¿Ideología o vida?

El más reciente Pleno del Partido Comunista de Cuba, realizado entre los días 4 y 5 de julio pasado, dejó a muchos cubanos con más incertidumbres que esperanzas. Creo que fueron tres las consideraciones fundamentales que allí se hicieron: reconocer que el país no marcha bien, pronunciarse por un plan para erradicar las distorsiones que afectan la economía (aunque no se enunció en qué consistía) y, principalmente, enfatizar en la necesidad de fortalecer el trabajo político-ideológico. Centraré mi comentario en la última de ellas.

Durante seis décadas, mucho se ha insistido en el rol de la ideología. Se han creado instituciones para difundirla y consolidarla. Se han concebido innumerables campañas dentro y fuera del país para defenderla. Y sí, se logró que una parte de la población acate y defienda esos principios sin cuestionamientos, pero ello no ha logrado que tengamos un país más sólido en lo económico ni en lo espiritual.

Cada día son más numerosas las personas que manifiestan su insatisfacción con la realidad inmediata y cuestionan el desempeño de los dirigentes políticos para conseguir las mejoras necesarias para una vida decorosa. Esto ha llevado también a un serio problema demográfico, con una cuantiosa emigración que abandona el país con el fin de hallar condiciones de existencia más favorables en otras partes. Tal situación nos indica que la labor ideológica por sí sola, desconectada de la realidad y de las condiciones de vida, no logra aglutinar a la mayoría en torno al proyecto diseñado por los principales dirigentes del proceso que en todos estos años ha sido denominado «Revolución Cubana».

Este énfasis en lo ideológico, por encima de otros aspectos vitales, cobra mayor efecto en nuestro país, donde la vida política está regida por un solo partido, el Partido Comunista de Cuba, y donde todas las organizaciones sociales (de obreros, estudiantes, mujeres, artistas, intelectuales, etc.) se entienden como estructuras que responden a ese Partido. Dicho sistema implica la existencia de una ideología única para orientar, decidir y valorar el destino de todos, la cual se nos pide asumir sin cuestionamientos, admitirla casi como una fe.

Toda ideología no es más que un conjunto de ideas, opiniones y puntos de vista que representan las aspiraciones de una clase, grupo o sector social. Los grupos de poder políticos también asumen plataformas ideológicas con el fin de fundamentar su razón de ser y argumentar su programa de acción. Como es obvio, resulta prácticamente imposible que una determinada ideología pueda satisfacer los intereses de toda una sociedad, ya que en la misma coexisten diversidad de conceptos e intereses económicos, vitales, religiosos, morales, etc.

Lo deseable es que, en el desarrollo de una sociedad, primen las ideologías que fomenten la tolerancia y la realización de aquellas personas que sostienen ideas distintas sobre aspectos de la vida. Por supuesto, si observamos el mundo, constataremos la existencia de desacuerdos, manifestaciones, imputaciones y hasta guerras que exponen la discordia entre partes con ideologías opuestas. Solo allí donde se establezca la amplitud de miras que tolere, respete y negocie las diferencias, se mantendrá cierta convivencia armónica.

No obstante, ¿puede una ideología, ese sistema de ideas cristalizado en determinada plataforma política, por sí misma, lograr el desempeño de la vida de un país y su continuo adelantamiento? De ningún modo, pues la existencia de las personas está sujeta a exigencias y aspiraciones que constantemente cambian, por tanto, un conjunto de ideas prefijadas en abstracto, no puede ofrecer respuestas a dichas necesidades. Solo si se atemperan y reformulan sobre esas condiciones cambiantes, alcanzarán cierto éxito, pues lo determinante siempre para la realización plena de los seres humanos es la satisfacción de sus necesidades.

Por lo expresado antes, considero que, para nuestro país, empeñarnos principalmente en el ámbito de lo ideológico como expediente para salir del atolladero económico-social en que nos hayamos, no fructificará. No lo hará porque, en primer lugar, la gente está muy imbuida en resolver su subsistencia elemental como para atender razones ideológicas. En segundo lugar, porque la ideología que se intenta reafirmar y sostener ya no es creíble, en su forma ortodoxa, dadas las condiciones de vida y los intereses actuales. Por último, porque será muy difícil hacer entender a las personas que el mismo sistema de ideas que ha regido el país todos estos años, trayéndonos a las actuales condiciones, y que ha permanecido inalterable aun en los momentos de aguda crisis, pueda, de pronto, convertirse en energía eficaz y solvente para sacarnos de ella.

Para entender esto, se hace necesario recordar algunos aspectos de la esencia y características de una ideología. Con el fin de analizar someramente la relación ideología-vida me centraré en el propio soporte teórico que se ha acogido para fundamentar el contenido político-ideológico del sistema. Como se sabe, la estructura de poder que dirige los destinos de Cuba desde hace más de seis décadas, insiste en el establecimiento de un estado socialista. El sustento ideológico de dicho sistema sociopolítico es el marxismo, por tanto, intentemos buscar ciertas respuestas desde esa perspectiva.

En su prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política, Carlos Marx explica cómo funciona la sociedad. Establece una base esencial para poder entender la debida relación entre la base material de la vida y el consiguiente desarrollo de las relaciones sociales. En tal sentido afirma: «El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia».

Ya desde aquí podemos notar la ineficacia de lo exclusivamente ideológico para hacer funcionar una sociedad, pues las ideas que predominan en determinada época están condicionadas por el modo de producción existente. Lo que nos hace deducir que, si la vida material es pobre, no podrá, por regla, ser rica la producción de ideas.

Por supuesto, al igual que todo en la vida, las ideas no son absolutas ni perennes, sino que varían asimismo con el proceso de producción material. Así lo exponen Marx y Engels en Manifiesto Comunista: «¿Qué demuestra la historia de las ideas sino que la producción intelectual se transforma con la producción material? Las ideas dominantes en cualquier época no han sido nunca más que las ideas de la clase dominante».

De tal manera, una producción material fructífera y en ascenso, llevará conjuntamente a un enriquecimiento de las ideas. Ya aquí podemos inferir que la ideología no es un producto inalterable, sino que varía con las condiciones de vida. Es claro que las ideas políticas que rigen en una sociedad provienen de aquellos que controlan el poder, pues son los que determinan sobre el modo de producción. Según sean los intereses y perspectivas del grupo en el poder, así serán de beneficiosas o perjudiciales las ideas que sostienen.

Al exponer las razones y los procesos para fundar una sociedad que superara al capitalismo, Marx y Engels razonan sobre la dialéctica de los procesos de creación material y la necesaria generación de ideas que armonicen con el sistema que se desea construir. Es así que Engels, en su Discurso ante la tumba de Marx, expone de modo sucinto pero contundente la forma en que se relacionan la vida material y la vida social: «Marx descubrió la ley del desarrollo de la historia humana: el hecho, tan sencillo, pero oculto hasta él bajo la maleza ideológica, de que el hombre necesita, en primer lugar, comer, beber, tener un techo y vestirse antes de poder hacer política, ciencia, arte, religión, etc.».

Es lo que comúnmente la gente asume cuando afirma que «El hombre piensa como vive», que, aunque no resulta estrictamente así, es la tendencia general que marca la existencia humana. De manera que resulta casi imposible desarrollar las ideas si no hay una base material de vida favorable.

¿Quiere esto decir que las ideas tienen un papel accesorio y sometido a la existencia material en una fatalidad inalterable? Para nada. Sabemos que hay una relación dialéctica entre las ideas y el modo de vida. Muchas de las realizaciones del hombre, tanto en la ciencia, el arte, la política, etc., tienen un origen intelectual que se adelanta a su tiempo. Solo que, para proyectar cualquier idea transformadora, esta no puede desentenderse de la realidad en que surge, ni mucho menos ignorar la naturaleza humana. Es lo que mantiene el carácter primario de la existencia material.

Pero las ideas también cambian, y es precisamente esto lo que nos vuelve reluctantes al énfasis que los dirigentes políticos cubanos ponen en el trabajo político-ideológico como vía para transformar solventemente las condiciones del país. La ideología que se está intentando reafirmar y sostener es la misma que nos ha traído hasta las deplorables condiciones en que subsistimos en esta Isla.

Solo analizando con realismo y amplitud de miras la situación real en que vive el cubano en estos momentos, se podrán actualizar y vigorizar las ideas que posibiliten un futuro más próspero y justo. Insistir en doctrinas y dogmas que únicamente han causado sacrificios y privaciones, no es solo un absurdo, sino un camino que nos lleva de nuevo al error y las penurias.

No se puede seguir instando a las personas a sacrificarse por determinados ideales que han llevado a la pobreza y la angustia. El sacrificio no puede constituirse en un modo de vida permanente. Es un esfuerzo que se hace en un tiempo determinado para conquistar algo, pero si no hay logro ninguno, pierde su carácter fructífero el sacrificio. Antes bien, se convierte en una condición estéril, odiada y repudiada.

La ideología debe servir a la vida. No es la vida la que debe ofrecerse como sacrificio en el altar de la ideología. ¿Cómo asumir, celebrar y defender una ideología que en la práctica no permite una existencia más benévola y provechosa? Por mucho trabajo de catequesis que se haga, tales ideas no se convertirán en convicciones en la conciencia de las personas, pues no hallarán su sentido útil.

Ninguna idea puede ir contra la naturaleza de la existencia humana. La vida es todo lo que tenemos en esencia, y ella únicamente es tal, si la realizamos del mejor modo, satisfaciendo nuestras necesidades y aspiraciones, materiales y espirituales. El tiempo que perdamos en no hacerlo es vida derrochada, lo cual no es justo, porque solo tenemos una. Ella se vive aquí y ahora. Por eso la ideología debe estar en función de la vida, y no a la inversa. Ninguna ideología tiene derecho a hacernos postergar nuestras vidas.

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Imagen principal: Sasha Durán / CXC.

Manuel García Verdecia

Poeta, narrador, traductor, editor y crítico cubano. Máster en Historia y Cultura Cubana.

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