La verdad histórica puede tener una posibilidad de salvarse de tanta ignominia

Rescatar la historia de la Nación es asunto primordial si aspiramos a tener algún día un país libre. Pese a ser una figura que transversaliza la historia de la República desde 1923, la presencia e influencia de Aureliano Sánchez Arango ha sido tergiversada en la memoria histórica de la nación.

Mi entrevistada, Lela Sánchez, ha dedicado su vida a limpiar el nombre de su padre, y aunque es probable que tres entrevistas no sean suficientes para romper el edificio de falsedades sobre él, sí pueden contribuir a arrojar luz en una de las historias peor contadas de este país.

-I-

Creo que para abordar la labor de papá al frente del Ministerio de Educación, debemos comenzar por hablar de su relación con el Ballet Nacional de Cuba, conocido entonces como Ballet de Alicia Alonso; relación en la cual mi tía, Delia Echeverría, fue un factor importantísimo, pues juntos impulsaron la creación de un Comité Pro Ayuda al Ballet de Alicia Alonso.

Todo se remonta al inicio de 1949, un año después de fundarse el ballet de Alicia Alonso. Papá, impulsado por tía Delia, no se limitó a crear el Comité Pro Ayuda, sino que gestionó la entrega de una subvención. Dicha suma, por tratarse de un ballet, no era gran cosa, ni siquiera cubría los gastos mayores, porque los gastos de una compañía de esta índole son gigantescos.

El Ministerio, dentro de sus posibilidades, y de acuerdo con el presupuesto que tenía para desarrollar diferentes actividades, aprobó la subvención para el Ballet de Alicia Alonso. Cómo no era muy alta, mi padre y mi tía intentaron aumentar el monto acudiendo a Carlos Prío, Presidente de la República en aquel momento, con la idea de presentarle una pequeña función en el Salón de los Espejos del Capitolio ―con Fernando y Alicia―, para que constatara la importancia que tenía el ballet. Tía lo organizó todo y Fernando y Alicia bailaron para Carlos Prío y Mary Terrero.

Al concluir la función, aplaudieron, se levantaron y se fueron. Mary Terrero comentó que qué pena, que ella había querido aprender ballet, pero tenía piernas muy largas. Eso fue todo. No dieron un centavo ni apoyaron el trabajo que papá estaba haciendo.

Por tanto, la subvención fue obra específica de mi padre. Incluso Raúl Roa ―entonces al frente del Departamento de Cultura del Ministerio de Educación―, nunca se metió en el mundo del ballet, ni en el de la Filarmónica tampoco, ni en muchas de esas cosas. Apoyó fuertemente, eso sí, la literatura y las artes plásticas, campos en los que desarrolló un trabajo excelente.

Alicia tuvo la subvención hasta que el Gobierno de Batista se la retiró. Cuando ello sucede, la FEU de entonces hizo un acto de desagravio a Alicia Alonso en el estadio de la Universidad de La Habana. Allí bailaron ella y Fernando, e intervino un dirigente de la FEU para argumentar la importancia que tenía haber mantenido la referida subvención.

Los personeros de Batista pretendían que Alicia apoyara públicamente al gobierno como condición para mantener la subvención, a lo cual la bailarina se negó, por supuesto, y la FEU le hizo este acto de desagravio.

Es importante señalar que, a lo largo de los años, cada vez que el acto de desagravio de la FEU se ha conmemorado, se rememora que Batista le quitó la subvención al Ballet de Alicia Alonso, pero jamás han reconocido quién se la dio, ni por qué, ni la importancia que eso tenía. Por supuesto, no lo han dicho porque se trata de mi padre.

Yo tengo un video del año 1951 en el que Alicia, entrevistada por el locutor Manolo Ortega, agradece el apoyo de mi padre, tanto al ballet como a la Filarmónica. Fue en un acto celebrado en la Plaza de la Catedral, en el que hablaron papá, ella, y el director de la Filarmónica.

Pasó el tiempo y llegó el año 59. No cabe la menor duda de que Fidel le dio todo el apoyo que Alicia necesitaba, porque Fidel era dueño de Cuba, dueño de toda la economía, no solo de un pequeño ministerio con un reducido presupuesto. Por tanto, le dio al Ballet Nacional de Cuba ―que fue el nombre que asumió entonces la compañía de Alicia Alonso―, todas las posibilidades para que desarrollara un buen trabajo, como en efecto hicieron.

El Ballet Nacional de Cuba es un orgullo de este país. Alicia, Fernando y Alberto realizaron una extraordinaria labor, y eso es innegable. Pero ninguno de los tres, en ningún momento, reconoció lo que se había hecho antes en apoyo al ballet, que fue un aporte oportuno y necesario dentro de las posibilidades existentes.

El resultado fue que, entre las cosas que he tenido que sufrir en esta época de mi vida, están, por una parte, el silencio de las personas que dirigieron y dirigen el Ballet Nacional de Cuba y que jamás mencionaron el apoyo de Aureliano; y por la otra, constatar que en los últimos tiempos ha habido una especie de re-discurso sobre el acto de desagravio, en el cual no solo se omite el rol de papá, sino que se dice que fue una pequeñísima y miserable cantidad de dinero.

Hace más de dos años, en el programa televisivo «Al Mediodía», un crítico de arte afirmó que cuando Alicia fundó el ballet no había tenido la ayuda de ningún dirigente, porque lo que hacían era meterse el dinero en los bolsillos. O sea, que además del caso Chibás, yo he tenido que cargar con el caso del Ballet Nacional de Cuba.

Para mí es doloroso, porque estimo y respeto a Alicia, Fernando y Alberto. Sobre todo a Alicia, que fue mi jefa durante dos años y a quien conocí en todos sus valores. Todos menos uno, que es el no haber hablado de lo que había ocurrido antes. Me parece que en buena lid debió haber dicho algo en algún momento.

Tristemente su posición ante la oficialidad no fue, digo yo, la más adecuada, o la que hubiera sido más elemental y necesaria: admitir lo que se había hecho antes por el ballet. Pero no lo hizo y, como consecuencia, he tenido que soportar que Miguel Cabrera, el historiador del ballet, en un texto impreso en el programa de una función, afirmara que fue Carlos Prío quien dio la subvención al ballet. ¡No papá!, sino Carlos Prío.

Considero que la polémica con Eduardo Chibás y lo ocurrido con el Ballet de Alicia Alonso, han sido los dos hechos más tergiversados que han contribuido a dañar la figura de mi padre ante la memoria histórica cubana.

Es importante señalar que en el período en que mi padre estuvo al frente de la cartera de Educación, se estimuló el conocimiento y el apoyo a la música en sentido general. A través de acciones como las realizadas con la Filarmónica y también al fomentar y facilitar en barrios marginales el conocimiento de instrumentos musicales como la guitarra; o al organizar el festival de la canción cubana, entre otros.

En una ocasión lo escuché decir que le apenaba no poder apoyar el desarrollo teatral como hizo en el caso del Ballet, pues no le era posible centrarse en una organización, ya que existían muchas discrepancias entre los diferentes grupos.

Retomó asimismo la realización de ferias del libro en el Parque Central, extendidas después a capitales de provincias y pueblos mediante rastras preparadas para trasladar diferentes actividades culturales a esas localidades.

En la esfera escolar, mi padre impuso las oposiciones como forma de alcanzar el magisterio, buscando acabar así con el fenómeno de «la botella» y la venta de puestos docentes. Apoyó a la Escuela Normal, e implantó el desayuno escolar al reconocer la necesidad de apoyar la alimentación en niños de familias con escasos recursos. Intervino a su vez en los conflictos de los institutos de segunda enseñanza, provocados casi siempre por movimientos bonchistas.

A partir de octubre de 1951, mi padre fue nombrado Ministro de Estado. Allí se mantuvo hasta el 10 de marzo de 1952, cuando ocurre el golpe de Estado. En ese ministerio reforzó la presencia de Cuba en Organismos Internacionales y logró la liberación de los marinos cubanos presos por Trujillo. El 7 de marzo del 52, tres días antes del golpe de Batista, firmó, en representación de Cuba, el último tratado con los Estados Unidos, un tratado de defensa mutua.

-II-

Si me permites, quisiera terminar nuestra conversación con unas breves palabras que considero necesarias. A pesar de la infinidad de veces que he respondido a la televisión y a diferentes periodistas que, a lo largo de los años, han difamado a mi padre e ignorado su verdadera trayectoria; el pasado 16 de agosto vuelvo a «chocar con la misma piedra» debido a una entrevista trasmitida en la revista televisiva «Buenos Días».

Un poco menos agresivo, el locutor, con voz en off, mencionó las acusaciones por corrupción de aquella época, e incluye la que se hiciera a Aureliano, sin aclarar que estas provinieron únicamente de Chibás, y sin siquiera ponerlas en duda.

En los últimos tiempos me he preguntado, alguna que otra vez, si es necesario reivindicar aún la vida y obra de mi padre. Sin embargo, también hace pocos días, al pasar los canales de la televisión, sintonicé el Educativo 2 que transmitía las tele-clases.

No pude precisar a qué curso escolar correspondía el fragmento que observé, y que mantuve porque trataba de la insurrección. Un profesor, relativamente joven y lamentablemente ignorante de lo que pretende enseñar, hablaba de las tendencias ideológicas entre los opositores activos contra la dictadura de Batista.

Se refería a posiciones «de izquierda, progresistas, beneficiosas para el pueblo», (que básicamente consideraba representadas por el Movimiento 26 de Julio, pues el Directorio Revolucionario no fue mencionado), y «reaccionarias, de derecha de los que solo querían regresar a la situación del 52, antes del golpe», que según su explicación estaban representadas por Carlos Prío y Aureliano Sánchez Arango.

Agradezco que no vinculara los ideales de mi padre, en ninguna etapa, con lo que se entiende oficialmente por ser «de izquierda» actualmente en mi país; pero no creo que me toque descubrirle a los niños y jóvenes cubanos que mi padre SÍ fue, desde casi siempre, un hombre de las verdaderas izquierdas en Cuba.

No de la de los farsantes que la han confundido con un tipo de dictadura estrenada por los soviéticos en el siglo pasado y que aún perdura con los peores ejemplos. Esas dictaduras han ensuciado los verdaderos valores de la izquierda, que tendrá que buscar una nueva manera de definirse para evitar ser confundida con estos vende patrias desvergonzados que la han enlodado, tal vez para siempre.

Y sí, gracias a esa «no-clase televisiva» llamada mejor «adoctrinamiento indignante», he llegado a la conclusión de que es necesario, no solo hablar de mi padre, sino de toda una época en la que se pretendió salvar al país de farsantes y entreguistas, a los «yumas» por una parte, y a los «rojos» por la otra.

Estamos, me parece, en la peor etapa por la que hemos atravesado en la historia de esta Isla. No solo económica, sino de valores y conductas éticas y patrióticas. Los derechos a ser libre de este pueblo, nunca estuvieron más en crisis que en el período que comenzó a principios de los años sesenta. Machado y Batista fueron unos «infelices» que huyeron en sus últimas etapas sin saber que podían haberse eternizado en el poder solo con auto calificarse de «socialistas». Para eso tenían que haber sido genios con barba.

Entonces, creo que SÍ merece la pena dejar constancia de esta versión, opuesta a la manipulación a la que nos tienen acostumbrados los que mandan en Cuba desde hace tanto.

Gracias al equipo de CubaxCuba, especialmente al historiador Aries Cañellas, por haberme convencido de describir y hacer públicos estos elementos históricos, que resultan tan necesarios en el intento de eliminar la contaminación que ocasionan las reiteradas mentiras, omisiones y tergiversaciones que dominan la historia oficial

Hace tiempo ya que agradezco la existencia de la prensa independiente. Hoy, gracias a ella, concluyo la descripción sintetizada que he hecho de lo que fue la vida y la obra de mi padre. Gracias a que existen ustedes puedo intentar, una vez más, que se conozca la verdad de un acontecimiento histórico que me concierne de manera directa.

La honra de una persona ha perdido importancia luego de tantos años de manipulación y descrédito de aquellas figuras que no resultan cómodas a las versiones oficiales promovidas por los que gobiernan Cuba.

La verdad histórica puede tener ahora una posibilidad de salvarse de tanta ignominia.

***

Imagen principal: El País.

Aries M. Cañellas Cabrera

Licenciado en Filosofía e Historia. Profesor e investigador.

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