Cuba y el escenario internacional: contradicciones y retos

En texto anterior me referí a la crisis sistémica cubana, sus factores internos y posibles soluciones. Dejé exprofeso para otro análisis su lugar en el actual escenario internacional, con sus contradicciones y retos. Lo transnacional también es vital, Cuba es y no es una Isla.

Información es poder, para empezar a liberarse uno mismo. No es casual que sea de las grandes obsesiones del totalitarismo: dominar todos los medios de comunicación masiva, censurar, interpretar para los otros, enseñar a dudar de todo, menos del poder. Todo y todos de espaldas al mundo y sometidos al partido único.

Hoy es terrible pero distinto. Ya la información no es patrimonio exclusivo del Granma y la televisión. No existe únicamente crisis, sino conflicto nacional, en un mundo que también ha cambiado gracias a la impronta de la tecnología, las comunicaciones y la interconexión global; con pujas y reacomodo de fuerzas y políticas de alcance mundial e impactos múltiples. Se consolidaron la democracia y las vías democráticas para cambios y transiciones, el paradigma de los derechos humanos y la paz; sin embargo, asistimos a un reflujo en varios órdenes y a una puja por hacer valer esos logros de la humanidad. Otro tiempo, otros retos.  

Seis realidades transnacionales:  conexión con Cuba

  1. Retrocesos democráticos y auge de autoritarismos, sobre todo desde la pandemia del Covid-19, que facilitó medidas drásticas en detrimento de derechos humanos universales. El régimen cubano se valió de ello, y aportó.  

  2. Limitada capacidad del sistema de derecho internacional y de los derechos humanos, pues sus decisiones no son vinculantes. Algunos gobiernos usan la autodeterminación y la soberanía nacional como resguardos para oprimir con impunidad, o se defienden mostrando la Constitución y otras regulaciones jurídicas con derechos reconocidos, que en la práctica violan, pero son inverificables.

    Cuba se aprovecha y abusa de todo eso. El gobierno suscribe con retraso los pactos internacionales de derechos humanos y no ratifica, por ejemplo, los principales de derechos económicos, sociales, culturales, cívicos y políticos. En otros ámbitos los firma, pero no suscribe los protocolos facultativos, que establecen obligaciones para verificación internacional; así ocurre en el caso de la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos y Degradantes.

  3. Intento de reconfiguración del orden global y proyección del imperialismo ruso, al cual se adhieren dictaduras como la cubana. El único enemigo para la élite es los Estados Unidos, y todo aquel que coincida, es su aliado. De ahí la inmoralidad de respaldar la invasión rusa a Ucrania y su connivencia o complicidad con los desmanes en China, Corea del Norte, Irán, Nicaragua, Venezuela y organizaciones terroristas en Medio Oriente.

    Una proyección internacional demagógica, hipócrita, de oportunismo político disfrazado de ideología y de espaldas a la ciudadanía. Además de inmoral y de absoluta irresponsabilidad política. Desdeña el rescate del país ―que debería ser su primera responsabilidad― y pone en riesgo constantemente la seguridad nacional.    

  4. En un contexto tan complejo, con guerras y múltiples conflictos, Cuba no es prioridad en agendas bilaterales ni multilaterales, pero mantiene el conflicto con Estados Unidos como su única prioridad. Al parecer, la clase política cubana esperaba el doble efecto tradicional de una administración republicana. Efecto negativo, porque suelen ser más radicales y enfáticas con más sanciones y temas de derechos humanos y presos políticos. Hasta ahí lo previsto, pero ahora, en apenas seis meses, las acciones superan el discurso y la creatividad es mayor.

    Apenas un ejemplo, la actuación del Encargado de Negocios de Estados Unidos en Cuba, que ha dejado en shock al gobierno. En Cuba es inédito. Hasta ahora, quienes del ámbito diplomático han apoyado a los sectores democráticos cubanos, suelen hacerlo con bajísimo perfil y cuidado de no incomodar al régimen. Incluso, recién se reeditan incoherencias por parte de la Unión Europea. Una, no recibir a familiares de presos y activistas en su Delegación en La Habana y otra es la reciente declaración dando palmadas en la espalda al gobierno y desconociendo reclamos de la sociedad civil independiente respecto al Acuerdo de Diálogo Político de Cooperación con Cuba.

    El efecto positivo del endurecimiento de la política estadounidense para el gobierno cubano, estaba en la posibilidad de aprovechar el perfil confrontacional del vecino para reforzar el discurso del miedo en la ciudadanía ―en base al peligro del enemigo externo y la eventual invasión―, manipular y mantener o ampliar consensos. Y, en lo internacional, usarlo para revictimizarse y ganar apoyos.

    Hoy lo tienen difícil. La ciudadanía cubana ha cambiado y la crisis es demasiado profunda y sin horizonte; la gente no tiene nada más que perder y el régimen la ata de pies, manos y lengua. La visión de que las causas del desastre puestas por el gobierno en el enemigo externo, incluidos bloqueo/embargo y una hipotética intervención, cada día se desplaza más en la conciencia colectiva hacia el régimen dictatorial interno.

    Y afuera hay más información e incidencia de los exiliados, que muestran la verdadera Cuba y marcan posiciones ante gobiernos y organismos internacionales. Notable ejemplo es la reciente elección de Rosa María Payá en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

  5. Alianza transnacional de las dictaduras cubana, venezolana y nicaragüense (la «Troika Latina»). Sus expresiones contemplan el mercenarismo, controles ciudadanos, represión, migración y lo legislativo. Es oscura, corrupta y de espaldas a los respectivos pueblos. Cuba encabeza, con su notoria experiencia totalitaria y represiva.

    Control de la imagen y la proyección internacional del país, prioritarios desde 1959, y la narrativa oficial de «David frente a Goliat», que conquistó generaciones. Persisten en presentar una imagen romántica sobre la Revolución y Cuba ―desde una postura «de izquierda», «internacionalista», «no alineada» y «antimperialista» ―, mientras ocultan la impopularidad del régimen, su represión a sectores trabajadores, el apoyo al imperialismo ruso y el desmontaje de las políticas de justicia social.  

Diplomacia en acción

Lo anterior explica el despliegue de una diplomacia enorme para un pequeño país. Proactiva y eficaz, calzada adentro con oficinas claves del sistema de Naciones Unidas ―dependientes y/o controladas por el Partido/Gobierno/Estado― y de una diplomacia de gobiernos que responden a intereses respectivos.  

A la imagen y el contubernio tributó el espectáculo del pasado 18 de junio,  con la creación de una Comisión Nacional de Derecho Internacional Humanitario. Presentes en el acto: el presidente responsable de la peor represión conocida en Cuba, Miguel Díaz-Canel, diplomáticos y representantes de la ONU en La Habana. El colmo del cinismo.

Es un servicio exterior que gestiona apoyos a su candidatura en programas y organizaciones internacionales donde podría ser interpelado. Cuatro ejemplos:  

  1. Consejo de Derechos Humanos de la ONU, donde el repertorio de violaciones es mayúsculo. Véase el último Examen Periódico Universal de Derechos Humanos (EPU), 2023.

  2. Organización Internacional del Trabajo (OIT), donde muestra el «excelente» desempeño de un país que prohíbe la libre sindicalización y no ha ratificado 37 convenios relacionados con derechos humanos y fiscalización.

  3. Convención para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW), a pesar del crecimiento exponencial de femicidios, que no reconoce.

  4. Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), de cuyo Consejo 2023-2026 es miembro, un país ejemplo de censura y control de la información y el acceso a internet para la ciudadanía.

¿Por qué y para qué? Muchas democracias no prestan atención a estas instancias y hechos. El gobierno cubano sí, porque ocupar un lugar en ellas supone de antemano una ventaja para todo análisis de esos temas, y tributa a la imagen y la legitimidad internacional, que traslada luego al espacio doméstico.

Hay que conocer a Cuba por dentro para advertir los reales propósitos del Partido/Estado/Gobierno en dichos foros. Descubrirá por qué, organizaciones de la llamada «sociedad civil socialista» ―Comités de Defensa de la Revolución (CDR), Central de Trabajadores de Cuba (CTC) y Federación de Mujeres Cubanas (FMC)―, sirven especialmente a esos posicionamientos internacionales. Comprenderá la «extraña» alineación de votos de Cuba con otras dictaduras, contra críticas por injusticias y desmanes en esos países y alianzas con ellas para protegerse mutuamente.

No es ideología, es oportunismo político e intereses de poder, que nada tienen que ver ni representan la voluntad ciudadana. Recomiendo los estudios del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL) sobre este asunto.  

Solidaridad

A los sectores democráticos cubanos se les dificulta encontrar respaldo internacional. A muchos les cuesta creer y existen diversos y graves problemas globales. Mientras, el llamado «movimiento de solidaridad con Cuba» está envejecido, pero se sostiene. Se articula en las embajadas, consume el Granma ―traducido a varios idiomas―, ha asumido a Cuba como «el gobierno», y hasta pronuncia sus mismas consignas. De ahí que fácilmente sea utilizado como muro de contención/confrontación de iniciativas de los emigrados cubanos.  

Acaso destaca, por contradictoria, la dificultad para atraer la solidaridad de sectores de izquierda. Esta es muy diversa: una, crítica y sin perfil estalinista, ha sido coherente; otra, sea por intereses o porque la resistencia/inmolación de los cubanos sirve como referente y sustento a sus luchas domésticas, ha preferido el silencio, o la conexión romántica con lo que quiere, o le conviene, ver.

Sin embargo, el problema actual de Cuba no es de izquierda/derecha, sino de derechos humanos y democracia. En realidad, tal esquema de análisis es anacrónico, no permite explicar los conflictos de nuestro tiempo, trazar estrategias de lucha ni articular redes solidarias.

Para la izquierda, es comprensible que Cuba se haya vuelto ―como expresó hace años el sociólogo portugués Boaventura de Sousa―, «un problema difícil». Pero quien se llame de izquierda y solo conciba enfrentar al capitalismo y las violaciones de derechos humanos allí; únicamente condenar las dictaduras de derecha; o apoyar protestas en países capitalistas y no en Cuba, desnaturaliza los propios ideales que una vez abrazó.

Es el pensamiento el que debe actualizarse, la realidad está ahí para quien quiera verla. En consecuencia, hoy la izquierda, lo revolucionario y lo progresista, también se define por la postura ante el drama que vive Cuba y la lucha de los sectores democráticos cubanos. Afróntese la realidad para no ser cómplices, o no tener que decir mañana: «Cuba, de eso mejor ni hablar». 

La Isla y el mundo han cambiado. El escenario internacional no decide sobre el cambio interno, y tiene tantos retos como problemas y contradicciones, pero también ofrece oportunidades. Salvar a Cuba es, en primerísimo lugar, nuestra responsabilidad como cubanos.

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Imagen principal: Sasha Durán / CXC:

Ivette García González

Doctora en Ciencias Históricas, Profesora Titular y escritora cubana.

https://www.facebook.com/ivette.garciagonzalez.9
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