El rastro cómplice de la censura: ley mordaza a la Generación 30 de la EICTV
Las denuncias de censura en Cuba son un acto cotidiano dentro de nuestro ecosistema creativo. Innumerables artistas e investigadores han probado la eficiencia de los empeños de la policía cultural por detener narrativas críticas que surgen bajo el paraguas de las instituciones. Es notable el modo impune con que las diferentes instancias represivas se desplazan por cada rincón de la Isla, así como la complicidad, muchas veces solapada, con que se le colabora al poder y su embestida autoritaria.
El pasado 18 de julio, la generación 30 (G-30) de egresados de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (EICTV), hizo pública la censura que sufrieron sus ejercicios de tesis por parte de diferentes instancias vinculadas al Ministerio de Cultura (MINCULT) con la complicidad de funcionarios y parte del claustro del centro. El acto se concretó luego de que se impidiera la proyección de las películas, pactada para el día 12 de julio en el Cine Acapulco, en un claro empeño por silenciar materiales que hurgan en zonas prohibidas por el aparato burocrático del régimen.
Egresados de la cátedra de la Cátedra Documental durante la graduación de la G30 de la EICTV.
La denuncia fue clara: los filmes no se proyectaron y nunca hubo una explicación convincente que pusiera luz sobre lo acontecido. Tampoco existió interés por buscar vías de solución u otros espacios. El comunicado que publicaron en redes sociales varios de los egresados de la G-30, rechaza la arbitrariedad y la falta de transparencia en un centro que reconocen se fundó para atesorar la libertad creativa que situaciones de este tipo vulnera. Tal censura, expresaron, no tenía precedentes en la historia de la institución, lo que es también sintomático del aumento de la arbitrariedad en nuestro país.
La censura blanda como forma de represión solapada
El acuerdo de proyectar en el Acapulco se concertó con meses de antelación y en días previos se comprobó el buen funcionamiento del cine que hacía posible la exhibición de las películas. Sin embargo, el 12 de julio, al llegar las guaguas de la EICTV al Acapulco, se les informó a los estudiantes de una supuesta rotura en los equipos de proyección que impedían la efectividad del evento, además de que no estaba expuesta en ningún área del lugar alguna promoción que indicara que ahí se realizaría la muestra. Esto generó molestia instantánea, ya que se hicieron convocatorias en redes sociales y cada estudiante quería ver su obra en pantalla grande.
Funcionaria del Cine Acapulco coloca un anuncio en la puerta del cine para justificar la cancelación de las proyecciones de las tesis de graduación de la EICTV.
El descontento se generalizó en medio de las sospechas de sabotaje. Se evidenció la poca atención que las autoridades y personas con cargo jerárquico de la EICTV le concedieron al problema, quienes delegaron sus responsabilidades en el personal de producción y técnicos. Estos fueron obligados a improvisar con penosos malabarismos para así revertir de algún modo la situación. A partir de ahí, se generó un debate con el objetivo de ofrecer soluciones inmediatas, como la búsqueda de un proyector o el traslado a otro cine del circuito de 23. Para cada propuesta hubo una justificación burda y un nuevo problema, mientras varias personas que asistieron al evento permanecían al sol junto a los estudiantes sin la posibilidad de, como mínimo, entrar al cine.
Luego de mucho tiempo de espera, se propuso la idea de realizar el evento en un espacio alternativo bastante céntrico, lo cual fue convenientemente ignorado por los funcionarios de la EICTV, que enseguida sugirieron que el mejor lugar para hacerlo sería una casa de protocolo que tiene la institución en Primera y 188, sitio de dificilísimo acceso, a varios kilómetros del lugar original y donde la proyección de las películas ya no estaría al alcance de cualquier persona interesada. Esos funcionarios, aprovechando el cansancio de los estudiantes, entre el calor y las secuelas del viaje, argumentaron que su propuesta era la mejor ya que la casa de protocolo dispone de una playita donde podían refrescarse. La idea lejos de ser debatida, se impuso, y el sitio cambió a uno de los extremos de la ciudad.
Estudiantes, familiares y público de La Habana esperando fuera del Cine Acapulco por la proyecciones de las películas de tesis de la EICTV.
Una vez en el lugar, aparecieron nuevos problemas: no había proyector, no se disponía del espacio suficiente y había mucha claridad para hacer una puesta. El proyector apareció unas horas más tarde, previa autorización de la dirección de la escuela a que se alquilara uno junto a una pantalla. Pero la excusa de la claridad lograría extender la espera al menos hasta las 8:00 p.m., seis horas después de lo acordado. Al mismo tiempo, en la casa de protocolo estaba activo un puesto de venta con cerveza, almuerzo y picaderas, además de la playa. Se organizó una fiesta vespertina a la orilla del mar con alcohol y música, que aliviaría las tensiones y haría olvidar que no se estaba realizando la exhibición.
Pasadas las nueve de la noche supuestamente iniciarían las proyecciones, pero, para sorpresa de nadie, algo pasó, algo andaba mal y no se lograba proyectar. Comenzaron nuevamente problemas inexplicables y otros plazos para el arranque. Así pasaron las diez de la noche, incluso más tarde, pero sin soluciones. En cambio, llegaron dos guaguas, una con rumbo a San Antonio, la otra hasta La Habana Vieja. Cada quien tuvo que irse y la tan esperada exhibición nunca se hizo.
El pánico castrista al 11J como catalizador de la censura
El pasado 11 de julio fue el acto de graduación de la generación 30 de la EICTV y el estudiantado no lo pasó por alto. Al momento de recoger sus títulos, estudiantes de distintas cátedras y nacionalidades, recordaron con pasión la fecha, mientras pedían libertades para Cuba y le entregaban gratitud al pueblo de San Antonio, motor de las protestas de hace cuatro años. Se habló con firmeza, sin miedo y con orgullo de graduarse en un día como ese. Por supuesto, eso no causó ningún tipo de placer en el funcionariado censor que tanto abunda en nuestra Isla.
Acto de graduación de la G30 de la EICTV, durante la noche del 11 de Julio de 2025.
Tal muestra de irreverencia estudiantil ante la tibieza institucional respecto a una fecha como esa, significó una evidente amenaza para los deseos de control que el aparato cultural impone y al que el funcionariado de la EICTV responde. Asimismo, la presencia de la película «Escrito sobre un cuerpo», del director boliviano Esteban Prudencio —que explora desde distintos ángulos la dinámica político/social posterior al estallido del 11J— tampoco ofrecía comodidad a los organismos de arbitraje en una posible proyección pública de los materiales.
«Escrito sobre un cuerpo» fue uno de los ejercicios de tesis de la G-30 de la EICTV que debió proyectarse en el cine Acapulco. La película es un ensayo audiovisual que representa una suerte de continuidad discursiva del ciclo de protestas populares que comenzó el 11 de julio del 2021, y propone un territorio horizontal y democrático en búsqueda de un bien indispensable: el derecho a la palabra.
La obra construye ese espacio desde lecturas que voces de distinto tipo realizan más allá de las circunstancias, y denuncian opresiones sistémicas enraizadas en el universo cubano, que es el foco de interés. Esto, que marca prácticamente el inicio de la ruta creativa hacia el filme, generó malestar en los árbitros de la institución, por lo que intentaron con ahínco cambiar el rumbo de la obra.
Still de «Escrito sobre un cuerpo»: Actual fachada de la que fue la sede del Movimiento San Isidro, en Habana Vieja.
En no pocas ocasiones parte del claustro de la EICTV le insinuó a Esteban lo peligroso de establecer una visión crítica respecto al aparato de poder de la Isla e intentó persuadirlo, al punto de usar para ello trucos emocionales con el fin de que desistiera. Se le expuso la posibilidad de que órganos represivos, como el Departamento de Seguridad del Estado intervinieran y cancelaran el proceso, o que se tomaran posibles represalias contra personas cubanas que fueron parte del equipo de realización.
También, le exigieron que gente involucrada en el activismo, y parte de la izquierda opositora al régimen, como Alexander Hall y yo, fuéramos descartados de entre los participantes, ya que resultaría problemática nuestra presencia en la película. Por supuesto, Esteban no cedió, y además de nosotros, contó con otros tantos rostros del activismo antirracista, sexo disidente y feminista, así como con la voz de Duannis León Taboada, preso político del 11J que cumple injusta condena y que desde el pasado día 18 de julio se encuentra en huelga de hambre y sed en la prisión Combinado del Este.
Still de «Escrito sobre un cuerpo»: Alexander Hall Lujardo lee un fragmento del libro «Cuba 11J», en la terraza de un edificio de Cayo Hueso.
Durante los meses de pre-producción, diferentes instancias generaron tensiones alrededor de la película y del propio Esteban, entorpeciendo los procesos mientras insistían a toda costa en que el proyecto fracasara. Utilizaron diferentes métodos como escarnios y críticas tecnicistas poco fundamentadas, con el objetivo de impedir que la realización del filme se pudiera concretar. Trataron siempre de no hacer una censura explícita, por eso apelaron a generar esa atmósfera para que el equipo desistiera por agotamiento o tensiones.
El día de la exposición de los ejercicios finales, la película fue acogida con mucha estima por buena parte del estudiantado de la EICTV, principalmente el cubano, que felicitó y agradeció al equipo de realización y a Esteban por tener el coraje y la sensibilidad de tratar en su obra un tema tan especial para nuestro pueblo. Sin embargo, no faltaron voces hostiles en la búsqueda por desestimar el trabajo con argumentos encartonados y macarrónicos. Solo un profesor, de la cátedra de humanidades, tomó la palabra en defensa de la película, a la que le otorgó mucha importancia y resaltó lo destacada que sería su proyección en La Habana.
Still de «Escrito sobre un cuerpo»: Carmen González Chacón recita su poema «Palo Monte» en las ruinas del antiguo ingenio Taoro.
El día 12 en el Acapulco y en medio del clima exaltado que se vivía, otro profesor de la escuela se acercó a Esteban para confirmarle lo que era más que evidente: ningún equipo estaba roto en el cine, pero la proyección no se realizaría de ninguna forma. A eso, le añadió un tópico lamentable de la Cuba castrista: «ustedes solos se mataron». Aludía al tema central de «Escrito sobre un cuerpo» y a una publicación que hice desde mis perfiles en redes sociales anunciando la proyección de la película donde fui partícipe en varios procesos.
Esa postura tomaron otras personas del claustro e incluso algunas ajenas a la institución y a las obras, quienes bajo el argumento de que la censura fue consecuencia de una publicación en redes sociales y de una película crítica, arrojaron sobre «Escrito sobre un cuerpo» y mis palabras, el peso de una supuesta culpa en un intento irresponsable de revictimización. De esta forma, restaron protagonismo al aparato censor que controla las dinámicas culturales y creativas en Cuba respecto a la mordaza que se le impuso a la G-30.
Still de «Escrito sobre un cuerpo»: Interior del tren SAB—La Habana.
Injuria, revictimización y la complicidad indirecta con la censura
Que una institución de prestigio como la EICTV ceda ante las presiones de instancias de poder para sabotear un evento que es tradición para la escuela y es clave para mostrar el resultado de la formación integral de los egresados, demuestra la poca autonomía y libertad de acción de un centro claramente sometido a los dictados gubernamentales. Asimismo, que profesores —quienes también son artistas— sirvan de sostén a la narrativa de la supuesta «peligrosidad» de obras críticas y que se hagan eco de una infamia de tal magnitud, solo sirve al lavado de imagen del régimen y sus cómplices.
Exigirle silencio a los estudiantes bajo el pretexto de que dañan a la escuela con un posicionamiento de denuncia o una lectura crítica de las obras, es restringir la libre expresión en un contexto que se dice horizontal. Así también apelar a que las películas se hacen con fondos de la institución —como se les obliga a reconocer a los educandos— y con el apoyo del resto de instancias vinculadas al MINCULT, es obviar a conveniencia la obligatoriedad para el centro de abrir sus puertas y beneficios a cubanos tanto como las altas cuotas económicas que pagan por semestre la mayoría de estudiantes extranjeros, quienes en múltiples ocasiones han denunciado la precariedad de la infraestructura de la EICTV y el mal servicio de alimentación.
Uno de los carteles de protesta que los estudiantes de la EICTV colocaron en distintos sitios de la escuela, en reclamo por las precarias condiciones de vivienda y de trabajo en la institución.
Si bien, lamentablemente, en nuestro país no pocas veces la censura se utiliza como método de legitimación ante ojos convenientes, en ningún caso la víctima de la censura será culpable por dicho atropello. Pensar lo contrario es revictimizar y eximir de responsabilidad al victimario, que en este caso son las instituciones culturales al servicio del régimen. En el contexto cubano, permeado por la represión y el autoritarismo, la censura resulta omnipresente, llevándonos incluso a ser nosotros los primeros censores de nuestras obras. La mentalidad de que dejar de ser crítico, ríspido o controversial ante el poder ofrece algún tipo de blindaje, es otra de las tantas variantes de ceder frente a arbitrariedades y abrirle banda ancha al autoritarismo. La creación es una lucha constante por un espacio de enunciación desde el cual lanzar un discurso. Tal disputa es contra las instancias jerárquicas que detentan el poder.
Still de «Escrito sobre un cuerpo»: Vista actual del pueblo de San Antonio de los Baños.
Estos actos de censura a las voces críticas, sin importar su origen nacional, son una práctica más que común para la institucionalidad cultural cubana, que responde a los intereses autoritarios de la oligarquía militar/empresarial/partidista que gobierna en la Isla. Lo sucedido con «Escrito sobre un cuerpo» y el resto de películas de la G-30, es la extensión de las prácticas represivas contra quienes se atreven a narrar las realidades que el poder político niega y oculta. Nadie nos puede quitar el derecho a disfrutar películas que se hicieron pensando en el pueblo cubano y que son, en un sentido estricto, obra del pueblo cubano.
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Imagen principal: Still de «Escrito sobre un cuerpo»: Alexander Diego Gil durante la performance«Epitafio», en homenaje al poeta Ángel Escobar