La Eklessya Digital: de la Nube a la Verdad

Mi amigo el Viajero volvió al Capitolio. No vino por turismo ni por nostalgia: vino a conversar. Se detuvo frente a la Estatua de la República y, como quien reencuentra a una vieja confidente de bronce (hoy rellena de hormigón hasta las rodillas para evitar su desplome, después de una incorrecta manipulación en ocasión del Primer Congreso del PCC), le habló en voz baja. Traía el capítulo 8 aún fresco en la memoria, lleno de marcas en su tablet y notas en los márgenes. Y empezó a soltar sus pensamientos como quien desahoga la mochila tras un largo viaje.

—¿Sabes, República? —le dijo, apoyando un codo en el pedestal—, esto de la compasión eficiente está muy bien. Pero me preocupa otra cosa: ¿cómo se construye verdad en medio de un mercado de gritos?

Le contó que había probado algo. Que compartió un contenido esperanzador, sobre un grupo de jóvenes cubanos diseñando una app solidaria… y otro post lleno de bilis contra un influencer cubano en Miami. El segundo explotó en likes, el primero murió en la penumbra de los feeds. Suspiró y abrió su libreta, donde había anotado tres verdades amargas:

  • Que los algoritmos de Facebook, X y YouTube premian lo que más divide, no lo que más une.

  • Que en Cuba, además, el Estado alimenta granjas digitales de troles —las famosas ciberclarias— que inundan la red con desinformación, ataques, burlas y ruido dirigido.

  • Que en la otra orilla, muchos influencers profesionales, en su lucha por monetizar cada segundo de atención, convierten el exilio en espectáculo y el dolor en contenido.

—¿Ves el problema, República? —continuó el Viajero, ahora encendido. Ya no sabemos si estamos debatiendo ideas o jugando en la pecera emocional de otro. Las clarias manipulan desde el poder, pero los algoritmos les hacen el trabajo sucio. Y mientras tanto, el influencer promedio se cree profeta porque le aplauden mil emojis.

Levantó la vista hacia el rostro inmóvil de bronce y dijo casi como un juramento:

—La Eklessya digital que imaginamos no puede vivir en esa lógica. Si va a servir para algo, tiene que ser más profunda que el ruido, más libre que las redes compradas, más ética que los likes. Tiene que construir verdad entre humanos, no espectáculo para el algoritmo.

Eklessya, en su origen griego (ἐκκλησία), fue la asamblea ciudadana donde se deliberaban asuntos de interés común. No era solo un lugar físico, sino una práctica de ciudadanía activa, donde la palabra era acción y el diálogo, poder. En nuestra era digital, la Eklessya renace como necesidad: una arquitectura ética, deliberativa y libre, que supere el ruido de las redes sociales y restituya el valor de la inteligencia colectiva. Esa noche me envió una nota de voz donde resumió todo con una frase que arrastro desde entonces:

«La compasión no se monetiza. Y la verdad, si no se cuida, se convierte en trending».

El reto de construir verdad

El Viajero tiene razón. Lo que está en juego no es solo la estética del discurso, sino su infraestructura. La verdad necesita espacio, pero también necesita arquitectura. Y hoy esa arquitectura está asediada por tres fuerzas paralelas:

  • Los algoritmos comerciales, que premian lo emocional, no lo veraz.

  • Las granjas de troles estatales, que siembran toxicidad y miedo.

  • La pugna electoral por los votos en Florida, que simplifica, caricaturiza e instrumentaliza el conflicto cubano para ganar campañas.

¿Y en medio? Una ciudadanía transnacional que quiere actuar, pero que se mueve entre burbujas, performance y ruido.

Embudo para Consensos: Inteligencia Cívica con Método

Frente a ese caos, surge una propuesta concreta: el Embudo para Consensos. Un modelo de inteligencia colectiva asistida por IA, diseñado para transformar ideas dispersas en acuerdos viables. Estas son sus fases embudo:

  • Cajón de Ideas: apertura a la pluralidad, sin jerarquía.

  • Discusión Colectiva: contraste ético y político, con apoyo de IA.

  • Diseño de Escenarios: modelar consecuencias y alternativas.

  • Síntesis y Decisión: evaluación con sentido y justicia.

  • Ejecución y Retroalimentación: acción + ajuste continuo.

  • Documentación: memoria cívica transparente y replicable.

No se trata de sustituir al ciudadano, sino de amplificar su poder. Cooperación entre humanos e IA, no sumisión. Ya existen experiencias reales que encarnan esta lógica: proyectos cívicos nacidos en la nube, pero con impacto tangible en comunidades reales. En nuestro caso abundan comunidades, blogs y plataformas ciudadanas. Se trata, como en todo lo demás, de unir experiencias y voluntades para ascender un escalón hacia una Nación empoderada, libre y participativa.

El Viajero susurra a la República

Esa noche, antes de cerrar la libreta, el Viajero volvió a mirar a la Estatua de la República. El Capitolio ya estaba en penumbras, pero él seguía allí.

—Oscar me comentó que pronto comenzará una iniciativa para formar Ciudadanos Digitales libres y empoderados —comentó. Me dijo que será un espacio de aprendizaje y reencuentro. Donde nadie enseña desde arriba, y todos aprenden desde el centro. Yo creo que es hora.

Sacó su libreta y escribió tres palabras que le rondaban desde hacía días: Investigar. Pensar. Actuar. Y luego añadió otras líneas más, esta vez en voz alta, como si se lo dijera también a la Estatua: 

Las redes sociales existen para capturar atención, vender anuncios, fomentar clics. Están hechas para que digamos lo que ya pensamos, para que discutamos sin escucharnos, para que nos vean… no para que nos entendamos. En cambio, la Eklessya Digital es otra cosa. Es un espacio para deliberar, no para gritar. Para construir acuerdos, no para coleccionar aplausos. Para ejercer ciudadanía con inteligencia, método y compasión. Sin olvidar un minuto a los que padecen en las mazmorras, duermen en las calles, claman por atención médica, los que vagan por el mundo, o sea, las mayores víctimas de la actualidad. No busca monetizar el conflicto, ni viralizar el odio. Busca que nos reconozcamos como iguales, incluso si pensamos distinto. Que pasemos del clic al consenso. Que convirtamos la nube en comunidad.

Dejó esa página abierta en la libreta, como una invitación. ¿Tienes dudas, ideas, propuestas? Escríbelas. Compártelas: iacomentario@gmail.com. Porque las preguntas también construyen nuestra Eklessya. Y las respuestas… a veces llegan en forma de comunidad. Súmate a los arquitectos y albañiles de nuestra Eklessya. Ambos son imprescindibles: diseño y concreción.

Se alejó despacio. Como hacen los que entienden que todo comienza por escuchar. Y mientras bajaba las escaleras del Capitolio, pensaba que, quizás, la nube no es el final del camino… sino el nuevo punto de partida.

Oscar Visiedo

Informático cubano. Exdirector del Centro para el Intercambio Automatizado de Información (CENIAI).

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