Cómo se tejió el poder. Radiografía inicial del totalitarismo en Cuba
El discurso histórico del gobierno cubano ha descansado en dos tesis: la que afirma que la Revolución es un proceso único, continuador de las gestas mambisas, y la que argumenta que la hostilidad yanqui fue responsable del impulso de la Revolución hacia el comunismo. Esta última, desarrollada por académicos foráneos y nacionales, se ha reforzado con argumentos derivados: el carácter «excepcional» del proceso y su capacidad de resistencia y adaptación a situaciones «adversas y no deseadas» como única vía para defenderlo.
Concebir los inicios del socialismo en Cuba como resultado de una necesidad impuesta, y no de la disposición de un grupo, sirvió por décadas para erigir el edificio del victimismo y el determinismo. Sin embargo, al igual que en el caso de la tesis del «proceso único» ―que ya hemos analizado―, tal argumento no se sostiene ante un análisis histórico y crítico de rigor. Ella responde más al interés del poder por legitimarse que a las ideas que movieron el proceso.
En este artículo develaremos los estrechos vínculos entre las fuerzas comunistas y la dirigencia rebelde anteriores a enero de 1959. Partiendo de ello, demostraremos que, desde el momento de la victoria sobre la dictadura de Batista, fueron tomadas medidas que conformarían el futuro entramado totalitario.
El análisis se sustentará en un timeline que muestra cómo, día tras día, solapada entre discursos reivindicativos, delirio epopéyico multitudinario y constantes alertas de posibles agresiones a la soberanía nacional; se fue trazando la senda que realmente pretendía seguir el gobierno para aliarse con las organizaciones del comunismo internacional.
(Foto: Andrew St. George / Universidad de Yale)
Preparando el terreno
El 24 de marzo de 1959, en la 42ª reunión del Politburó del Comité Central del Partido Comunista de Checoslovaquia, se acordó: «Con respecto a la solicitud de los camaradas cubanos, que databa de finales de 1958 [el suministro de armas al ejército insurgente], el camarada Aguirre [Severo Aguirre del Cristo, dirigente comunista] enfatizó que la situación cambió con el rápido derrocamiento de la dictadura de Batista. Sin embargo, en caso de que el gobierno cubano solicitara la venta de tecnología militar, sería correcto que la parte checoslovaca accediera».
La ayuda y presencia de miembros del PC, tanto militantes clandestinos como declarados, en las filas insurreccionales rebeldes desde el mismo 1956 ―o incluso desde antes del Moncada, según Fidel Castro en el libro La paz en Colombia (pp. 2-3)―, deja un largo rastro que puede seguirse a través de las memorias que, desde fines de los 90, han publicado editoriales cubanas como Verde Olivo, Editora Política, Capitán San Luis y, más recientemente, Ruth Casa Editorial.(1)
El documento antes citado confirma, mediante una fuente extranjera, lo que muchas de las memorias publicadas han reconocido: la presencia de comunistas en el rumbo de la Revolución era más fuerte y antigua de lo que la academia cubana ha admitido.
Al respecto, en el libro Un hombre de ideas, sueños y luchas, Jorge Risquet mostró que, desde finales de 1957 y parte del 58, en calidad de ex dirigente de la Federación Mundial de Juventudes Democráticas (FMJD) ―brazo estudiantil del comunismo internacional―, realizó coordinaciones con los partidos comunistas de México, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Venezuela para recabar ayuda a partir de la divulgación de la situación de la isla, y solicitar apoyo y refugio a los miembros del M–26-7 que arribaran a dichos países. Similar gestión realizó Carlos Rafael Rodríguez en América del Sur, poco antes de subir a la Sierra Maestra para fungir como enlace oficial entre el PSP y Fidel Castro.
Si analizamos el momento en que fue hecha la solicitud de armas a Checoslovaquia, esta es cercana en tiempo a uno de los hechos más superficialmente tratados por la historiografía nacional: la solución a la Operación Antiaérea lanzada en el II Frente Oriental por Raúl Castro a partir del 22 de junio de 1958.
La captura de varios ciudadanos norteamericanos técnicos y trabajadores de la base naval de Guantánamo, creó un escenario en el cual la intervención armada de los Estados Unidos en el conflicto cubano estaría justificada. Este hecho tuvo gran repercusión internacional por la difusión de la proclama «Llamamiento a la Juventud Mundial», del 27 de junio, a través de la prensa asociada a la FMJD. En ella se exhortaba a los jóvenes comunistas del mundo a realizar actos que impidieran la agresión estadounidense a la Isla.
En solo cuatro días ―contados a partir de que Raúl firmara la orden militar # 30 que disponía el inicio de la operación―, el manifiesto se trasladó desde las montañas de Guantánamo a los medios de la FMJD en México. Según cuenta Víctor Pina Tabío, el combatiente Pepe Ramírez bajó del II Frente con el manifiesto, que fue sacado del país mediante la red clandestina del Partido, concretamente la llamada Sección de Habilitación ―perteneciente a la rama que denominamos Logística de la Inteligencia en anterior artículo―, dirigida por su padre.
La velocidad con que se movió la información, muestra la interrelación de ciertas ramas del PC con el M-26. En este caso, el II Frente Oriental sería el comando «rojo», donde se alzó gran parte de los militantes comunistas más conocidos. Aunque la historiografía ha dado mayor cobertura a hechos como el Congreso Campesino en Armas ―dirigido por Raúl Castro y Armando Acosta― para señalar las raíces comunistas de la tropa de Raúl, es en acciones cooperativas de inteligencia, como la publicación de la proclama en el exterior, y el trasvase constante de información sensible, donde se evidencia claramente el trabajo conjunto de ambas entidades.
Una de las victorias militares más importantes de los últimos días del batistato fue el descarrilamiento del tren blindado en Santa Clara. La pérdida de tan importante grueso de tropas y armas fue el catalizador de la caída de la dictadura. En este triunfo, conseguido por las fuerzas del Che Guevara, estuvo presente asimismo, aunque solapado, el aparato de logística de inteligencia del PC.
Meses antes de que el convoy diera su pitido de salida, ya los hombres que dirigía Osvaldo Sánchez ―jefe de la Comisión Especial del Partido para los Asuntos de Inteligencia (CEPAI)―, tenían control diario de su progreso a través de los trabajadores que, en los talleres de la estación de Ciénaga, en La Habana, laboraban en el acondicionamiento y blindaje del mismo. Esta historia, recogida con profusión de detalles en los libros de Pina y Poveda, respectivamente, evidencia varios aspectos importantes.
Primero: que el vínculo que existía entre las fuerzas del M-26-7 y el PC era fuerte y anterior al hecho en cuestión, pues solo una colaboración que hubiese atravesado meses de trabajo explicaría que pusieran en manos de Guevara tan jugoso dato militar y le facilitarán en Santa Clara los medios para descarrilar el tren.
Segundo: que los mecanismos de comunicación e intercambio de información eran regulares y se movían a nivel de las altas esferas de las organizaciones, pues, de no haber sido así, líderes disciplinados y de una rigidez política probada, como Osvaldo Sánchez y el Che, nunca hubiesen entablado ese tipo de colaboración. Aunque no se puede establecer claramente de qué fecha data la relación de inteligencia entre ambos, muchas fuentes señalan que fue a través de los equipos de trabajo de Sánchez que se hizo posible la invasión rebelde, sobre todo al atravesar la provincia de Camagüey ―donde había sido secretario organizador del Comité Provincial del PSP entre 1949 y 1956. La relación fructificó y, apenas unos meses después, en enero de 1959, estaban fundando oficialmente ―junto a Víctor Pina Cardoso y Ramiro Valdés―, el Departamento de Seguridad del Estado (posteriormente G2).
Cabe entonces la pregunta ¿cómo llegaba tan rápidamente la información desde la dirigencia de inteligencia del PC, en la capital, a oídos de Guevara? Sucede que las redes comunistas entregaron a la columna del Che, al llegar al Escambray, la emisora de radio que usaría durante su campaña. Los detalles de esta operación, las personas involucradas y demás detalles, pueden consultarse en el libro Páginas Inéditas, de Editorial Verde Olivo, ya que la mayoría de estos militantes del PC integrarían luego la estructura de comunicación de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.
El ocaso de la democracia
El 3 de enero del 59, cuando el Che Guevara tomó posesión de La Cabaña, nombra como su segundo a Ramón Nicolau ―jefe del aparato militar del PC y antiguo número dos de Osvaldo Sánchez. Hiram Prats, uno de los responsables de la llegada al Escambray de la emisora de radio, será puesto al frente de las comunicaciones y la comisaría política. Ambos se moverán hacia allá con sus hombres y colaboradores. Apenas una semana más tarde, inauguraron la primera de las escuelas de adoctrinamiento político, que, poco a poco, se extenderían por el país a lo largo de ese primer año.
La Cabaña estuvo desde el inicio en manos comunistas. En ella se escondieron ―y luego se «esfumaron»―, los archivos del Buró de Represión de Actividades Comunistas (BRAC),(3) del Buró de Investigaciones y de la Policía, ocupados por la red de inteligencia del PC y el M-26 el mismo 1ro de enero. La aparente desaparición de esos y otros archivos policiales, ha permitido al gobierno contar a su antojo la historia de la lucha contra Batista.
Habiendo garantizado el control de la fortaleza, el Che se traslada hacia una casa en Cojímar, debido a un fuerte ataque de asma que la cercanía a las industrias de Regla le provocó. Este dato no es una simple anécdota, proporciona el espacio de tiempo para situar el surgimiento del núcleo fundador del G-2 en la primera semana posterior a su llegada a la Cabaña. Al respecto, el Comandante Ramiro Valdés, en carta privada a Víctor Pina Cardoso, dice: «recuerdo con profunda emoción las primeras reuniones para la organización del embrión del Ministerio; al Ché, a Osvaldo, a ti y a mí en la casa de Cojímar (con el Che más muerto que vivo, con un ataque de asma horrible)» (p. 47).
En este punto el lector podría pensar que Guevara fue la puerta de entrada de los comunistas a las estructuras de poder de la naciente Revolución. En realidad no es así, fueron puertas múltiples, personificadas en distintas personas y estructuras. Aunque en sus memorias Lionel Soto afirma que fue en el Escambray donde el Che solicitó la militancia en el PSP ―lo que no hemos podido comprobar en ninguna otra fuente―, circunscribir la penetración comunista, y el inicio de las redes del totalitarismo, a una o dos personas, más que un error es, en última instancia, uno de los puntos que sostienen la teoría de que la Revolución definió su orientación por decisión de terceros.
Como sucede con otras afirmaciones oficialistas alrededor de ciertos hechos históricos nacionales, debemos debatir también el aserto de que la Revolución triunfó el 1ro. de enero. Para las ciencias sociales, la fecha de caída de un régimen no presupone per se el inicio del siguiente. En esa primera semana no va a existir control efectivo por nadie de nada ―ahí están los discursos de Fidel Castro de «armas para qué»―, de manera que el estado de ingobernabilidad real abrió en esos días varios frentes de acción, públicos y secretos. La fundación del embrión del G2 fue apenas uno de ellos.
Las estaciones de policía de La Habana serían inmediatamente controladas por los hombres del M-26 al mando de Aldo Vera,(5) y, el día 5 de enero, el Estado Mayor de dicho movimiento ocupó totalmente el aeropuerto de Rancho Boyeros. Mientras, el gobierno revolucionario disolvía el Congreso «formado por camajanes que chupaban de los presupuestos del pueblo», según el diario Revolución ―órgano del M-26-7. De acuerdo al rotativo, se gobernaría mediante decreto durante dieciocho meses al menos, pues ese era el término estimado para convocar a elecciones.
Si usted se pregunta qué pasó al cabo de ese tiempo, debe saber que coincidió con una fuerte semana de «enfrentamiento» con el imperialismo por el tema petrolero, y con el lanzamiento por primera vez del ¡Venceremos! como consigna de respuesta a la ya existente ¡Patria o Muerte!
Por su parte, en esa primera semana, el PSP lanzó la campaña «Promoción Rebelde», con indicaciones para aumentar las filas comunistas usando la efervescencia y la simbología del momento. El cumplimiento de la campaña fue controlado como una emulación, y su seguimiento se reseñaba desde las páginas de Carta Semanal, órgano de prensa interno del Partido. Esta promoción constituye en realidad la preparación del terreno para algo mucho más ambicioso: el futuro lanzamiento, a fines de enero, del Programa del PSP.
El 9 de enero, al día siguiente de la entrada de Fidel Castro a La Habana, reapareció el clausurado periódico Noticias de Hoy y empiezan a llegar, procedentes de México, líderes sindicales y comunistas. A la vez, Lázaro Peña regresaba desde Europa, probablemente desde Checoslovaquia.
El 10 de enero, Osvaldo Dorticós, antiguo delegado por Cienfuegos del Partido Unión Revolucionaria (6) ―desde 1939 Unión Revolucionaria Comunista― asume como Ministro para el estudio de las leyes revolucionarias. Jugará en las sombras un papel importante en el período de enero a julio, cuando, tras la llamada crisis de julio, se convierte en Presidente de la República.
Durante el propio día 10, el Consejo de Ministros modificó por primera vez la Constitución. La Reforma Constitucional abrió el camino a leyes ambivalentes, que hasta hoy caracterizan la legislación cubana en aquellos aspectos de corte político. Dicha reforma se anunció como: «Retroactividad de la Ley Penal; confiscación de bienes y restablecimiento de la pena de muerte»,(7) y quedó redactada de la siguiente manera:
«Artículo 25. No podrá imponerse la pena de muerte. Se exceptúan los casos de los miembros de las Fuerzas Armadas, de los Cuerpos Represivos de la dictadura, de los grupos auxiliares organizados por ésta, así como de los confidentes, por delitos de carácter militar o por los cometidos con motivo u ocasión de la instauración o defensa del régimen derrocado el día 31 de diciembre de 1958 y las personas culpables de traición o subversión del orden institucional o de espionaje en favor del enemigo en tiempo de guerra con nación extranjera».
El ropaje legal para el inicio de la ola represiva acababa de ser aprobado. En el período estudiado será renovada en, al menos, una ocasión más. Pese a que comenzaba aclarando que no podría imponerse la pena de muerte, esta fue aplicada prácticamente con carácter cotidiano.
El régimen tuvo desde los inicios, como recurso incorporado, el empleo de bluffs o distracciones. Es decir, se tomaba una decisión polémica, que atrajera la discusión, mientras pasaban desapercibidas otras cuestiones de mayor trascendencia. Tal proceder en Cuba se ha achacado siempre a las enseñanzas de la KGB y demás servicios de espionaje socialistas. Como se verá, esta práctica ha sido empleada por el sistema desde el mismo enero del 59 hasta la actualidad.
El 10 de enero, mientras en el país se debatía la Reforma Constitucional, el gobierno, de manera desapercibida, aprobó la supresión de la invocación a Dios en los nombramientos oficiales, y el comunista Nicolás Guillén ―exiliado aún en Buenos Aires― fue declarado, inconsultamente, Poeta Nacional.
Tres días antes, el 7 de enero, los Estados Unidos habían reconocido oficialmente al gobierno cubano y ofrecido, mediante su embajador Earl Smith, cualquier tipo de ayuda que Cuba solicitase. Así lo refería el periódico Revolución del 9 de enero en su página cuatro. Sin embargo, el día 12, desde el Campamento Militar de Columbia, se declaró «indeseable» la misión militar norteamericana y se ordenó su expulsión inmediata. Ello daba cumplimiento a lo expresado por Fidel en el discurso del 3 de enero en Santiago de Cuba.
Mientras las probables repercusiones del hecho se discutían, pocos repararon en que el jefe de la Policía Nacional emitió, el mismo día 12, la orden de que «era imprescindible obtener una autorización del gobierno revolucionario para poder viajar». Surgía el antecedente de lo que luego conocimos como «Carta Blanca». En la misma fecha, la Ley # 11 declaraba la anulación de todos los títulos académicos expedidos por la Universidad Católica de Villanueva. Miles de talentosos profesionales eran, de repente, despojados.
Los juicios televisados comenzaron el 22 de enero, concebidos como espectáculo que podía «disfrutarse» en la Ciudad Deportiva o en la comodidad de los hogares. Iniciaba la normalización del terror en un ropaje de reivindicación y patriotismo, conducta que ha perdurado hasta nuestros días; aunque los actuales juicios por motivos políticos no son difundidos y ni siquiera se respeta el carácter público que por ley tienen.
Cuatro días después, cuando ya habían empezado los fusilamientos, se declaró la «Doctrina Urrutia», disposición presidencial que congelaba el estatus de «asilados» a las personas refugiadas en embajadas. Dicha medida levantó el inmediato rechazo del canciller Roberto Agramonte y del cuerpo diplomático que aún no había sido copado por el nuevo poder. Esta decisión tan polémica fue aprobaba el mismo día en que se determinaba algo más peligroso para el futuro económico nacional.
El Decreto 261 obligaba a los exportadores a entregar al Fondo de Estabilización de la Moneda ―para su cambio a la par en moneda nacional―, el total de las divisas obtenidas por sus ventas al extranjero, medida de control económico que se mantuvo durante décadas. Mientras, el Banco Nacional de Cuba aplicaba restricciones al canje de los billetes de quinientos y mil pesos, los cuales después serían retirados de la circulación.
De esta manera, y sin llamar mucho la atención, se completaban las principales políticas de restricción y control de fronteras, comercio internacional y relaciones exteriores que durante décadas rigieron. Habían pasado solo diecinueve días desde que entrara Fidel a la capital para que se hiciera efectivo el control del poder.
El cerco a la sociedad se completó el penúltimo día del mes, cuando el Consejo de Ministros, en una nueva reforma a la Constitución, suspendió ―supuestamente por noventa días, en realidad por mucho más― el Habeas Corpus. El empaque otorgado a la medida vendía la idea de que ella era imprescindible para no dilatar la justicia revolucionaria.
El 31 de enero del 59 terminaba el mes «corto» que creó las condiciones para que un grupo de elegidos ejerciera el poder totalitario en Cuba. Sin embargo, valorar la penetración comunista en estructuras esenciales del gobierno revolucionario como un «timonazo del Comandante en Jefe», es simplificar la realidad.
La desclasificación de documentos en Europa del Este y Moscú, junto a la publicación de las memorias de algunos de aquellos enlaces anónimos, permite profundizar mucho más. La historia, como constructo de una realidad común, se dilata con la aparición de otras fuentes. Los historiadores deben expandir así mismo sus horizontes investigativos y apartar los vicios y zonas comunes que han acompañado al discurso oficial durante décadas.
Este análisis no queda aquí, iremos desgranando otros tópicos poco conocidos, como el gasto militar y los golpes a la débil democracia plural del que debió ser un año glorioso y no la larga noche que cubre desde entonces la democracia nacional.
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* Este texto ha sido escrito por Ernesto M. Cañellas Hernández y Aries M. Cañellas Cabrera.
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(1) Entre los más recomendables se encuentran las memorias en tres tomos de Lionel Soto; varios de Jorge Risquet; Un hombre de Leyenda, sobre la vida de Ramón Nicolau, por Arquímedes Poveda; las memorias de Víctor Pina Cardoso y Una Vida, dos pasiones, de su hijo Víctor Manuel Pina; Secretos de Generales, de Luis Báez; Soldados del pueblo. Hazañas de los mártires del MININT; Páginas Inéditas, de Lino Rodríguez; Sesenta años por Cuba, de Isidoro Malmierca Peoli, etc.
(2) Víctor Pina: Op. Cit., pp. 41-42; Arquímedes Poveda: Un hombre de Leyenda, Editorial Oriente, 1991, pp. 224-227.
(3) Los archivos fueron llevados a la Cabaña en horas de la tarde del 1ro de enero. El día 25 se publican en Noticias de Hoy algunas fotocopias. Durante esos meses hacen uso de ciertas informaciones para apoyar sus artículos. En la nota al pie no. 12 del libro citado sobre Víctor Pina, el autor referencia una parte del informe que sobre su padre guardaba el BRAC. ¿Existían aún esos archivos cuando él escribió el libro, o se los repartieron en algún momento?
(4) Si la fecha exacta ha sido dada alguna vez, estos autores no la conocen. Toda la bibliografía leída lo sitúa en «las primeras semanas de enero del 59».
(5) Periódico Revolución, 5 de enero de 1959, p. 2.
(6) Periódico Hoy, 1ro de septiembre de 1938.
(7) Proclamas y Leyes del Gobierno Provisional de la Revolución, Editorial Lex, t. I, p. 13.