El dilema cubano: trascender o colapsar
Jóvenes, haced política,
porque si no la hacéis, se hará igual,
y posiblemente en vuestra contra.
José Ortega y Gasset (1883-1955)
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Hoy el dilema cubano es trascender o colapsar. Hemos vibrado con orgullo ante las protestas de estudiantes universitarios en varios planteles del país. Cuba retoma la tradición de que la Universidad es parte, dolor y orgullo de la nación. Los jóvenes están haciendo política, porque la política está en todo. Es una estocada a la dictadura y una llama que no se apagará. Es triunfo que muestra el despertar que impulsó muchas luchas desde el siglo XIX.
Es lógico, Cuba atraviesa la peor crisis de su historia: sistémica, estructural y en fase terminal. Es caos y conflicto nacionales en un contexto internacional desfavorable. Ofrezco algunas ideas sobre el escenario interno y posibles soluciones que estimulen la reflexión.
La Revolución cubana de 1959 devino régimen totalitario de matriz estalinista. Su impulso inicial descansó en las ansias de un pueblo que buscaba derribar una dictadura y restablecer el orden democrático con justicia social; en la histeria colectiva que sucede a toda revolución; en el liderazgo de Fidel Castro; en la provisionalidad de quince años; en el reacomodo de fuerzas políticas; en la pronta neutralización de la contrarrevolución y en la dependencia que consiguió articular con la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Más de medio siglo después, el modelo social asumido se agotó y confirmó su naturaleza excluyente y represiva. Se quebraron los lazos de dependencia y se abandonaron las políticas sociales que inspiraron aquella Revolución, por las cuales muchos aceptaron los vacíos democráticos y la falta de derechos y libertades civiles y políticas. Desde hace décadas, el país sucumbe de crisis en crisis, con fuerte resistencia de la clase política, devenida «nueva clase», que gobierna como encarnación de «la Revolución» en base a represión, manipulación y éxodo permanente de las fuerzas vivas del país.
Breve diagnóstico del caos
La clase política en el poder es cada vez más ineficaz y parasitaria. Absolutamente incapaz de manejar, siquiera, aquello que salvó a la ciudadanía en las peores circunstancias precedentes: el alimento mínimo diario, la salud pública y el sistema de defensa civil ante fenómenos naturales. Hoy la gente está muriendo de hambre, de falta de medicamentos y atención médica y hasta por fenómenos naturales. Un caos, sin contar la crisis demográfica y otros muchos déficits.
Ofrezco al respecto apenas unos datos. De acuerdo a registros del Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH) del pasado año ―la situación actual es peor―, la extrema pobreza se ha expandido (89%), al tiempo que la desaprobación del gobierno (91%). El problema principal es la crisis alimentaria, al que siguen la inflación, electricidad, costo de la vida, salarios, pensiones, salud pública y corrupción.
El cuadro se extiende al transporte, acceso al agua potable, educación, la debacle de la industria azucarera y de casi todos los indicadores económicos que repercuten directamente en la ciudadanía. Sin embargo, el gobierno sigue privilegiando inversiones en el sector inmobiliario (incluido el turismo, también en picada) en detrimento de la agricultura, tecnología, industria, seguridad social, educación y salud. Siempre se violaron derechos cívicos y políticos, pero hace un tiempo también los económicos, sociales, culturales y ambientales.
Frente a este escenario, existe un amplio espectro de oposición y sociedad civil que no tiene cómo socializar propuestas de alternativas y mucho menos disputar el poder por vía de elecciones libres, porque no existen. Es un modelo pos-totalitario, decadente, pero con numerosos recursos para mantener el poder mediante la violencia política y la manipulación.
Constituyen agravantes la polarización y la represión masiva de cualquier disenso o intento de crear algo fuera del control del Partido/Gobierno/Estado. Además, la expulsión y/o exilio de miles de personas en edad productiva y con capacidad de liderazgo social, las divisiones internas dentro de la oposición política y la sociedad civil dentro y fuera de la Isla, y los múltiples efectos psicosociales del totalitarismo. Ellos van desde la despersonalización, la noción de que no hay nada que hacer («esto no hay quien lo tumbe, pero tampoco quien lo arregle», vieja frase popular), y el síndrome generalizado de la sospecha y la desesperanza.
Auge de la represión
El auge de la represión masiva desde 2021 se evidencia en:
1. La absoluta vigilancia de los ciudadanos, física con agentes oficiales e informantes de las fuerzas represivas, hasta los teléfonos fijos y celulares, que son monopolio del Estado.
2. Las violaciones de derechos con total impunidad alcanzan, desde la expresión, asociación, manifestación, circulación, propiedad privada y la propia vida.
3. El país ocupa el segundo lugar a nivel mundial en cuanto a población penal, y los presos políticos y de conciencia ―que al cierre de mayo pasado eran 1.158 de acuerdo con informe de Prisoners Defenders― son víctimas de primera línea, usados como monedas de cambio y en la peor condición. Aun así, el gobierno cambia y recambia como quiere: excarcelaciones espurias por negociaciones internacionales y re-encarcelamientos vergonzosos, como los recientes de José Daniel Ferrer, Félix Navarro, Donaida Pérez y otros excarcelados entre enero y marzo pasados.
4. Las cárceles ―que hoy son varias veces más que las que tenía la dictadura anterior a 1959― son espacios oscuros donde no existe ningún tipo de verificación independiente, nacional o internacional. En ellas se han confirmado al menos quince tipos de tortura y otros tratos crueles, inhumanos y degradantes. Torturas tan variadas y extendidas que ya se nombran de diferente manera en oriente y occidente, como si fueran nuevas variaciones dialectales del castellano de Cuba.
5. Adicionalmente, existen registros de muertes en custodia, suicidios de presos y de familiares. Y en las prisiones hay personas de todas las edades (desde adolescentes hasta ancianos) y estratos sociales: obreros, profesores, periodistas, escritores y artistas. Los hay blancos, mestizos y de piel negra; y también mujeres y personas LGTBIQ+. La discriminación de base más generalizada y transversal es la política; a ella se agregan, con mayor crudeza, las que provienen de identidad de género y color de la piel. Coincidencias fatales para presos políticos y activistas.
6. El control de la información y la censura se han convertido en ley, y escandaliza la represión al periodismo independiente. Lo que se sabe de las prisiones es por denuncias clandestinas y gracias a dichos medios, como El Toque; así que mucho de lo que sucede, en realidad no trasciende las rejas.
¿Hay opciones para evitar el colapso?
A pesar de todo, existen opciones. Desde las masivas y espontáneas protestas pacíficas de julio de 2021, el espectro del disenso y la oposición se han ampliado considerablemente, así como el ejercicio de la protesta en muchas localidades de Cuba. Las más recientes y sostenidas, del estudiantado universitario, representan el punto más álgido hasta el momento, evidencia de la fractura y también de la esperanza. La radicalización evidente del 2021 a la fecha, no tiene retorno: de posiciones reformistas a rupturistas con el régimen.
La ciudadanía está desesperada, y el gobierno ―que reprime incluso preventivamente y ha llevado el cinismo a su máxima expresión―, también. La oposición se ha planteado proyectos de transición y estrategias de lucha, pero ninguno ha podido arraigar en la ciudadanía y ser contrahegemónico. El gobierno, atrincherado y mintiendo hasta de su existencia, ha perdido la capacidad de respuesta ante las demandas ciudadanas, pero no la capacidad de control social y de protagonismo en lo internacional.
Tres temas son de absoluto consenso entre los sectores democráticos: liberación de los presos políticos, derechos humanos y democracia. Aunque siguen primando la dispersión y los desacuerdos, existen más de cien organizaciones y proyectos dentro y fuera del país, más conciencia respecto a la importancia de la unidad, y mayores esfuerzos para lograr coaliciones y articulaciones efectivas.
Parece estar más claro que se necesita, al menos:
1. Trabajar en las bases de la ciudadanía, promoviendo cultura cívica y alternativa viable.
2. Articular alianzas en torno a los principales temas de convergencia.
3. Impulsar la lucha cívica con inteligencia y creatividad para lograr un músculo político que fortalezca a la ciudadanía y debilite a la dictadura.
4. Fortalecer la lucha democrática en la diáspora, incidiendo en lo internacional para dar a conocer la Cuba real, lograr condenas contra la dictadura y ganar solidaridad democrática.
5. Conseguir una articulación efectiva entre los frentes interno ―primera línea de lucha― y externo ―soporte retaguardia para los de adentro― de la lucha democrática.
6. Alcanzar suficiente impulso político para lograr una transición pacífica con el menor costo social posible, lo que podría conseguirse mediante un proceso de Diálogo Nacional (I y II) con garantías para transitar a la democracia.
Cualquier solución para el drama cubano pasa por la reactivación y apoyo responsable a la lucha cívica dentro del país. Es difícil pero no imposible. La libertad cuesta, y la no violencia activa supone una lucha más larga y compleja. Es todo el tiempo «plan contra plan» y pone a prueba no solo la valentía sino la inteligencia, pero es más eficaz hoy y tiene más garantías de no transitar de una dictadura a otra, como ocurrió en 1959.
Es preciso cultivar la esperanza, el apoyo efectivo mancomunado y la articulación consciente de la prioridad. El hambre por sí sola no hace a los rebeldes, es la conciencia de que es posible cambiar las cosas, negarse a aceptar y esperar pasivamente que las soluciones vengan desde afuera, o desde arriba. Hay que aprestarse antes de que sea demasiado tarde. Como decía el filósofo y ensayista español cuya frase encabeza este texto: «El pasado no nos dirá lo que debemos hacer, pero sí lo que deberíamos evitar».
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* El origen de este texto fue una ponencia presentada en la X Jornada sobre Cuba: Cuba en riesgo de colapso, de la Universidad de Alicante, España, 12 y 13 de noviembre de 2024. Sesión: Cuba en el actual escenario internacional.
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Imagen principal: Sasha Durán / CXC.