¿Deja vu?

Este ambiente decembrino me trae recuerdos poco gratos. Un pasado reciente me acosa. Hay cosas acechando en el almanaque y pueden saltar detrás de cualquier número del calendario para darnos sorpresas desagradables, al estilo del saco de carbón de Santa; como si fuéramos niños desobedientes que no pueden aspirar a obsequios. Claro, lo del saco de carbón casi que suena a buen regalo para los cubanos dada la falta de combustibles para la cocción de alimentos.

Enfermedades y muertes asociadas a estas, medidas impopulares, movimientos (predecibles) dentro del gobierno, cercanía de otro congreso partidista, malestar sociopolítico generalizado; todo esto ya se reunía hace cinco años, y no fue una buena mezcla.

Entonces

El 10 de diciembre de 2020 tuvimos comparecencia televisiva a cuatro manos.  El presidente de la República y el entonces primer secretario del PCC, anunciaban protocolarmente para el 1ro. de enero de 2021 el inicio de medidas económicas que auguraban malestar popular. El escenario de la pandemia de Covid-19 aún no se había complicado en el territorio nacional, lo haría en los próximos meses y bajo los efectos de la recién anunciada Tarea Ordenamiento.

El tema unificación monetaria era asunto pendiente entre los lineamientos aprobados en 2011 y su implementación, analizada y vuelta a analizar en 2016. Eran un acuerdo incumplido y se aproximaba otro Congreso del Partido, con cambio en la máxima dirección por demás. Una tarea de esa envergadura no podía quedar incumplida en el Informe Central, habría sido un error achacable al primer secretario saliente y eso no debía suceder.

Que no fuese ni por asomo el momento más idóneo para implementarla, no era importante. El «embullo Obama» fue mejor ocasión para echarla andar, pero se dejó pasar, algo no cuadraba, ideológicamente hablando. Oportunidades existieron, cualquiera menos aquel inicio de crisis. Ya la Covid-19 había hecho descender los números del turismo, y las medidas de Donald Trump comenzaban a afectar varios aspectos económicos. Se auguraban dificultades en el horizonte cercano, se podía apostar a ello. Aun así, las medidas económicas se pusieron en práctica.

Un informe sobre el clima político-social, que debió indicar el terreno peligroso que pisaba el gobierno/partido/estado, se dio a conocer en abril al interior del Congreso. El cambio de mandato partidista tuvo lugar y el ya Presidente era también primer secretario del Partido. Una vez más coincidían ambos cargos, como venía sucediendo desde el primer congreso.

Un gobernante público y otro en las sombras, fue lo que todos pensamos, era la única diferencia. Un cargo que le quedaba grande, pero el paso dado estaba estipulado por la Constitución y no había de otra. Aun cuando el candidato designado no era la mejor opción, era la única en aquel momento, palabras textuales del saliente. Pronto fue puesto a prueba y no defraudó, es decir, demostró que no tenía madera.

Los efectos acumulativos de las medidas impuestas y el viraje letal de la pandemia de Covid-19 comenzaron a caldear el ambiente social cubano más de lo que cualquier informe pudo predecir. Las cifras de muertes de cualquier semana de 2020, eran ahora las de un día cualquiera de cualquier semana a inicios de 2021. Las limitaciones para la población, consecuencia de un canje forzado de divisas, una dolarización parcial y una reforma general de precios y salarios que en poco tiempo los volatilizó, acrecentaron las dificultades. El calor comenzó a subir, era ya julio de un verano que se adivinaba ardiente.

Ahora

Vivimos en diciembre de 2025. Casi concluye este año terrible. En el aire, un juicio en dos partes, opaco como él solo. Diferencias con procesos semejantes en un pasado no muy lejano, anuncian fracturas en el aparente monolito del control político. Se especula sobre la gravedad de lo que la cercanía del imputado representa para la presidencia y, ―para no quedarse corto este deja vu―, la posibilidad de cambio de figuras claves, como hace un lustro, refuerza las coincidencias. 

Flota asimismo sobre este diciembre un plan del Estado para eliminar distorsiones (auto inflingidas), que ya se sabe no va a ser nada popular por la carga de injusticia que promete. Este mes, perfectamente, puede ser la ocasión, no faltaría más, para impactar negativamente en la economía del ciudadano de a pie. Otra vez hay un congreso a la vista y, tarea al fin, hay que llegar a la magna cita con ella cumplida, cueste lo que cueste.

Una situación epidemiológica terrible, que pudo ser atajada seis meses antes, azota a todo el país. Una región oriental en total ruina, fruto de dos huracanes: Melissa y la policrisis. La debacle electro-energética, que ya afecta incluso a la siempre protegida capital, son ingredientes que no se repiten en esta comparación, lo que la hace más fatídica como visión de un escenario a corto plazo.

No pude menos que preocuparme cuando noté ciertas coincidencias negativas. Siempre se espera que en las altas esferas haya personas que se dediquen a prever y alertar de estas situaciones y aconsejar la mejor manera de capear un temporal que se aproxima. No obstante, recientes sucesos evidencian que esas personas no existen. Lo que tenga que venir vendrá, a pesar de lo que sería aconsejable.  Ojalá nos defrauden esta vez.

Este texto había sido escrito, aunque no publicado, días antes del Pleno partidista. Volví a retomarlo, pues una vez más no defraudan. Continúan fieles a sus prácticas opacas. Al menos no habrá congreso en 2026, pero ¿cambia eso en algo el panorama?

A menos de un lustro de dirigir el único partido legal en Cuba, la capacidad de su primer secretario ha sido puesta a prueba, y ha fallado estrepitosamente.  Por desgracia para él, lo ocurrido durante el pleno, y la decisión de posponer el 9no. Congreso, o más bien el autor de la propuesta, no han hecho más que confirmar esta sensación de cosa ya vivida.

El autonombrado «líder» de la Revolución lo ha hecho otra vez. Ha dejado clara la existencia de un poder real detrás del poder aparente. Partido/estado/gobierno es una sola cosa en Cuba; incluso, pretenden que la PATRIA también lo sea. Raúl Castro ha protagonizado dos jugadas recientes que, bien miradas, apuntalan parte de lo dicho aquí. La propuesta y aprobación inmediata por la Asamblea Nacional de una enmienda a la Constitución aumentando la edad del presidente de la República, faltando todavía dos años para que concluya el mandato de Díaz-Canel, como puerta abierta a un posible regreso suyo, o de otro de «los históricos», o para que esa sospecha funcione como Espada de Damocles sobre su sucesor, y sobre todos nosotros.

La proposición, vía carta, de posponer el 9no. Congreso, es otro evento que enrarece más el ambiente. El hermano menor de Fidel Castro no tiene participación formal en la dirección del Partido, ni siquiera era miembro del Pleno reunido, incluso así, suplanta el liderazgo que debiera detentar el primer secretario.

El enfático uso del término «líder de la Revolución Cubana» como manera visible de demostrar la verdadera jerarquía dentro de la cúpula de poder, plantea muchas dudas sobre la confianza que el anciano le tiene a aquel que un día fue «el único sobreviviente» de una lista de posibles sucesores. No era el más adecuado, ni el deseado; sencillamente era el único que quedaba.

El escenario se ha movido un poco, pero el resto de las coincidencias se mantiene; incluso, puede haberse agravado un poco más en estos últimos días.

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Imagen principal: Sasha Durán / CXC.

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