Urgencias de la lucha democrática en Cuba
La idea que no trata de convertirse en palabra es una mala idea,
y la palabra que no trata de convertirse en acción es una mala palabra.
Gilbert Keith Chesterton (1874-1936)
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Las luchas democráticas en contextos totalitarios, como el cubano, son las más difíciles. Es necesario y posible edificar un nuevo proyecto de país que reivindique la «dignidad plena del hombre» y la libertad. Para ello, se precisa comprender el escenario, las urgencias y los retos encaminados a lograr la transición a la democracia desde abajo.
Existe un alto nivel de consenso en asuntos claves: objetivo principal de la transición misma, libertad de los presos políticos, visión del país que se quiere, e incluso programas. Sin embargo, ello no se traduce en estrategias concertadas y acciones eficaces. En esto influyen la escasa cultura cívica y política, la desconfianza, las pasiones y los desacuerdos respecto a las vías. Se nota en la pérdida permanente del foco, en la desunión, la falta de realismo y la persistencia de un amplio segmento que intenta vivir o sobrevivir y son indiferentes.
No obstante, la meta está más cerca que hace diez años, solo precisa traducir la convicción en voluntad y práctica. Cuba no necesita simplemente un «cambio», sino una transformación radical en todos los órdenes para desmontar el régimen imperante y construir un nuevo país. Eso es, en su esencia, «revolución», que no surge por la miseria, sino por la esperanza, las convicciones y la determinación de ser actores de ella, no meros espectadores.
La transición debe ser cubana y desde abajo, para asegurar que ocurra y que no sea fraudulenta. Idealizar escenarios, desconocer las urgencias y no asumir que la libertad siempre cuesta, son factores humanos que paralizan o ralentizan el proceso. Similar impacto tienen otros factores, como mezclar con la misma prioridad relaciones o conflictos bilaterales; esperar y/o aferrarse a un solo líder o una sola vía; prepararse solamente para «cuando ocurra algo», que suele dejársele a la providencia, al hambre, a alguien de arriba (GAESA) o de afuera (Estados Unidos, Rusia, China). Sin contar las pasiones humanas, que siembran división al interior de los sectores democráticos.
Perversidad en contexto
Primero, debe comprenderse lo que se tiene. El régimen cubano es un sistema perverso, que socializó la miseria material y también espiritual. A base de adoctrinamiento, y usando nuestros mejores valores, caló en las mentes a través de un proceso de despersonalización y resignación ante la dominación.
En otros textos he comentado sobre la indefensión aprendida, daño antropológico y daños psicosociales. Ellos continúan siendo parte del contexto, pero hoy, el «Dolor País» al que me referí en 2021, es más que evidente. Es notorio el peso de la relación entre «la cuota diaria de sufrimiento que se le demanda a sus habitantes y la insensibilidad profunda de quienes son responsables de buscar una salida menos cruenta»; hechos que, en el inconsciente colectivo, confirman la crisis del modelo de sociedad.
Un factor clave ha sido dominar en base a la manipulación y el terror. Este tipo de régimen evita exponer su verdadera naturaleza, le importa mucho la imagen internacional y presentar su condición de víctima frente a poderes superiores externos. Necesita el enemigo externo; si no lo tiene, lo inventa, y si el enemigo afloja la cuerda, él mismo la vuelve a tensar, porque sin ese escenario de conflicto no sabe gobernar. Es el principal sustento de su permanente estrategia opresiva.
Para evitar exponerse reprimiendo una protesta pública, emplea un silencioso, multifacético y milimétrico sistema de control y amedrentamiento sobre los ciudadanos, sea un preso político, su familiar, un opositor o un activista ―aunque sea animalista o ambientalista―, e incluso un disidente. Da igual, teme a todo lo que no esté bajo su control y a su servicio. Pero si no logra evitar la protesta, reprimirá con todo. Ejemplos de ambas actitudes se aprecian en las diferencias entre las manifestaciones del 11 y 12 de julio del 2021 y la organizada para el 15 de noviembre del propio año.
Es la misma lógica del reciente recordatorio del diario Granma en la plataforma X, al usar un fragmento del discurso de Fidel Castro del 3 de febrero de 1959 en Guantánamo. Saben que están en fase terminal, así que lo traen, aunque sea una pieza anacrónica: «Si la Revolución se frustra, la contrarrevolución triunfa, y la contrarrevolución solo podría triunfar aquí sobre la base de un mar de sangre, de un verdadero mar de sangre».
Tal vez fue aquella una de las primeras ocasiones en que Fidel Castro usó la expresión del «baño de sangre», o similares, pero no la única. Sería ese un recurso recurrente en su estrategia de amedrentamiento hacia los de adentro ―fueran convencidos, contrarios o no convencidos―, y los de afuera. Ahora, esas palabras en X tuvieron apenas tres comentarios de apoyo. Los otros sesenta y siete eran condenatorios. Véase uno: «la contrarrevolución triunfó hace rato, debemos hacer la revolución del pueblo».
Siempre es bueno releer ciertos textos y poner a los responsables del drama de Cuba frente a su propio discurso. Este contiene repetidas tesis falaces y manipuladoras que se repetirán con aderezos ―según el momento― durante décadas.
Según las declaraciones iniciales, «La Revolución ha llegado al poder no para que mande un grupo de hombres, sino para que mande el pueblo» y «no habrá dictadura nunca». Habría democracia, viviendas, empleo, retorno de campesinos al campo y crecimiento de la producción agrícola. ¡También capacidad de respuesta ante sanciones económicas extranjeras («¡Con malanga, con sal, con manteca, con carne, nos sostenemos!»); nos industrializaríamos y nos independizaríamos económicamente.
Retos y posibilidades
La Revolución se usó para implantar una dictadura totalitaria; fue de los humildes, pero no por ellos ni para ellos. Durante más de medio siglo el régimen ha demostrado con creces su carácter dependiente, opresivo, incompetente y parasitario. Cuba ha involucionado, no es posible seguir adornando esa realidad con la nostalgia de algún tiempo que no fue peor, o mirando hacia afuera.
Solo conociendo el país profundo, donde varias generaciones fuimos víctimas del totalitarismo, se puede entender que un pueblo históricamente aguerrido, solidario y emprendedor, lleve más de medio siglo sin poder recuperar la democracia y el bienestar. Solo así pueden comprenderse los numerosos escollos que los sectores democráticos cubanos enfrentan cada día, afuera y adentro.
Ya la ciudadanía y el país no aguantan más. Urge comprender el contexto y las limitaciones para aprestarse a una fase definitiva que conduzca, por fin, a una real transición democrática.
Comparto algunas ideas para el debate.
Punto de partida/limitaciones
Dictadura latinoamericana más longeva, postotalitaria y decadente, pero eficaz en la represión e imagen/incidencia internacional
Sociedad civil y oposición debilitadas: destierro/éxodo de líderes reales y potenciales, centenares encarcelados, limitada capacidad de actuación y articulación adentro, y persistencia, en la ciudadanía, de un amplio espectro en modo silencio/sobrevivencia, por tanto, contrario y potencialmente aliado.
Estado de terror y efectos de la ofensiva de la Seguridad del Estado, que reprime adentro y neutraliza/divide/impide afuera la consolidación de liderazgos y una articulación efectiva.
Radicalismo y polarización política, desfavorable para la integración, la lucha cívica y la capacidad de contrarrestar los planes de la dictadura.
De los retos y cómo encararlos
Articulación de fuerzas opositoras y de la sociedad civil ―en coaliciones o frentes― dentro y fuera de la Isla. Son imprescindibles el compromiso y apoyo efectivo de la diáspora a los que luchan adentro, especialmente presos políticos y organizaciones opositoras y de la sociedad civil.
Labor cívica con la ciudadanía para la toma de conciencia respecto a sus derechos, el objetivo principal, y para cultivar la esperanza, la seguridad de que ha llegado el momento y que todos pueden participar de algún modo.
Lograr el arraigo en la ciudadanía de uno o más programas mínimos, que se vuelvan movilizadores y contra-hegemónicos. La gente necesita saber hacia dónde va el cambio.
Reactivación de la lucha cívica y la no cooperación: estrategia de no violencia activa. Para eso y más, urge la capacitación de activistas y organizaciones opositoras y de la sociedad civil.
No basta con la lucha cívica, son precisas acciones para quebrar los soportes de la dictadura: desde la no cooperación y contramedidas adentro y otras de contrarresto afuera.
Estrategia concertada para una proyección internacional eficaz con las comunidades de cubanos en el exterior, así como de identificación y frustración de las operaciones de la SE, sanciones al régimen, solidaridad democrática, etc.
Acelerar el paso a la transición, al reforzar el papel de cada actor democrático, evaluando el contexto y ajustando las tácticas. Centrar el foco/prioridad en el fin de la dictadura, considerando todas las vías y actores que garanticen una transición desde abajo (lucha cívica, sensibilización, protestas en prisiones, proyección internacional, prensa, foros alternativos, calle sin retorno, plebiscito, Diálogo Nacional, etc.). Y tomar nota de que no es suficiente que la dictadura caiga. En ese escenario no puede haber vacío de poder, se necesita una bisagra o coordinación nacional que garantice ese tránsito emancipador y ordenado con estricto apego a la soberanía popular.
La buena noticia es que ninguno de esos siete retos está en cero y que existe un alto nivel de consenso respecto al objetivo fundamental. Pero la variable «tiempo» es clave para los sectores democráticos; al régimen se le agotó hace mucho. Ni los presos políticos ni las mayorías aguantan más. Nadie por separado tiene la solución. Las redes sociales no lo son todo, hay que cerrar filas y apurar el paso. Urge un frente común contra el cansancio y el miedo, que vaya de una vez a por la democracia. Es el momento, como expresara el filósofo, escritor y periodista británico G.K. Chesterton: «(…) sólo cuando todo es desesperado la esperanza empieza a ser completamente una fuerza».
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Imagen principal: Sasha Durán / CXC.