Para los excluidos, el horizonte es la democracia
Hasta ahora, como dijera Natalia Ginzburg, «conocemos bien nuestra cobardía y bastante mal nuestro valor». Para un movimiento de los excluidos en Cuba, el diálogo para conquistar la igualdad es inevitablemente político, pero nuestro horizonte es la democracia. Solo así obtendremos el respeto que merecemos como ciudadanos y dejaremos de recibir el escaso y duro pan de los súbditos, el desprecio. Nosotros podemos lograrlo.
Utilidad y justeza de la manifestación cívica
El mejor antídoto para evitar acciones públicas de insatisfacción y reclamo es, en primer lugar, el desempeño honesto, sistemático y eficiente del gobierno para proporcionar las mayores posibilidades de realización material y espiritual a sus ciudadanos, según sus propias aspiraciones y no según un proyecto ajeno y desconectado de los anhelos de las personas.
La libertad y la expresión en libertad
La libertad de expresión viene a ser el componente más perceptible y distintivo de una verdadera libertad. Por todo lo que constituye en el desarrollo de una conciencia cívica efectiva y provechosa, por lo que coadyuva a una coexistencia armoniosa, por lo que genera en el respeto y en la conciliación entre perspectivas diversas.
El blindaje antidemocrático del sistema político cubano
Lejos de ser el soberano, el rol del pueblo se reduce al de espectador en el gran teatro de una hipotética «democracia socialista», pues no dispone de herramientas reales para incidir en las decisiones que afectan su existencia. ¡No es casualidad! Es resultado de un diseño meticuloso y progresivo para garantizar el control absoluto del poder.