Toda nación necesita, desde su carácter cívico, que participen amplios sectores de la ciudadanía en busca de pensamientos plurales. En la diversidad de criterios radica, justamente, la práctica de un diálogo fundamentado en puntos convergentes y divergentes, que tienen como punto de encuentro el respeto, aun cuando se aborden las temáticas más complejas.

Si el Estado asume posiciones impositivas, entonces los actores sociales que abogan por transformaciones también adoptarán estrategias para intentar prevalecer, lo que ocasiona el riesgo de que se ponga a un lado el bienestar del país. Las tensiones pueden gestarse a partir de tres posturas sociales básicas:

a) Los que se oponen a ciertas medidas implementadas por el gobierno.

b) Los que se oponen al gobierno.

c) Los que se oponen al sistema político.

Para ser objetivos, sería útil preguntarnos, en cuanto a la adopción de una postura política determinada, con cuál de estos grupos nos identificamos. Pudiera considerarse, incluso, la posibilidad de ubicarse en las tres categorías elevándose, por tanto, el ejercicio de la crítica. En cualquier caso, será oportuno considerar hasta dónde se está dispuesto a liberarse de dogmas para crear conceptos propios, capaces de sostenerse desde la teoría y la praxis.

Quien se oponga a una medida puntual, deberá conocer que no se halla en presencia de un hecho aislado, pues esta obedece a un conjunto de disposiciones que responden a políticas ordenadas por un sistema. Ello quiere decir que lo «meramente circunstancial» está en función de objetivos superiores, trazados con plena consciencia de lo que se pretende alcanzar. Es bueno percatarse también de que un asunto, por específico que sea, tendrá implicaciones en disímiles áreas, que marcarán negativa o positivamente el desarrollo individual y colectivo.

Sería ingenuo creer que a los decisores se les ha escapado determinado aspecto relacionado con lo establecido. «La falta de previsión» es una manera efectiva de justificar lo que sucedería con seguridad. Por tanto, el alcance de una medida no puede valorarse únicamente por lo que propone en sí misma. Hay que identificar cuál es su verdadero origen y sus probables efectos, tomando en consideración las múltiples consecuencias, que tendrán mayor impacto, como es lógico, en las personas más vulnerables.

Debe comprenderse que los individuos opuestos al gobierno no están en contra de la Patria. Se puede ser independentista y no necesariamente ser socialista, capitalista o comunista. Los que se presentan como detractores de la gestión gubernamental, están reconociendo la incapacidad de un modelo para garantizar el progreso de la población a la que dicen representar.

Más allá del fallo de un elemento en particular, interpretan que la crisis es producto de los gobernantes, o que trasciende a una magnitud sistémica, en la que es imprescindible transformar las estructuras que la componen. Si la clase dirigente hace oídos sordos a los reclamos populares, si ejecuta acciones amparándose en el poder, si censura lo que puede constituir debate provechoso; las disensiones se harán cada vez más profundas, y donde pudo haber entendimiento existirá discordia. Oponerse al gobierno no significa proponer el anexionismo como solución a los problemas. Es, en primer término, visibilizar diferentes opciones para el futuro en medio de un contexto en el que se plantea la irreversibilidad de la opción oficial.

Las revoluciones se producen por necesidades de diversa índole, para atender a demandas urgentes, y ocasionan la transformación de la sociedad. No es lo mismo oponerse, por ejemplo, al modelo impuesto en Cuba tras la revolución de 1959, y sobre todo desde 1961, que estar en desacuerdo con los procesos revolucionarios de manera general. Las propuestas realmente liberadoras llevan implícitos cambios agudos, pero las revoluciones no son eternas, ellas triunfan precisamente para dar lugar a procesos de reformas tendientes a las necesidades y aspiraciones de la ciudadanía.

La revolución sucede en un momento de la historia. Después se produce la institucionalización del proceso, con la correspondiente transición de lo revolucionario a lo gubernamental. La proclamada continuidad lo que busca es legitimarse en el poder sin transformar la política del Estado. ¿Quiénes son los verdaderos revolucionarios? ¿Los que permanecen estáticos en sus esquemas de dominación o los que renuevan las estructuras según las necesidades sociopolíticas de la Patria?

El razonamiento sosegado, a la luz y en defensa del civismo, permite llegar a conclusiones que determinan la trayectoria a seguir. Reflexione íntimamente sobre las motivaciones que le provoca determinada reacción. Establezca los principios que definen su acción ciudadana. Afírmese y confírmese en sus valores para que los trasmita coherentemente. Sus conclusiones no tienen por qué coincidir con las mías. Basta que su razón se levante firme, como ideas incorruptibles ante el paso de las adversidades. ¿A qué se opone usted?  

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Imagen principal: Soumyadip Sinha / The New Indian Express.

Dariel Enrique Martín Hernández

Teólogo, profesor de Teología práctica y de creación literaria, escritor y editor residente en Matanzas.

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