Presos políticos y héroes… ¿de quién?

Continúo el hilo de mi texto anterior, comparando la experiencia de los llamados «Cinco Héroes» en Estados Unidos (1998-2011/2014) con la actual prisión política en Cuba. Usaré los mismos indicadores: hechos, proceso judicial, medios, situación en prisión y resultados.

El gobierno al que sirvieron esos «héroes», ha convertido a Cuba en el segundo país del mundo con más personas privadas de libertad por cada cien mil habitantes, y el primero en detenciones arbitrarias desde 2019, según dictamen de la ONU.

Justicia 11J reportó 754 presos políticos el pasado 12 de noviembre, cinco más en menos de un mes. Multiplíquese esa cifra por, al menos, cuatro miembros por familia, más amigos y vecinos; entonces tendrá claro el drama social.

Sobran denuncias desde las prisiones, iniciativas de la sociedad civil independiente ―cubana e internacional―, y actores a esa escala, que reclaman al gobierno la libertad incondicional de los presos políticos. Sin embargo, el régimen y sus cómplices persisten en ignorar o negar el fenómeno, manipular soluciones y comprometer a actores transnacionales.

Otros corrieron con suerte

En 2001, Gerardo Hernández, Antonio Guerrero, Ramón Labañino, Fernando González y René González recibieron largas condenas en EE.UU. por actuar como agentes ilegales de la Inteligencia cubana entre 1990-1998, mediante la Red Avispa.

Contra ellos se presentaron veintiséis cargos, dos muy graves que implicaban cadena perpetua. Fue un largo proceso desde noviembre 2020, incluidas apelaciones y revisiones. Al final, les retiraron algunos cargos, y tres de las sentencias fueron reducidas sustancialmente. Las condenas oscilaron entre diecisiete años y dos cadenas perpetuas para Gerardo, jefe de la Red.  

De acuerdo con varias fuentes y sus testimonios, hubo quejas por la sede del juicio (Miami), manipulación/silencio de la prensa, condiciones carcelarias, y acceso limitado de los abogados a información clasificada. También violaciones de privilegios al estar en aislamiento («el hueco»), más algunos a los que no podían acceder al tener identidades falsas.

Durante la mayor parte del tiempo, los detenidos leían la prensa nacional e internacional, podían trasladarse de prisión con sus libros, tener cambios en la dieta, amplia correspondencia, recreación y desayuno afuera, derecho a realizar llamadas, escoger y escuchar música, visitar Cuba por razones humanitarias estando en libertad condicional, y hasta concebir un hijo en la distancia.  

La referencia al «hueco» nos hizo imaginar una escena dantesca. Años después, ellos han descrito someramente esas celdas de aislamiento ―en su caso «administrativo»―, por seguridad y con privilegios. Varias publicaciones críticas en EE.UU. las describen como espacios aislados de 6x9, en una sección de las prisiones denominada «unidad de alojamiento especial».

A pesar de la gravedad de los delitos imputados en otro país, en conflicto con Cuba, lograron todo eso y regresar antes. Ello fue posible dado el sistema de derecho y las garantías en el país que los condenó, y gracias al monumental movimiento de solidaridad.

Orientado como prioridad al servicio exterior cubano, en casi todos los países surgieron numerosos comités, se gestionaron apoyos y pronunciamientos de personalidades, parlamentos, Premios Nobel, prensa, etc. En EE.UU. fue creado un «Comité Nacional para la Liberación de los Cinco», con representación en veinte ciudades propias y más de treinta países. Asimismo, se logró dictamen de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU instando a garantizar juicio justo, y de Amnistía Internacional (AI), especialmente por la negativa de libertad bajo fianza y de visas a dos de las esposas ―consideradas miembros de la Inteligencia cubana―, aunque habían recibido ya más de cien visitas de familiares con visas.

Tal vez algún día sepamos el costo financiero de tal despliegue durante trece años. Casi todo salió del gobierno cubano, por tanto, del pueblo. Abogados, visas y otros destinos, viajes de las familias a diversos países y de ellos mismos al regreso. También la gran producción bibliográfica y de propaganda en afiches, folletos, audiovisuales, pancartas, todo reproducido en amplias tiradas y varios idiomas.

A pesar de identidades falsas, largas condenas y gravedad de los delitos, solo uno cumplió su sanción y fue deportado. Los otros recibieron beneficios de liberación o regreso anticipado, y en diciembre de 2014 ya estaban en Cuba. Trascendió que fue un intercambio de prisioneros con la administración norteamericana. Realmente fue la combinación de una estrategia monumental y eficaz, un gesto de la administración Obama como parte del «Deshielo», y la negociación del gobierno cubano con actores internacionales.

Prisión política en Cuba

Actualmente, el país de «Los Cinco» «está minado de prisiones y centros de reclusión». De las catorce-diecisiete cárceles que existían antes de 1959, hoy tenemos más de trescientas. Más de veintitrés de estas, fueron antes escuelas. En seis provincias de las actuales (Mayabeque, Ciego de Ávila, Las Tunas, Holguín, Granma y Guantánamo) no había prisiones; hoy existen, solo en ellas, noventa y una.      

La prisión política en Cuba es un horror. En texto del año pasado, la historiadora Alina López describió violaciones contra los presos políticos y sus familias; todas han empeorado. Human Right Watch y otras organizaciones, en base a testimonios, han reportado desmanes desde varias prisiones; entre ellos: golpizas de «los guardias» «por gritar consignas», «protestar por las condiciones» o «autolesionarse»; torturas como «la bicicleta» o «carretilla»; brotes de sarna, tuberculosis, chinches, dengue y otros virus que no son atendidos, y ahora el Chikungunya; reclusiones en celdas de castigo por períodos prolongados (desde un día hasta nueve meses); privación del sueño; falta de alimentación, con centenares de desnutridos, y condiciones insalubres.  

Las celdas de aislamiento/castigo en Cuba, no son como «el hueco» en EE.UU. Para empezar, el espacio es casi la mitad o menos, y también ahí los presos reciben golpizas. Comparto dos testimonios recientes de ex presos políticos:

Testimoniante 1: es tan pequeña que apenas puedes caminar, un baño (turco) al final (…) eso es un hoyo que a veces se llena de excremento porque no hay agua… horrible. La cama de cemento (…) y es muy duro por la terrible humedad. Puedes estar allí quince días, tres meses y hasta más. Ni ducha ni lavamanos, el agua sale por el mismo tubo que va al caño. La luz solo afuera, en los pasillos, y la comida es adentro, por bandeja.

Testimoniante 2: lo genérico es el tormento del aislamiento a oscuras, la humedad y las condiciones horribles, el calor, y el turco con olores insoportables por la falta de higiene. Conocí tres: 1) espacio reducido de 2x2 metros sin iluminación, solo el turco con ese tubito de agua de tres centímetros, aplastado encima del turco donde tomar agua cuando hay. Tapiada la reja con una plancha de acero que casi impide entrada de aire y luz; sin colchón y sin panel donde dormir; 2) una más pequeña y similar, pero casi sin ventilación, muy húmeda y llena de bichos y 3) una en Villa Marista, de un m² sin turcos ni ventilación, reja con plancha de acero o zinc con una puerta gruesa de madera… no puede uno ni recostarse… las paredes hasta filosas.

En las prisiones cubanas son violados con impunidad derechos humanos universales, la Constitución y hasta el Reglamento penitenciario. La discriminación política es clave, pero se acrecienta con la de género y el racismo. Y todas estas personas padecieron detenciones arbitrarias, violaciones del debido proceso, juicios amañados y malos tratos, falta de independencia de los abogados y de todo el sistema de justicia, subordinado a los dictámenes del Partido Comunista.   

¿Héroes de quién?

«Los Cinco» y sus familiares deberían ponerse del lado del pueblo que los arropó, que consiguió su libertad y regreso a Cuba. Ninguno es hoy un ciudadano común. Tienen posiciones más o menos altas en el sistema imperante y la voz e influencia negadas a millones de cubanos. Deberían interesarse por lo que pasa en las prisiones. Si ignoran este drama, son héroes del gobierno, no del pueblo.

En cada una de sus biografías, Ecured destaca que su prisión transcurrió lejos de sus compañeros. ¿Saben que en Cuba eso también ocurre con hermanos, esposos, hijos y padres? ¿Saben cuántos presos políticos no han visto crecer y en algunos casos ni nacer a sus hijos?, ¿cuántos han perdido a sus padres sin poder verlos? Las visitas son limitadas a un tipo de familiar, o a mujeres, o son prohibidas, y en muchos casos los presos son ubicados lejos de su provincia como castigo a ellos y sus familias.

Las familias de «Los Cinco» sufrieron durante aquellos años, a pesar de que fueron muy bien atendidas. ¿Por qué quienes tanto apelaron a los sentimientos de los demás, al lado humano de su historia, prefieren ignorar ahora este drama en su propio país, con tantas familias sufriendo y con las personas que quieran apoyarlos expuestas a ser reprimidas?

Ellos estaban presos por hechos probados que son delitos vinculados a la seguridad nacional de países en conflicto. Los de acá están presos por ejercer derechos en su país, filmar una protesta, pedir libertad en la calle, o expresar ideas contrarias, no a un gobierno ajeno, sino al propio.

En las redes sociales de «Los Cinco» no hay una sola publicación ni referencia al drama del presidio político en Cuba. Triste, incluso, porque una gran parte de esos presos y sus familias también aportaron a su libertad. No solo ignoran el fenómeno, sino que participan ―a veces con protagonismo― en los mecanismos de control y represión.

Ocasionalmente, Gerardo Hernández visita la Güinera, localidad pobre habanera de donde son muchos presos políticos. La más reciente fue en vísperas del aniversario de los CDR. En vez del espectáculo, los halagos y las fotos, hubiera sido buen momento para conversar con algunas de esas familias.

Gerardo Hernández durante una visita a La Güinera. (Foto: Cortesía de la autora)

Solo la muerte supera a perder la libertad, pero a «Los Cinco», como a los Moncadistas, nunca se les vio sucios, ni con falta de agua o alimento, golpeados o sin atención médica. Nadie podía imaginar que su retorno sería para pedir al pueblo más sacrificios, cobrarle su prisión a la nación y sostener a la dictadura en las redes sociales.

Las hornadas de presos políticos examinadas en estos dos textos solo tienen ese punto en común. Los hechos que motivaron la detención, el enjuiciamiento y la cárcel, así como el acceso de los medios de comunicación ―nulo en Cuba―, las condiciones carcelarias y perspectivas de excarcelación, han sido radicalmente diferentes.

Los Moncadistas y «Los Cinco» cometieron delitos graves probados, aun así, pudieron contar con leyes y un sistema de justicia independiente y beneficiarse de gestos de los respectivos gobiernos, además de alguna prensa y solidaridad. Son recursos impensables en Cuba. Aquellos gobiernos prestaron atención a los reclamos de su ciudadanía y de organizaciones internacionales, y además, fueron respetuosos de los derechos humanos y las Reglas de la ONU para reclusos. A diferencia suya, el régimen cubano es soberbio, ignora y reprime sin límites.

«Los Cinco» y sus familias decidieron reciprocar al gobierno, pero podrían rectificar. Los presos políticos actuales reivindicaron los anhelos de miles de cubanos, son héroes del pueblo. A cualquiera se le sacude el alma cuando conoce testimonios suyos y de sus familiares, pero hay que involucrarse. No olviden lo dicho por el periodista estadounidense Norman Cousins: «La gran tragedia de la vida no es la muerte, (…) es lo que dejamos morir en nuestro interior mientras estamos vivos».   

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Imagen principal: Voces en Lucha.

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Ivette García González

Doctora en Ciencias Históricas, Profesora Titular y escritora cubana.

https://www.facebook.com/ivette.garciagonzalez.9
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