¿Vuelve a FEU de José Antonio?

Desde hace demasiado tiempo, la Federación Estudiantil Universitaria solo se menciona en Cuba cuando emite un comunicado, participa en una marcha, etc., orientados por la dirección del país (o en esa línea), o para apoyar o rechazar algo que el gobierno a su vez apoye o rechace. Fuera de ese marco, la FEU «no suena».

Por esa razón muchos, entre quienes me cuento, vieron con escepticismo que la FEU de cinco facultades expresara críticas al reciente tarifazo para las telecomunicaciones decretado por el gobierno por intermedio de la empresa estatal que ostenta el monopolio de esa actividad. Otros, en cambio, se entusiasmaron: «Esa es la FEU de José Antonio»; supuestamente, regresan los tiempos en que la FEU se hacía eco los problemas de la sociedad y se ponía del lado del pueblo.

La FEU de José Antonio

(Advertencia: Para abreviar, con «la FEU de José Antonio» me refiero al espíritu de lucha y de compromiso que caracterizó a la organización en sus mejores momentos, a partir de su fundación por Mella y otros jóvenes revolucionarios).

¿Cómo era esa FEU? Ante todo, no estaba atada a los intereses de gobierno alguno, los gobernantes no ejercían control sobre sus actividades. Como en cualquier otro país, los diferentes partidos intentaban colocar candidatos favorables e influir en los procesos internos, pero no existía ningún mecanismo que permitiera a extraños trazar líneas de comportamiento a su dirigencia y sus miembros de fila.

Eran tiempos en que las declaraciones de los líderes de la FEU eran objeto de la atención de los medios de información…, y no pocas veces de la policía.

La FEU luchó por la autonomía universitaria (ojo con el término, desconocido en Cuba) y la obtuvo. La expulsión injusta de un alumno o de un profesor podía desencadenar huelgas, boicots y múltiples formas de protesta. La policía no incursionaba en el campus sin autorización previa, autorización que las autoridades universitarias se cuidaban mucho de otorgar. Pero no se limitó a representar los intereses estudiantiles: Estaba atenta a la vida más allá de los muros universitarios.

Un ejemplo fue el llamado Canal Vía Cuba. El gobierno de Fulgencio Batista pretendió hacer un gran negocio con la ejecución del proyecto, nacido en 1912. La FEU, con José Antonio a la cabeza, se opuso, y convocó al Fórum Nacional contra el Canal Vía Cuba (18-20 de enero de 1955); a su llamado acudieron asociaciones profesionales, religiosas, industriales, de comerciantes, sindicatos… José Antonio brilló como el líder de alcance nacional que era (y no apenas «estudiantil», como se insiste en repetir)..., y el proyecto del canal se engavetó.

La huelga nacional azucarera de diciembre de 1955 duró 28 días y no alcanzó todos sus objetivos, pero obligó al gobierno a ceder, y varias demandas importantes fueron satisfechas. La FEU de José Antonio desarrolló actos de solidaridad en la Universidad y en centros de enseñanza secundaria, reuniones de coordinación con dirigentes sindicales, y sus líderes se desplazaron por todo el país en apoyo al movimiento de los azucareros. Entre todos lo lograron.

(Por cierto, en el artículo que EcuRed dedica a la huelga azucarera no vi mención alguna a la participación de la FEU; hay que consultar la prensa de la época).

El 12 de enero de 1955, el ejército de Anastasio Somoza (Nicaragua), con la colaboración de las dictaduras de Marcos Pérez Jiménez (Venezuela), Rafael Leónidas Trujillo (República Dominicana) y Carlos Castillo Armas (Guatemala), invadió Costa Rica. La invasión fue derrotada tras unas semanas de enfrentamiento. La FEU no solo se solidarizó moralmente con los agredidos: José Antonio, Fructuoso Rodríguez y otros dirigentes embarcaron hacia Costa Rica y participaron en acciones contra los invasores. No pidieron permiso a nadie, no esperaron autorización de nadie. Representaban una organización autónoma, de pensamiento propio, defensora de la democracia y de amplia vocación nacional e internacional, y actuaron en consecuencia.

La otra FEU

La FEU que conocemos desde hace décadas, a pesar de los discursos sobre continuidad histórica o de ideas, no es aquella. Si la de José Antonio actuaba al margen de los gobernantes (Costa Rica), o en oposición a ellos (huelga azucarera…), la de hoy no lo haría, porque no toma decisiones de peso por sí sola, mucho menos levanta su voz contra algo emanado del gobierno, o exige a este el cumplimiento de sus deberes (la desobediencia gubernamental a los mandatos constitucionales de 2019, por ejemplo, no ha sido criticada en ningún momento por la actual FEU, actitud inconcebible para la de José Antonio).

En síntesis: La FEU de José Antonio está muerta.

No murió en marzo de 1957, cuando la exaltación del momento y la intrepidez excesiva segaron la vida de un líder carismático de proporciones incalculables, de ideas humanistas y carácter democrático. Tampoco fue en abril de 1957, cuando la delación de un ajeno al Directorio Revolucionario significó el asesinato de cuatro héroes, entre ellos Fructuoso Rodríguez, quien había asumido el lugar de José Antonio al frente del Directorio.

Paradójicamente, la muerte de la FEU de José Antonio ocurrió como consecuencia de su lucha contra la dictadura (en cuya batalla decisiva fue vital su protagonismo, por intermedio del Directorio, aunque ello no se reconozca como es debido). Con la victoria se sentaron las bases para el desmontaje de la organización como vanguardia revolucionaria del estudiantado universitario.

Puedo estar equivocado, dejo a los historiadores la búsqueda de certezas, pero, en mi criterio, el golpe de muerte se lo dio la abolición de la autonomía universitaria, ya en los primeros tiempos del cambio de régimen político. A la ausencia de autonomía universitaria se sumaron las contradicciones del Directorio, internas y con otras organizaciones, más las actitudes timoratas de algunos dirigentes. La FEU quedó a expensas de las decisiones de quienes nada tenían que ver con sus esencias.

Cuando entré en la antigua escuela de Artes y Letras de la Facultad de Humanidades de la Universidad de La Habana (1969) no existía la FEU, sino la FEU-UJC, extraña combinación de organización masiva y selectiva. Como mis seis años anteriores los había pasado en las fuerzas armadas, no entendía la lógica de tal maridaje; con los años comprendí que era la demostración sin tapujos de que la FEU era apenas una extensión de la UJC (Unión de Jóvenes Comunistas) para el control del movimiento estudiantil. Para la fecha de mi graduación (1974), ya se había realizado la separación formal, pero la efectiva se mantiene.

En algún momento Lenin escribió que los sindicatos eran la correa transmisora entre partido y trabajadores; en la práctica, la transmisión se entendió en un único sentido: del partido a los trabajadores. Así funcionan en Cuba las organizaciones de campesinos, obreros, mujeres, barriales y estudiantiles, entre estas la FEU.

En mis tiempos universitarios esa relación de subordinación era simple: La secretaria de la UJC en la Escuela de Letras (incluso cuando otra persona ocupó el puesto) decidía sobre lo que se hacía o no se hacía en la FEU.

Hoy el proceso es más complicado. Si la FEU de José Antonio era un contrapeso al poder instituido, la actual forma parte de ese poder. Hoy dispone de una estructura compleja, con sedes, empleados, oficinas, equipamiento, vehículos, viáticos, etc., cuyos gastos se cubren con financiamiento procedente del presupuesto estatal. Esto último no es un dato banal.

Cuando es elegido un presidente nacional de la FEU, de inmediato es elegido diputado a la Asamblea Nacional por algún municipio. Y en la siguiente sesión de la Asamblea Nacional lo eligen miembro del Consejo de Estado (máximo órgano legislativo entre sesiones de la Asamblea Nacional). Previamente, el presidente nacional saliente desocupa el correspondiente curul, como hará él en su momento.

Ser miembro del Consejo de Estado implica deberes, relaciones, compromisos y, algo no menos importante, viajes y otros gajes o gratificaciones para el mejor cumplimiento de las funciones inherentes al nuevo cargo gubernamental. Supuestamente, es una forma de empoderar a la organización estudiantil. En la práctica, es un modo de comprometerla con el poder, de hacerla parte del poder. De colocarla en las antípodas de la FEU de José Antonio.

Una obra de teatro con un bocadillo mal concebido

El último tarifazo gubernamental, esta vez en las telecomunicaciones, intentó reeditar el éxito del anterior, el de la electricidad. En el eléctrico, a la empresa correspondiente se le encomendó anunciar el tarifazo («primera oferta» del vendedor para el regateo en el mercado callejero); ante la reacción esperada (el comprador exige un precio menor), y como muestra de que los gobernantes «escuchan al pueblo», al poco tiempo se informó una reducción de las tarifas («segunda oferta» del vendedor). El pueblo/comprador quedó convencido de haber ganado; en realidad pagó lo que desde el principio el vendedor pensó cobrarle.

El Primer Ministro anunció el segundo tarifazo en la última sesión de la Asamblea Nacional, junto con otros temas, y es posible que la mayoría de la población no haya prestado atención. Medio año después, a la empresa correspondiente se le ordenó dar a conocer las nuevas tarifas aprobadas por todas las instancias de gobierno involucradas (punto omitido intencionalmente, como se omite que la «falla de comunicación» de la empresa respondió a la orden de guardar silencio).

Resumiendo, para no redundar: Se preparó una puesta en escena similar a la anterior, con una innovación: En el regateo aparecería una organización de la «sociedad civil» con su bocadillo preparado. Ninguna mejor que la FEU, centenaria, con reconocida historia de lucha…, pero domesticada.

Pero no sería lógico que la FEU nacional, miembro del gobierno, protestara contra una medida dictada por el gobierno. Entonces, para aparentar libertad de expresión, se seleccionaron cinco facultades de la Universidad de La Habana para desempeñar el papel de comprador litigante en la puesta en escena.

En momentos en que el Estado, en su práctica diaria, se ha desentendido de casi todo lo que constituye su pacto social con la ciudadanía a la cual se debe (por lo cual un estallido social no es una posibilidad despreciable), la jugada parecía perfecta, y funcionó en un primer momento (no muy extenso, por cierto): La atención se volvió hacia el diferendo FEU/empresa y, por un tiempo, algunos creyeron que asistían a algo real, no a una obra de teatro. Entretenida, la gente no habló de falta de electricidad, agua, alimentos, medicinas, higiene…, sino de esa malvada empresa que quiere exprimirnos más el bolsillo e incomunicarnos. Cual si la empresa fuera «otra cosa», y no parte del Estado.

Pero algo en el guion salió mal. Nadie imaginó que el bocadillo asignado a la FEU funcionara como espoleta e hiciera estallar cargas explosivas que los gobernantes no tomaron en cuenta (¿o, adormecidos, por su propio discurso, no las vieron?).

El resultado está a la vista, por más que pretendan tergiversarlo los gobernantes y los medios de que disponen para la propaganda: Muchos estudiantes pasaron por encima de las estructuras de control y se atrevieron a expresar su pensamiento; no aceptaron ser tenidos como élite que reclama prebendas, y dieron voz al pueblo. Hablaron de lo que realmente ocurre en el país, de la falta de futuro, de la miseria, de la opacidad en las cuentas públicas: No exigieron conexión, exigieron claridad en el uso de los fondos de las empresas. Por no representarlos, exigieron la renuncia del presidente nacional de la FEU y otros «dirigentes» del estudiantado. Se denunció la actitud arrogante y represiva de un decano y se reclamó su renuncia.  Por primera vez en décadas, se pronunció en voz alta la palabra huelga.

Eso no lo esperaban quienes prepararon la puesta en escena. El espíritu de la FEU de José Antonio, escapado de donde lo encerraron, se sintió durante unos días en las universidades de Cuba.

Comenzaron las presiones desde las altas esferas. Algunos profesores apoyaron, otros intentaron servir de freno, otros más amenazaron con represalias docentes. La intelectualidad, salvo excepciones honrosas, no se comprometió, y su organización, como acostumbra, volvió la vista hacia otro lado. Al parecer, con ello se ha sofocado el incendio. Ahora se aplicarán las medidas posibles e imposibles para evitar el resurgir de la llama. Para desacreditar las protestas y a los participantes en ellas, ya se repite, por los medios oficiales y en el discurso de autoridades docentes, la acusación de que lo ocurrido responde a «incitación extranjera». Jamás se mencionan las verdaderas causas ni las soluciones..

Pero el error cometido en la puesta en escena es imborrable. Todo ha quedado en la memoria de la gente y está registrado en las redes. Es innegable: Las protestas estudiantiles de 2025 ya son un hito en la historia de Cuba.

No creí en la supuesta FEU aparecida como parte de la puesta en escena. No era la de José Antonio y no consiguió engañarme. Creo, sí, en estos jóvenes que, con inteligencia y valentía, sin groserías ni vandalismos, por medios pacíficos, han demostrado que no todo está perdido para nuestro país. Hay que agradecerles, sobre todo, la chispa de esperanza que han significado para los más viejos.

La FEU de José Antonio todavía puede regresar, lo creo. Y espero vivir lo suficiente para verla entre nosotros.

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NOTA: Este texto está redactado en conformidad con lo dispuesto en el artículo 54 de la Constitución de la República de Cuba, vigente: «El Estado reconoce, respeta y garantiza a las personas la libertad de pensamiento, conciencia y expresión».

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Imagen principal: Radio Reloj.

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El juicio de los estudiantes: memoria, universidad y responsabilidad cívica