Paradojas del presidio político en Cuba

Se dice que los jóvenes se parecen más a su tiempo que a sus padres. También se afirma que la historia ofrece lecciones que pueden explicar nuestras actitudes más que un voluminoso tratado de psicología social.

No es un secreto el gran terreno que han ganado entre numerosas personas en Cuba, muchas de ellas jóvenes —residan o no en la Isla— , no solamente ideas anticomunistas, sino cualquier puntos de vista u opinión tenidos por «izquierdistas» e inmediatamente descalificados. Algunos desean un futuro político nacional donde tales opiniones sean, incluso, prohibidas por ley.

El gobierno y su aparato ideológico responsabilizan exclusivamente a la influencia de fuentes políticas foráneas, y a las redes sociales por este escenario, tendiente al extremismo y la intolerancia. Pero la responsabilidad es esencialmente suya.

Veámoslo de este modo: si un gobierno que se califica «de izquierda» y se dice sustentado en una ideología «marxista», encabezado por un partido único Comunista —que no admite a otros partidos y carece hasta de facciones internas—, hacina las cárceles de jóvenes (numerosos de ellos de sectores pobres) por manifestarse en las calles; si justifica las altísimas e injustas penas de prisión en delitos de «sedición» contra el sistema socialista que ese partido y el grupo de poder que lo dirige han decretado «irreversible»; si persigue al que profesa ideas políticas diferentes o critica la estructura y funcionamiento del sistema político o las políticas públicas del gobierno; entonces, resulta una consecuencia absolutamente lógica que en el imaginario social haya fructificado la noción de que «izquierda», «socialismo», «marxismo» y «comunismo» son perversiones a erradicar como primer paso para una transformación en Cuba.

En otras épocas de la historia republicana, la reacción entre jóvenes privados de libertad por dictaduras sangrientas fue precisamente la asunción y el compromiso con ideas de izquierda y democráticas. Ello fue asimismo una reacción lógica, y posible dado el tratamiento que el sistema penal de aquellas etapas tuvo hacia los presos políticos; algo muy diferente a lo que ocurre en la actualidad, cuando por subterfugios y amañados procesos judiciales se niega la condición de «presos políticos» a varios cientos de compatriotas.

Presos políticos en tiempos de dictaduras

Numerosas fuentes históricas sobre el presidio político en Cuba durante las dictaduras de Gerardo Machado y Fulgencio Batista —diarios, cartas, documentos— permiten afirmar que en aquellas etapas fue más natural abrazar ideas de izquierda que actualmente, lo cual resulta una verdadera paradoja, pues el sistema político vigente en Cuba se autotitula de izquierda. Ejemplos sobran, veamos algunos.

En su muy lograda y acuciosa biografía Carpentier, la otra novela, el historiador matancero Urbano Martínez Carmenate narra la estancia en prisión del futuro novelista. Habiendo sido acusado de comunista por el gobierno de Machado en 1927 junto a varias personas, aunque en su caso ello era falso, Carpentier cuenta que noventa y dos reclusos compartían un espacio con capacidad para cuarenta, pero aun en tales circunstancias: «(...) tuvo oportunidad suficiente para trabajar en su primera novela, leyó textos como "Mis prisiones" (...) o "El ruedo ibérico" (...) y pudo continuar redactando artículos para la prensa habanera (...)» (p. 124). Uno de sus artículos para la revista Social tenía esta aclaración como pie del texto: «Cárcel de La Habana, julio de 1927». 

Cuando un periodista preguntó sobre el trato recibido en prisión, tanto Carpentier como el escritor José A. Fernández de Castro respondieron: «admirablemente», «Todos se esmeran muchísimo por endulzarnos la prisión. Nos tratan con una consideración exquisita. Son unos excelentes caballeros» (pp.124-125). El biógrafo valora que: «Lo que sí se evidencia es que el encierro fue un evento estimulante para la radicalización ideológica. Carpentier narra que un compañero de celda (...) le enseñó a cantar La Internacional (...)». (p. 225).

Sobre el mismo período, ya en plena lucha contra la dictadura machadista, existen textos desgarradores como La isla de los 500 asesinatos, de Pablo de la Torriente Brau, donde se denuncia el tratamiento inhumano dado a los presos comunes en el Presidio Modelo de Isla de Pinos. No obstante, los presos políticos tenían un trato diferenciado. Recibían visitas con bastante sistematicidad, no solo de familiares, sino de amigos y colegas; podían reunirse y conversar abiertamente de cuestiones políticas, de hecho, sus galeras estaban separadas de las de los presos comunes; disponían de libros, papel, y condiciones para enviar y recibir correspondencia (aunque esta era revisada siempre y en ocasiones censurada).

Ruinas del Presidio Modelo de Isla de Pinos (Foto: OnCuba)

Cuando Raúl Roa describe la rutina diaria con que un grupo de intelectuales presos en Isla de Pinos ocupa su tiempo en el convulso verano de 1932, nos dice: «6 Am La Academia Carlos Marx comienza su cotidiana tarea. Es admirable el tesón y el ansia de saber que enciende a estos camaradas (...)» (p. 160). Resulta válido acotar que Roa jamás militó en las filas comunistas antes de 1959.

Juan Marinello por su parte, en carta a un amigo le cuenta: «Nos levantamos a las seis; hasta las ocho leemos El Capital; de ocho a diez traducimos a Boukharin [sic]». Durante las etapas en que Marinello estuvo en presidio, solicitaba a su esposa y amigos el envío de listas detalladas de libros, tanto su correspondencia como la de otras figuras demuestra esto. Muchos de los textos eran de temas políticos, algunos de sus autores, como los mencionados arriba, eran marxistas.

En el diario de Pablo de la Torriente puede conocerse sobre los extensos debates e intercambios cotidianos entre presos de diversas posturas ideo-políticas: anarquistas, liberales, comunistas, socialistas... La prisión fue para todos ellos, una fragua de maduración política y toma de conciencia cívica.

Dos décadas más tarde, la dictadura de Batista generó presos por motivos políticos como resultado del golpe de estado de 1952. Aunque no eran los únicos, los más renombrados fueron los participantes en las acciones armadas del 26 de julio de 1953.

En su libro La prisión fecunda, el historiador Mario Mencia aborda el período, que no llegó a los veinte meses, en que estuvieron en la cárcel de Isla de Pinos. Según Mencia, que se apoyó en testimonios de los moncadistas, allí maduraron política y cívicamente, se comprometieron con mantener la lucha y muchos comenzaron a vincularse con ideas socialistas y de izquierda. Siguiendo la tradición de los años treinta, también crearon sus círculos de estudio. En un discurso pronunciado por Ramiro Valdés en el acto por el 60 aniversario de la excarcelación de los moncadistas, hace referencia a la Academia Ideológica Abel Santamaría y a la Biblioteca Raúl Gómez García, organizadas en el presidio.

Tanto el texto de Mencia como los recuerdos de Valdés datan de mucho después de ocurridos los hechos; sin embargo, las fuentes originadas al momento de ocurrir los acontecimientos tienen para mí, como historiadora, un valor incalculable. Por ello considero de gran importancia el libro Cartas del presidio. Anticipo de una biografía de Fidel Castro, publicado en 1959 por la habanera Editorial Lex. El mismo es una selección de Luis Conte Agüero (en adelante LCA), también su prologuista, donde se recogen veintiuna cartas escritas por Fidel Castro entre diciembre de 1953 y mayo de 1955 en el presidio de Isla de Pinos. La mayoría estaban dirigidas al propio LCA, pero tuvieron otros destinatarios: su esposa Mirta, su hermana Lidia, Jorge Mañach, el padre de Renato Guitart, María Laborde y Melba Hernández.

A pesar de que Fidel explica en varias misivas que su correspondencia era revisada, e incluso copiada, es evidente que halló un modo de burlar la censura. Creo entender que lo hacía a través de las visitas o con apoyo de personal de la prisión; lo que sí está claro es que en el penal se hacían de «la vista gorda», pues algunas de sus cartas tuvieron como fin ser leídas públicamente en mítines y actos.

De la consulta de esas epístolas se pueden colegir varios puntos interesantes que muestran el tratamiento recibido por los presos políticos moncadistas.

Estaban juntos en la misma prisión y podían comunicarse. Tal es así, que organizaron un motín en repudio a una visita de Batista a la cárcel, en el que entonaron el himno del 26 de Julio, lo que costó una golpiza a su autor, Agustín Díaz Cartaya, y trajo como consecuencia que Fidel Castro fuera castigado con cuatro meses de aislamiento.

El político, historiador y periodista cubano Luis Conte Agüero, exiliado en EE.UU. (Foto: Cubanet)

La sanción en realidad se extendió por más de un año. Así lo dice en carta de 19 de junio de 1954 remitida a LCA:

Hace hoy cuatro meses y una semana que me tienen encerrado en esta celda solitaria. Habían dicho al principio que era por cuatro meses, pero en realidad tienen intenciones de dejarme así definitivamente (…)

Esta situación no puede ser más dura, no sé si tanto por la tortura mental y lo antinatural que resulta, como por pensar que estas cosas se puedan estar haciendo en Cuba con absoluta impunidad y en medio de una indiferencia que espanta por parte de los órganos de la opinión pública.

La condición de aislamiento no impedía que recibiera periódicos y revistas. También podía enviar telegramas, escuchar la radio, escribir o leer incluso en horas de la madrugada: «Aquí me paso el día leyendo», «Acabo de oír por el noticiero de la C.M.Q (11 de la noche)…», «Acabo de ver (domingo 9 a.m.) la revista Bohemia (…)»,«Recalqué esta mañana en el telegrama la cuestión de los libros (…)», «Anoche me quedé hasta la 1 y 30 a.m. oyendo por Cadena Oriental el último mitin político de la campaña de Oriente» (1).

El régimen de visitas era muy flexible. En carta al padre de Renato Guitart, de 18 de marzo de 1955, le dice: « (…) para que a ustedes no les falten noticias mías, ni a mí de ustedes, le envío la dirección de mi hermana que cada quince días viene a vernos».

Renato Guitart había caído en las acciones del 26 de julio, a pesar de ello, su familia podía escribir y visitar a los moncadistas: «Los muchachos se emocionaron mucho con sus cartas y el retrato. No le hablan de eso porque se supone aquí que entre ellos y yo no existe la menor comunicación, y cualquier alusión que, por ejemplo, Pedro [Miret] le hiciera a usted, revelaría en la censura que nos comunicamos; pero todos han recibido el aliento de sus cartas».

El comentario anterior y esta postdata en una carta a su hermana: «Raúl me dice que te escribirá mañana», muestran que evidentemente el aislamiento era violado; por lógica, con apoyo de algún carcelero o personal del presidio.

También pudo ver a su hijo con frecuencia, en varias cartas a su hermana concluía pidiendo: «tráeme a Fidelito».

Por las cartas se aprecia que podían recibir víveres cada vez que tenían visitas, incluso recibir envíos de comida. El 25 de octubre de 1954 dice a su hermana Lidia, que fue ejemplar en la atención que les dio durante la prisión:

«Recibiremos las cosas que nos dejaste la última visita. Todavía nos quedan tres plátanos. La madre de Chucho [Jesús Montané Oropesa] nos mandó hace dos o tres días una latica con carne de puerco frita y chicharrones.

(…) me pides que te diga los víveres que nos interesan. Respuesta: cualquier cosa. Nosotros raras veces nos antojamos de algo. Por otro lado, todo lo que aquí viene es consumido con mucho gusto: nada se pierde».

En las cartas no hay evidencia de quejas sobre las condiciones materiales y de alimentación en la prisión. Si analizamos el relato que Fidel hace a LCA sobre la visita que recibió de varios funcionarios del régimen, incluso del ministro de Gobernación Ramón Hermida, podemos suponer que no había motivos para quejarse, al menos en tal sentido:

«Yo estaba en mi celda, a la 1 y 15 p.m. aproximadamente, acostado en calzoncillos, leyendo, cuando el guardia dio la voz de atención. Sin darme tiempo a nada entraron el Comandante y dos señores vestidos de dril cien. El Comandante dice: “Castro: los señores Gastón Godoy y Marino López Blanco que quieren conocerlo y saludarlo”. Yo le contesté: “Bueno, debieron avisarme un minuto antes para estar vestido”, “También queremos saber cómo lo tratan” —dijo López Blanco—. Yo le contesté: “Ha habido muchas dificultades, pero yo nunca he pensado que la prisión sea un hotel de turismo o un palacio”. Se desarrolló el diálogo cinco o seis minutos más sobre cosas sin importancia, hasta que se despidieron (…)».

No obstante, esto no es lo que más llamó mi atención, como sí lo fueron todas las cosas que Fidel logró hacer desde su condición de preso político. Aunque parezca increíble, desde prisión pudo pleitear una demanda para divorciarse de su esposa. Para ello se reunió con sus abogados, con el fin de determinar aspectos relacionados con la custodia de su hijo. Una misiva de 8 de diciembre del 54 a su hermana, nos informa:

«En el día de ayer estuvieron aquí Pelayo [Cuervo Navarro] y José Manuel [Gutiérrez]. Realmente el tiempo concedido fue muy breve (media hora), todo el cual, casi, lo ocupé yo exponiendo, razonando y justificando mis puntos de vista. Como proposición final, o más bien en respuesta a la otra parte dije que yo accedería al mutuo disenso si ellos previamente traían al niño y lo ingresaban en el colegio que yo dispusiese, bajo mi custodia; de lo contrario la demanda sería presentada sin más dilación (...) Permanezco pues intransigente. Lo suficientemente caballero para evitar un litigio amargo si me devuelven al hijo secuestrado; decidido a llevar esta lucha hasta donde sea necesario si pretenden el sueño iluso de que yo les permita educar ese niño para que aprenda únicamente a vivir de parásito, sin patria, sin honor y sin principios (…)»

Fidel Castro, Mirta Díaz-Balart y el hijo de ambos. (Foto: Cubanet)

Asimismo, pudo seguir participando de algún modo en la vida política nacional. Una carta a su hermana, fechada el 13 de marzo de 1955, nos revela:

«(…) el sábado 6 envié un telegrama a unos muchachos que organizaban un radiomitin en la Onda Hispana-Cubana en favor de nuestra libertad. Como quiera que esas comunicaciones son susceptibles de sufrir por el camino alguna modificación te envío copia textual del mismo para que quede como constancia ya que dio la casualidad que en el día de dicho acto faltó la corriente en este pabellón toda la mañana y no pude escucharlo. Decía así: “Nuestra profunda gratitud a usted y sus entusiastas compañeros que han hecho suya espontáneamente la causa de nuestra libertad. No es el propósito lo que más apreciamos en este caso ya que la prisión con la frente en alto se puede sufrir, sino el gesto de cívica adhesión con que ustedes nos alientan. Serenos y firmes, sin impaciencia ni miedo, sufrimos nuestro destino de hoy. Mañana, nuestro primer abrazo será para los que en esta hora dura se acordaron de nosotros. Fraternalmente».

Además, organizó una campaña muy bien estructurada para denunciar la condición de aislamiento en que lo mantenían. En carta dirigida a LCA el 19 de junio de 1954, enfatiza:

«Luis, estimo que hay que organizar cuanto antes una campaña firma, sistemática y creciente de protesta contra esta insólita situación mía. Lo que se ha hecho, aunque les ha dolido en las entrañas, no es suficiente: son demasiado estúpidos y demasiado soberbios. Hasta que el gobierno no se sienta de verdad perjudicado estas gentes de aquí se enferman del hígado, pero no ceden».

Dicho esto, sugiere diversas iniciativas:

 «(…) visitar a los directores de periódicos y estaciones de radio (…)»

«La intervención de Bohemia sería decisiva. Un escrito bien hecho en la revista no lo resiste esta gente (…) ».

«(…) Puede hacerse también una encuesta gráfica planteándole el problema a un grupo de penalistas de mayor renombre (…)».

«La actitud del Colegio de Abogados ha sido bastante floja. Debes visitar a Miró Cardona y solicitar (…) una colaboración más enérgica».

«La FEU con sus intereses de grupo y sus piñas se ha portado bastante mal. No obstante tú podrás persuadirla de que luchan contra una injusticia mucho más grave que otras a las que ellos le han dedicado todo su entusiasmo».

«Se me ocurre también que sería formidable si en la Cadena Oriental pudiera anunciarse diariamente el tiempo que llevo incomunicado: tantos meses, diez días, tantos meses, once días… así sucesivamente».

En la concepción de la campaña, Fidel Castro aprovechaba a favor suyo un factor externo que podía causar daño al gobierno de Batista ante la opinión pública norteamericana e internacional: «Este es el momento psicológico más favorable por una serie de circunstancias (…) El aislamiento solitario de los soldados norteamericanos en Corea durante meses, se consideró como una de las torturas más crueles a que fueron sometidos; muchos enfermaron y la prensa mundial habló de ello extensamente (…)».

Su logro más significativo desde la prisión, sin embargo, fue la organización pormenorizada de un gran movimiento cívico nacional. Sus cartas a Melba Hernández en tal sentido, son importantísimas y merecedoras de un análisis profundo en otro artículo.  

El desenlace de la prisión política es sabido. La presión de la ciudadanía, que apoyó a una iniciativa de las madres, padres y familiares de los presos, alcanzó su objetivo y estos fueron excarcelados antes de los veinte meses de haber entrado al presidio.

Presos «no-políticos» en tiempos de socialismo

La primera vez que tuve una impresión profunda de lo que fue el presidio político cubano tras 1959 fue al leer el libro Cómo llegó la noche, autobiografía de Huber Matos. Pero con todo lo que sufrieron aquellas personas, al menos se les reconocía su estatus de prisioneros políticos o de conciencia. Los más de mil que guardan prisión por participar en el estallido social del 11j de 2021, y actos de protesta posteriores, no han tenido ese reconocimiento, lo cual dificulta las gestiones para su liberación.

Conversando hace poco con una diplomática extranjera, le pregunté si su embajada, u otras, habían intentado alguna vez gestionar ante el gobierno cubano la liberación de los presos políticos. Su respuesta fue: «Lo hemos intentado, varias embajadas lo han hecho, pero el gobierno argumenta que en Cuba no existen presos políticos ni de conciencia; afirman que esas personas guardan prisión por delitos comunes, incluso, afirman que no existe un solo expediente judicial que evidencie delitos de naturaleza política».

Durante décadas, fue prácticamente imposible que la opinión pública conociera la situación real y detallada de los presos políticos, ya que los medios de comunicación oficiales ni mencionan ese tema. La entrada y crecimiento del acceso a Internet, el auge de las redes sociales y de la prensa alternativa, modificaron definitivamente este escenario.

El estallido social del 11 de julio de 2021 hizo crecer el número de presos políticos como nunca antes, a pesar de que los mismos son reconocidos como presos comunes. Para documentarme al respecto, además de leer las denuncias, analizar las publicaciones y directas de padres y familiares en redes sociales, sitios donde se recogen estadísticas y medios alternativos, me he documentado con los testimonios de madres y padres de los presos.

La situación actual de los presos políticos cubanos es dramática y debe ser atendida como un punto doloroso y sensible de nuestras vidas. El tratamiento que se da a estas personas, condenadas a largas e injustas penas, es abusivo y cruel:

  • Los unen con presos comunes: asesinos, violadores, ladrones; para lo cual los dispersan por numerosas cárceles del país, hacinadas casi siempre, pues Cuba tiene la mayor población penal percápita del mundo.

  • Lejanía de las prisiones respecto a los lugares de residencia como forma de castigo adicional. Un caso dramático es el de Lisandra Góngora, condenada a catorce años de prisión, y trasladada a un penal en la Isla de la Juventud a pesar de residir en  la provincia de Mayabeque, y de que es madre de cinco hijos menores a los que les es casi imposible visitarla.

  • Visitas estrictamente restringidas a familiares directos: madres, padres, hermano/as, esposo/as, hijo/as.

  • Régimen discrecional de visitas y pases, que son condicionados a la obediencia y acatamiento de las familias: las que no denuncien la situación de sus presos son mejor tratadas que las que luchan y presionan por la liberación de los suyos. Algunos presos han estado por varios meses sin recibir visitas familiares, como es el caso de José Daniel Ferrer. Un ejemplo de la crueldad a que puede llegarse es el acoso y ensañamiento contra Walnier Luis Aguilar, cuyo padre, Wilber, ha luchado por la libertad del joven, que tiene incluso una discapacidad mental. Hace poco, en vísperas del día de las madres, negaron la entrada al penal a sus familiares, incluidas sus niñas pequeñas. En ese momento hacía cuarenta días que no lo veían.

  • Condicionamiento de las visitas conyugales a la situación anteriormente explicada.

  • Separación de hermanos y hermanas en prisiones alejadas, lo que obliga a sus familias a mayores gastos y tribulaciones, ejemplo de ello son las hermanas Angélica y María Cristina Garrido, y los hermanos Jorge y Nadir Martín Perdomo.

  • Impiden los textos, intercambios y conversaciones de naturaleza política entre presos.

  • Inexistencia de una comunicación fluida de los presos con el exterior: escasas llamadas telefónicas, censura de correspondencia y libros.

  • Escasa y pésima alimentación.

  • Condiciones materiales e higiénicas deplorables.

  • Tratamiento médico inadecuado.

  • Tortura física y psicológica.

Compatriotas nuestros, la mayoría jóvenes, cumplirán muy pronto tres años de injusta prisión. A muchos les faltan décadas para salir en libertad. Es esa una mancha de indignidad en nuestra historia reciente.  Hoy, 15 de mayo, se cumple el aniversario 69 de que los moncadistas fueran liberados por la presión cívica de una nación que no dio la espalda al dolor y a la injusticia, como desgraciadamente hace hoy la ciudadanía cubana en su mayor parte. A pesar de lo que afirma el discurso oficial, no hemos construido una sociedad superior ni logrado formar mejores seres humanos.

Si vamos a parafrasear a Fidel Castro, costumbre socorrida en los medios y la política oficiales, propongo citar estas palabras suyas que tan bien nos vienen: «estimo que hay que organizar cuanto antes una campaña firme, sistemática y creciente de protesta (…). Lo que se ha hecho, aunque les ha dolido en las entrañas, no es suficiente: son demasiado estúpidos y demasiado soberbios. Hasta que el gobierno no se sienta de verdad perjudicado estas gentes de aquí se enferman del hígado, pero no ceden».

¡Libertad para los presos políticos en Cuba!

***

(1) Acto en Santiago de Cuba Pro-Grau San Martín presidente, en las elecciones organizadas por Batista en 1954 para intentar legitimar su gobierno.

(2) El motivo de la separación emerge en esta carta a su esposa, enviada el 17 de julio de 1954: «Mirta: Acabo de oír por el noticiero de la C.M.Q. (11 de la noche) que “el Ministro de Gobernación había dispuesto la cesantía de Mirta Díaz Balart”… Como no puedo creer bajo ningún concepto que tú hayas figurado nunca como empleada de ese Ministerio, procede que inicies inmediatamente una querella criminal por difamación contra ese señor (…). Quizás han falsificado tu firma o quizás alguien haya estado cobrando a tu nombre pero todo eso se puede demostrar fácilmente. Si tal cosa fuera obra de tu hermano Rafael debes exigirle sin alternativa posible que dilucide públicamente esa cuestión (…)».

***

Imagen principal: Ruinas del Presidio Modelo de Isla de Pinos / OnCuba.

Alina Bárbara López Hernández

Profesora, ensayista y editora. Doctora en Ciencias Filosóficas y miembro correspondiente de la Academia de la Historia de Cuba.

https://www.facebook.com/alinabarbara.lopez
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