José Martí, apóstol de nuestra futuridad
Nadie puede pretender que todos los seres humanos piensen y actúen del mismo modo. Dos personas no se ponen de acuerdo en aspectos tan banales como el diseño de una ropa o la comida a elegir. ¿Cómo pretender, entonces, que millones de seres estén de acuerdo en todo y, consecuentemente, se comporten de modo semejante?
El pensamiento político de la decencia
El pensamiento democrático cubano tiene que existir en contraposición con la criatura anodina, obediente, simplona y feroz a la que mutó el pensamiento político en su relación periférica y difícil ―angustiosa si se quiere, pero también venal― con el poder sin límites, cuando dejó de hacer lo primero y más importante que necesitábamos en Cuba: pensar.