La esperanza como acto cívico
Queridos compatriotas:
La Navidad vuelve a llegar a Cuba en un clima que desestimula cualquier ilusión festiva. A la oscuridad de los apagones, la escasez material, y la precariedad que han colonizado la vida cotidiana, se suma este año una dimensión más profunda y terrible: la de un país enfermo tanto en su cuerpo social como en su entramado moral, que transita estas fechas sin que desde el poder existan estrategias que señalen horizontes de recuperación.
Miles de cubanos pasan hoy la Navidad enfermos, sin acceso a medicamentos esenciales, ni diagnósticos confiables, ni una atención sanitaria mínimamente garantizada. La crisis de salud es una condición más de la vida nacional. En un país que hizo de la salud pública una promesa identitaria, la enfermedad se vive ahora en soledad, con angustia y desamparo, mientras el discurso oficial insiste en normalizar lo insostenible.
A esta emergencia sanitaria la acompaña una herida que no cicatriza: la prisión política. Según registros independientes, al menos 1.192 personas permanecen encarceladas en Cuba por razones políticas. Pasarán esta Navidad lejos de sus familias por haber ejercido derechos elementales. Detrás de esa cifra, que puede sonar abstracta, hay padres, madres, hijos, jóvenes y personas vulnerables que encarnan el costo humano de un sistema que ha optado por el castigo y la represión como métodos de gobierno.
La mesa en torno a la cual las familias solían reunirse en estas fechas no solo está marcada por la escasez —alimentos caros, difíciles de conseguir o inexistentes—, sino también por las ausencias de la migración y el exilio, la enfermedad y la cárcel. La Navidad vuelve a llegar atravesada por la pérdida y la separación.
Sin embargo, es este un tiempo asociado al renacer, al cuidado y a la esperanza. Si bien en Cuba ese significado no puede ser celebrado de manera festiva, tampoco debe ser abandonado. Recordar a los enfermos, nombrar a los presos políticos y luchar por su liberación, acompañar a las familias separadas por la migración o la cárcel, es un acto de afirmación ética de hondo valor espiritual. La esperanza que hoy cabe no es ingenua, sino sobria, nacida de la dignidad, de la memoria y de la convicción de que ningún sistema basado en la corrupción, el abandono y el miedo puede sostenerse indefinidamente.
En esta penumbra que atravesamos, desde CubaXCuba insistimos en algo esencial: cuidar la vida, la verdad y la dignidad es una forma concreta de disputar el futuro. A través de actos de solidaridad y resistencia —a veces silenciosos o en apariencia mínimos— hemos logrado que el país que anhelamos empiece a nacer en medio de las ruinas de un régimen que se muere. Esa es, hoy, la certeza que defendemos y la que nos sostiene.
Con sentido afecto, les deseamos que compartan nuestra esperanza y, en ella, sea esta una feliz Navidad,
Junta Directiva
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Imagen principal: Sasha Durán / CXC.