Cuba: Escenarios, retos, riesgos y peculiaridades de cara a la transición

Uno de los temas más aludidos en el debate político mundial es sin lugar a dudas el de la transición. El término, que de por sí conlleva una serie de ideas preconcebidas, ha sido objeto de innumerables estudios comparativos para determinar sus posibles cursos. Porque en definitiva de eso se trata una transición política, pasar de un sistema de gobierno a otro de la manera más expedita posible, en muchos casos asumiendo además un vuelco en las ideologías gobernantes.

Independientemente de las diferentes formas en que pueden producirse, existe amplio consenso respecto a que el estado óptimo de una transición implica su forma noviolenta. Incluso en casos de conflictos armados, guerras civiles y hasta lo que algunos dan en llamar estallidos sociales, por regla general se termina con ambos bandos sentados en una mesa de negociación, aunque sea para tratar los términos de una rendición.

Definición de transiciones políticas

En términos puramente semánticos, una transición política significa un traslado, el paso de un ordenamiento a otro bajo nuevos parámetros. Otro elemento importante a tener en cuenta es el hecho de que una transición no es garantía de democracia plena si los movimientos no se preparan adecuamente para los retos que plantea la misma. No olvidemos que en la actualidad, la autocracia electoral es el tipo de régimen más común en el mundo. Cada vez se desdibujan más las fronteras ideológicas y los nuevos dictadores muestran su disposición a aferrarse al poder de forma permanente, bajo cualquier bandera.

La evidencia histórica apoya esta tesis. Las Dras. Erica Chenoweth y María Stepan encontraron en su estudio fundacional de 2011 ―el cual revisa las revoluciones del siglo pasado―, que los movimientos noviolentos tienen un 40% más de probabilidades de resultar, a largo plazo, en avances democráticos y paz interna que las insurrecciones violentas. Por su parte, Jonathan Pickney (2020), en un análisis de las transiciones de resistencia civil a través de acción noviolenta, encontró que un movimiento puede elevar a líderes no tradicionales y democráticos, difundir normas democráticas como la creación de coaliciones, la negociación y la participación cívica, y aumentar las expectativas públicas sobre las instituciones para satisfacer necesidades públicas.

El caso Cuba: peculiaridades y semejanzas

Un estado de opinión desafortunadamente compartido tanto por partidarios como por oponentes del régimen castrista, es el de la excepcionalidad de la situación cubana, en virtud de la cual consideran que no es posible aplicarle las reglas de involucramiento que han tenido éxito en otros escenarios. Esto representa una contradicción, debido a que tal argumento se ha escuchado hasta la saciedad en otros países, con ordenamientos políticos y sociales completamente diferentes unos de otros (Túnez, Zimbabwe, Maldivas, Perú, etc). La gran semejanza consiste, precisamente, en el afán por mostrarse diferentes.

Una peculiaridad que sí debe tomarse muy en cuenta, es la apropiación del 40 % de la economía cubana por GAESA, el entramado económico-político-militar del régimen. Dicha circunstancia descarta la conveniencia de una transición acomodada desde el poder, debido a que esta megacoporación retendría el control de la economía insular, lo que redundaría en un cambio de forma y no de fondo del sistema. Este fue un fenómeno particularmente notorio en Rumania, precisamente dada la captura del Estado por parte de los militares tras su victoria en el enfrentamiento con la Securitate.

Las decisiones sobre la nacionalización o privatización de industrias, así como el alcance de las garantías de los derechos de propiedad (especialmente para los actores políticos, por ejemplo, los militares) deben ser parte de la agenda de reclamaciones durante la lucha, y abordarse en las negociaciones de transición. Ignorar o retrasar la solución de esas preocupaciones económicas, podría volverse problemático en el futuro y ayudar a la inestabilidad política.

En países como Rusia, Kazajastán y Bielorrusia, el control económico bajo el «nuevo orden» fue asumido por representantes de estamentos armados, como algunos ex KGB (el propio Vladimir Putin) o Viktor Bout, un ex oficial del Ejército soviético que ganó notoriedad como el principal traficante de armas mundial tras la desintegración de la Unión Soviética, quien terminó arrestado en Tailandia por la DEA para finalmente ser canjeado, catorce años después, por la estrella de la WNBA Britney Grittner, presa en Rusia por posesión de drogas.

Bout, quien inspiró el filme El señor de la guerra, protagonizado por Nicholas Cage, fue formado en el Instituto Militar de Lenguas Extranjeras de Moscú, conocido como centro de entrenamiento para espías. En septiembre de 2023, fue elegido diputado local por una región del Volga. La imbricación de poderes económicos y militares es una amenaza seria para cualquier transición y sus consecuencias futuras.

Cómo transitar

Entonces, el dilema no consiste en la transición en sí, sino en saber hacia dónde se transita. Esto reviste particular importancia en el caso cubano, donde la existencia de una férrea dictadura por sesenta y seis años, provoca que muchas personas que de buena fe trabajan por el cambio, alberguen dudas sobre una posible transformación de la sociedad sin que se recurra a la violencia, y existen también algunos que la promueven como la única vía posible. Se ha llegado al punto de vilipendiar la palabra «transición», al tergiversar su significado presentándolo como sinónimo de «complacencia» y «complicidad» con la dictadura. Nada más alejado de la realidad.

En muchos de sus puntos, esta tesis coincide con la narrativa del régimen, la cual afirma que no puede ser cambiado de otra manera que no sea por la fuerza de las armas, con la evidente intención de llevar a sus oponentes a combatirlo en el terreno donde es precisamente más fuerte.  Otra arista de esta teoría es la de la intervención extranjera, la famosa invasión norteamericana que nunca se ha producido, así como la eternamente esperada insurrección de las fuerzas armadas, el golpe de estado pro democracia, y en su máxima expresión, la muerte física del dictador.

De todos estos escenarios, el único que ha sucedido es el último, y obviamente no condujo a un cambio de régimen en la Isla, como tampoco sucedió en la URSS con la muerte de Brezhnev, en Hungría con la de Janos Kadar, o Edward Gierek en Polonia, Gustav Husak en Checoslovaquia, etc, etc. Ni siquiera en Rumania, con la ejecución de Ceausescu y la ascensión al poder de Ilon Illiescu, quien después se proclamaría como nuevo dictador. El primer paso hacia una transición exitosa en Cuba sería entonces tener una idea clara de cómo y hacia dónde transitar, para evitar esas experiencias negativas del pasado.

La importancia de los procesos

Las transiciones políticas pueden desarrollarse a través de varios mecanismos, cada uno con características y trayectorias distintas. Las elecciones pueden servir de plataformas para articular campañas de movilización masiva, como sucedió en los casos de Serbia contra Milosevic, o Georgia contra Shevardnadze ―la llamada Revolución de las rosas. En Polonia terminó en una Mesa Redonda, con el Partido Obrero Unificado Polaco negociando garantías de cómo conservar al menos un escaño en el Parlamento ante la debacle electoral que se avecinaba ante el sindicato Solidaridad.

En sociedades divididas por conflictos, los acuerdos negociados ofrecen un camino hacia la transición al reunir a facciones opuestas para determinar nuevos acuerdos de gobierno, a menudo propiciados por acciones de la ciudadanía, las cuales pueden revestir las formas más inverosímiles. En Liberia, por ejemplo, una huelga de sexo (huelga lisistrátrica) protagonizada por mujeres puso fin a una guerra civil de más de una década (1989-1996 y 1999-2003), forzando a dos ejércitos a firmar un acuerdo de paz y catapultando a su organizadora, la activista Leymah Gbowee, al Premio Nobel de la Paz en 2011.

Las transiciones muchas veces se producen en los escenarios más improbables. Estos escenarios no son previsibles hoy en día en Cuba, por razones obvias. El espacio electoral se mantiene completamente cerrado y, por otra parte, tampoco existe un movimiento extendido a nivel nacional capaz de forzar al régimen a sentarse a una mesa de negociación. Las dictaduras, especialmente las de corte totalitario o post totalitario, solo se sientan a negociar cuando ven amenazada su permanencia en el poder.

Desafíos y riesgos

Las transiciones políticas están plagadas de riesgos que pueden amenazar la estabilidad del nuevo ordenamiento social que se aspira a construir. Muchos de ellos se asocian a condiciones internas; otros emergen de valoraciones de fuerzas externas. Por ejemplo, durante mucho tiempo se ha intentado presentar la transición española como el modelo a seguir para Cuba, en un proyecto compartido por partidos opuestos como el PP y el PSOE, que llegó a enviar a uno de sus principales asesores económicos a la Isla con la esperanza de generar algunas reformas económicas, sin resultado alguno.

Lo mismo sucedió con el «tú mueves ficha, yo muevo ficha» de Aznar, que se estrelló contra el muro de inmovilidad absoluta del castrismo. El gran riesgo de las transiciones inducidas desde el Exterior radica en que intentan imponer sus propios modelos, llegando hasta el punto de preseleccionar figuras nacionales que se ajusten a sus intereses o visiones foráneas.

Transitar para empoderar

Las transiciones remodelan las sociedades, sus legados dependen de la inclusividad del proceso, la resiliencia de las instituciones y la capacidad de los líderes para abordar las causas fundamentales del descontento.

Cuando una persona es desplazada de la cúpula de la pirámide de poder, siempre hay alguien dispuesto a ocupar rápidamente ese puesto, y la estructura se mantiene inalterable. No hay entonces transición, sino reemplazo. Un excelente estudio de Freedom House demuestra con datos y cifras que, para que exista una transición a la democracia en sistemas totalitarios y autoritarios, esta tiene que ser promovida por movimientos de base, no por élites de poder.  

Por otra parte, las tesis de una intervención extranjera y reestructuración interna comparten además un elemento particularmente pernicioso: asumen que el pueblo cubano es incapaz de ganar su libertad por sí mismo, en una visión que lejos de empoderar a nuestros compatriotas, los priva de cualquier protagonismo en la determinación de su propio destino. Lo peor del caso es que esta opinión también la comparten algunos de los nuestros, y también la exponen a viva voz en foros públicos y privados.

Las claves de una transición exitosa

Esto nos lleva al punto clave de la cuestión. De todos los posibles escenarios, el que se perfila como más acertado de acuerdo a la situación cubana, es el cambio promovido desde la base hacia arriba, desplazando a los actuales estamentos de poder. Una verdadera transición no depende de una persona, ni en el poder ni en la oposición. Puesto que se trata de transformar un sistema, se requiere la articulación de un nuevo sistema capaz de ocupar el espacio del anterior.

Ese es el rasgo distintivo que comparten todas las transiciones exitosas, en cualquier época de la historia, contra cualquier tipo de gobierno, protagonizadas por cualquier grupo humano. Los determinismos culturales, que adjudican los resultados a la existencia de una raza, cultura, religión u ordenamiento social determinados, lo que hacen es propagar el falso sentimiento de excepcionalidad que favorece, en última instancia, a los dictadores.

Se trata entonces de despojarnos de estereotipos preconcebidos. La primera transición que debe ocurrir en Cuba es dentro del activismo, pasar de individualidades a campañas, diseñadas en base a escuchar lo que dice la gente a voz en cuello. Constantemente hay personas transitando de zonas de indiferencia a zonas de activismo, el potencial humano crece todos los días a ojos vistas; si se les provee con las herramientas adecuadas, y ven reflejadas sus demandas en el discurso de la oposición, se allana el terreno para la articulación de una auténtica agenda nacional de transición.

Tenemos que creer en ese pueblo, porque si no lo hacemos nosotros que somos cubanos, ¿quién lo haría? LQQD, el mejor escenario continúa siendo el de un movimiento de amplia base popular, con estrategias noviolentas ajustadas a las particularidades de nuestra realidad, pero siguiendo las reglas generales de involucramiento en este tipo de conflictos.

Las transiciones políticas no son uniformes ni predecibles; responden a complejas situaciones específicas. Sin embargo, existen unas reglas comunes que, en caso de ser observadas, aumentan de forma significativa las posibilidades de que se produzcan de forma no traumática y sienten las bases para el establecimiento de sociedades democráticas. Al estudiar los puntos clave en las diversas transiciones, los responsables políticos, los académicos y los ciudadanos pueden anticipar mejor los desafíos y aprovechar las oportunidades para construir sociedades estables, justas y prósperas.

No es posible, en un trabajo de esta extensión, abarcar todos los mecanismos para una transición política, ni siquiera en el caso específico de Cuba, pero lo que queda claro es que para estén debidamente representados los intereses de los sectores mayoritarios de la población, y no se convierta en un intercambio de privilegios entre élites de poder, tanto nacionales como extranjeras, se requiere que la ciudadanía esté preparada adecuadamente para incidir con voz propia en los procesos que la conformen.

Cuba no es una excepción, por tanto, los escenarios de transición en nuestra patria no se limitan única y exclusivamente al derrocamiento de la dictadura, sino también a la transformación de las prácticas de los agentes de cambio, tanto dentro como fuera de la Isla. Existe una amplia diversidad de fuentes de aprendizaje con relación al tema, y actualmente se cuenta con innumerables herramientas para aprender y transmitir estas enseñanzas a todas las partes interesadas.

Para transitar se precisa, como mínimo, conocer las reglas del tránsito.

***

Imagen principal: Sasha Durán / CXC.

Omar López Montenegro

Fundador del Movimiento Pro Derechos Humanos en Cuba y presidente del Centro Latinoamericano para la Noviolencia.

https://www.facebook.com/omar.lopez.montenegro
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