace la ley… y la manipula a su antojo.
El pasado 18 de julio, la generación 30 (G-30) de egresados de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (EICTV), hizo pública la censura que sufrieron sus ejercicios de tesis por parte de diferentes instancias vinculadas al Ministerio de Cultura (MINCULT) con la complicidad de funcionarios y parte del claustro del centro.
Lo que sucede en Cuba se trata de un conflicto en el que se defiende o denigra a la nación cubana, porque como siempre ha sucedido en la historia, los grandes beneficiarios no tienen patria, sino intereses, que radican en cualquier lugar donde estén a salvo sus bolsillos y sus vientres.
El sistema pierde por días las garras sobre la sociedad, que cada día se hará más autónoma y transnacional. Liderar no es mandar, es liberar. Y Cuba necesita menos cuadros y más puentes. Cuba se puede reconstruir, pero no desde la geometría torcida del miedo. Sino desde la arquitectura íntegra de la esperanza.
Las personas sin hogar en Cuba, como seguramente en cualquier otro sitio, no están en esa situación por elección. Son el resultado de una cadena de factores: pobreza estructural, políticas públicas fallidas o inexistentes, eufemismos que desdibujan, criminalización de la vulnerabilidad. El uso de expresiones como «conducta deambulante» maquilla el problema.

¿Qué sería de los cubanos sin el humor inteligente? Por eso, para que no nos falte la sonrisa de fin de semana, acogemos Cuentos de nuestro Era, una columna medio en broma, medio en serio, de la autoría del escritor y humorista Jorge Fernández Era y con ilustración de Wimar Verdecia.
—¿Estuviste al tanto de los llamados que hubo en junio a declarar la independencia y dar paso a una república autónoma de libre comercio en la Isla de Pinos?
—De la Juventud.
—No hubo alusión a la edad de quienes abogaron por ello.
Miguel Díaz-Canel rinde cuentas a Raúl. Y Raúl… A nadie. El ciclo se cierra cuando el presidente de la UPEC, cuyos afiliados son quienes están obligados a cuestionarlos, los aplaude y los glorifica. A eso debe referirse con lo del «nuevo modelo de prensa»: un modelo que no lo haga «prensar» mucho.
Muy importante que se cree, como anunció el presidente de la asociación, el Observatorio Cubano de las Ciencias Económicas, a ver si mejoran los pronósticos y se reducen los daños que le dejan al país las perturbaciones económicas producidas por las medidas del Gobierno.
La transformación estructural de la Isla tiene que ser muy profunda para que una economía pase de ser la principal exportadora de azúcar a depender de la importación para no cubrir ni la décima parte de la demanda. Ello demuestra la «amplia gama de políticas que promueven una singular metamorfosis de toda la sociedad». Ni Kafka lo logró mejor.
Cuando, finalmente, un régimen autoritario termina; cuando una guerra civil concluye; cuando un Estado totalitario colapsa… ¿es acaso el fin de los males sociales? Las visiones simplistas afirman que sí, pero la realidad ha demostrado ser más compleja. Una sociedad dividida por la violencia o la opresión, no responde a una visión simplista en la que un conjunto de personas «malas» oprimen a las «buenas»; habla de que el solo hecho de que una sociedad nociva haya emergido y sobrevivido durante determinada cantidad de tiempo, indica que se trata de una sociedad donde la enfermedad ya se encontraba enraizada.