Hacia el país que soñamos, pasando por Gaza. Notas en diáspora

En una reflexión de hace varios años, el intelectual cubano René Fidel González afirmaba que para cambiar el régimen autoritario (dictatorial) en Cuba había que cambiar la cultura autoritaria. Esta es una idea que entendemos muy importante, y que abre a la acción política diversas áreas de incidencia. Dicha concepción no espera por promesas de libertad y advierte en el presente la demanda del actuar cívico.

Como parte de esa cultura autoritaria y maniquea, que trasciende al gobierno de Cuba, hay quienes entienden que la causa del pueblo palestino no es cercana a la libertad de una Cuba libre e inclusiva, porque esa ha sido una pelea del gobierno cubano. Desde esa métrica política, que entiende como enemigo al amigo de mi enemigo, se evalúan conflictos y eventos de política internacional. Frente a esta concepción nos preguntamos, ¿cuál es la promesa de libertad de aquellos que justifican, no ya en contra del derecho internacional, sino de los más básicos principios del orden moral, el asesinato sistemático de niños y niñas en Palestina?

No creemos en la solidaridad osificada del gobierno cubano, que con una mano denuncia la violencia en contra de Palestina, y con la otra criminaliza a su propio pueblo por alzar la voz. Compartimos las reacciones que advierten la contradicción en esta postura.

Pero si hemos de demandar coherencia, llevemos la demanda hasta sus últimas consecuencias. Porque de esta posición también se desprende, cuando menos, una justificada desconfianza frente a los amigos del Norte, que con una mano apoyan la causa futura de Cuba, y con la otra sostienen, financian y legitiman el genocidio sionista sobre el pueblo palestino. Es posible y necesario hacer ambas críticas.

Si bien uno no escoge el contexto en el cual participa de un evento político, sí puede escoger el «lugar» desde el cual lo hace. Condenar la masacre en contra de los palestinos no significa colocarse al lado del régimen cubano. Como tampoco implica exculpar a los represores de la protesta social en Cuba, señalar el rol cómplice de los gobiernos de EE.UU., Inglaterra, etc., ante el actual genocidio. No es tampoco junto a la jefa de la Unión Europea, al presidente de Francia, al primer ministro inglés, entre otros ―que, gracias a la presión popular, concurren tardíamente a imponer sanciones a Israel y reconocer el Estado Palestino―, que rechazamos la violencia del régimen colonial y de apartheid sionista. Lo hacemos desde otro lugar.

De hecho, creemos que no acudimos solos a esta posición.

Hay un espacio geográfico muy amplio, transnacional y con múltiples creencias, que crece, y que, ahora mismo, navega con más de cincuenta embarcaciones hacia las playas de Gaza, con tripulantes de más de cuarenta y cuatro naciones, llevando alimentos, medicamentos, y fórmula para bebes; porque la fórmula para bebes está prohibida por el bloqueo de las tropas israelíes sobre Gaza.

En el espacio de esta denuncia, acompañamos también a hijos e hijas de la diáspora palestina desplazada que hoy vive en muchos países; a los jóvenes estudiantes estadounidenses de diversos credos que, en su premonición, organizaron campamentos en más de 130 universidades para advertir de lo que hoy todas las organizaciones e instituciones pertinentes reconocen como un genocidio; a los trabajadores portuarios y estudiantes en Italia que hoy amenazan con parar los puertos y las universidades ante los ataques del régimen sionista en contra de la flotilla Global Sumud; a nuestras hermanas y hermanos puertorriqueños, que leen en Gaza parte de su propia historia. En ese lugar hay también otra memoria histórica, con espacio para Hind Rajab y Aaron Bushnell, y un abrazo ordinario entre Yuval Abraham y Basel Adra.

Entendemos la condición de urgencia de las presas y presos políticos y de sus familiares en Cuba; y de las condiciones de miseria en las que la mayoría de la gente navega la vida diariamente. Pero no es nuestra la ingenuidad cuando sospechamos de las simpatías de liberación de gobiernos cómplices en el genocidio.

Si la promesa de nuestra libertad depende de ignorar la masacre sostenida de inocentes en Palestina, entonces necesitamos otra idea de libertad. O al menos sepan los que persisten en perseguir esa vía, que no nos representan.

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Imagen principal: Bashar Taleb/AFP vía Getty Images.

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Ahmed Correa Álvarez

Jurista y profesor. Doctor en Humanidades Interdisciplinarias por la Universidad de California.

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