La Cuba de hoy ante el discurso revolucionario de 1959

El discurso, en tanto arma ideológica que se erige manipuladora de la realidad, es uno de los elementos claves que a nivel macro han permitido sustentar el poder de los líderes desde los tiempos antiguos. El caso de Cuba no es diferente, más ¿en qué medida la llamada unidad de pensamiento de la Revolución es real? ¿Hasta qué punto el discurso fue construido y adecuado en función de acontecimientos o necesidades del poder?

En enero de 1959 la situación del país era muy complicada políticamente: al menos tres ejércitos al pie de las armas, mínimo tres organizaciones que se sentían con parte de la cuota del éxito, una ciudadanía en efervescencia post dictatorial, una profunda y arraigada costumbre de debatir y disentir, más la importancia —objetiva o no— que tenía para muchas de las llamadas «clases vivas» del país la posición de los Estados Unidos.

Durante los primeros meses del año 1959 la labor proselitista de las figuras «ex rebeldes» fue intensa, particularmente en el caso de Fidel Castro. Una simple búsqueda en el sitio Fidel - Soldado de las Ideas arroja un total de cuarenta discursos o intervenciones en programas televisivos en los primeros cuatro meses, dirigidos a núcleos importantes de opinión como las Instituciones Cívicas, el Colegio Médico, el Colegio de Arquitectos, la Universidad, la prensa, y el exterior.

Resulta imprescindible analizar cómo se manejaron en esos primeros meses las preocupaciones más delicadas de la sociedad: libertad, libertad de expresión, democracia, elecciones o futuro del país.

Cuba en el reino de maravillas

El 8 de enero de 1959 Fidel se dirigía al pueblo desde el Campamento Militar de Columbia, al día siguiente acudía a los estudios de CMQ, al programa Ante la prensa, para ser entrevistado por representantes del gremio. En ese momento el poder de los ex rebeldes no estaba solidificado, la tirantez con el Directorio Revolucionario 13 de marzo (DR13 en lo adelante) estaba en su punto máximo, las antiguas organizaciones continuaban aún en los lugares que habían tomado el día primero, etc. Por lo que buena parte del espacio fue utilizado para presentar la idea de gobierno que pensaban proyectar hacia futuro y buscar así el respaldo popular:

(...) lo más importante a restablecer de manera definitiva son los derechos individuales y los derechos políticos, ¿verdad? Por ejemplo, la libertad de prensa, la libertad de prensa no es un derecho constitucional, ¿no? ¿No tiene interés la prensa en que se restablezca ese derecho? Pues ese derecho está restablecido automáticamente desde que cayó la tiranía, porque más que un derecho constitucional es un derecho inalienable de un país democrático, un derecho inalienable del pueblo. Puede no haber Constitución y, sin embargo, la libertad de prensa, la libertad de opinión, la libertad de vivir, todos los derechos individuales que la Constitución establece, esos existen. Porque cuando no hay tiranía, ¿qué hay? Democracia. Y dentro del régimen de libertad tienen que existir todos esos derechos. 

Mas los periodistas de CMQ, acostumbrados a promesas pre electorales que casi nunca se cumplían, enfatizaban a través de preguntas precisas y directas sobre el asunto de la libertad, la democracia, las elecciones, y el regreso de la normalidad política. Tales cuestionamientos directos derivaron en la que probablemente sea la primera promesa con fecha concreta que se ofreció desde el poder:

Luis Gómez W.: Usted ha dicho, según se ha publicado en los periódicos, que va a organizar un partido político. ¿Cuándo cree usted que tendremos elecciones generales?

Fidel Castro: Mire, yo estoy seguro de que tendremos elecciones generales a más tardar en un plazo de 18 meses, porque creo que el gobierno provisional no durará más de dos años, creo. Además, sobre ese espíritu fue que se pensó en la provisionalidad.

El gobierno prometía a los cubanos un modelo de país que mantendría celosamente la libertad política, intelectual y cívica del ciudadano. Una sociedad plural donde todas las voces fuesen válidas, donde la capacidad de disentir fuese la columna vertebral de la honradez democrática. Con tales palabras pocos recordaron que, pese a lo expresado, se estaba posponiendo en ocho meses el acuerdo tomado en el Manifiesto de la Sierra, que acordaba llamar a elecciones generales en el plazo de un año luego de la caída de la dictadura. Justo al cumplirse el plazo de los dieciocho meses comenzaron en Cuba las nacionalizaciones.

Este marco de defensa de la democracia y las libertades ciudadanas, sería también recalcado por Fidel el 24 de enero ante el Congreso de Venezuela, donde arroja una interesante conclusión:

Siempre los dictadores que practican la doctrina del gobierno unipersonal se valen de toda clase de argumentos para demostrar que el sistema de gobierno ideal no es el sistema de gobierno democrático, sino el sistema de gobierno absolutista que ellos implantan.

La idea de las libertades continuó siendo centro del debate y las preocupaciones entre febrero y marzo, en reuniones efectuadas con el Colegio de Arquitectos y los representantes de las Instituciones Cívicas y el Colegio Médico. A estos últimos, el 16 marzo de 1959 Fidel Castro les promete que cuando se combata con las armas de la razón, y con argumentos, el gobierno respetará celosamente ese derecho, pues:  «Para eso hemos conquistado, ustedes y nosotros, el derecho a que cada cual exprese su pensamiento libremente, escriba libremente y hable libremente». Y para afianzar la posición y desterrar la idea de métodos totalitarios les asegura: «a nadie le hemos quitado el derecho a reunirse, a criticar, a hablar y hasta a calumniar, porque hemos llegado a extremos tales en nuestro respeto a las libertades».

A ambos sectores les aseguró que en la Revolución tendrían cabida tanto la necesaria labor social que médicos, arquitectos y demás profesionales debían y podían hacer para el pueblo, como la labor privada y el derecho a la independencia profesional en lo referido a la decisión de dónde trabajar y para quiénes trabajar.

En el caso de los arquitectos fue enfático al explicar que, además de las cientos de miles de viviendas que el Estado pensaba construir para los pobres en el Este de La Habana, también se podrían seguir desarrollando obras para las clases más ricas que quisieran, y pudieran, pagar los servicios privados que ellos como profesionales brindaban hasta el momento.

1961. Nótese que donde debiera aparecer la firma del arquitecto que realiza el plano se lee: «Patria o Muerte». Comienza a diluirse la individualidad en la colectividad.

¿El futuro en el subconsciente?

El 13 de marzo de 1959, cuando se cumplían dos años del asalto al Palacio Presidencial, Fidel Castro le habló dos veces a los estudiantes universitarios. La primera de estas intervenciones en la universidad, y la segunda casi a continuación en el estadio universitario. Ambos discursos son muy interesantes por dos cuestiones: primero el contenido en ellos abordado —libertades, futuro del país, etc.—; y segundo, porque Fidel necesitaba —para asegurar el éxito de las conversaciones secretas que ya se estaban desarrollando entre el M-26-7 y el DR13—, el apoyo de los estudiantes, fuente mayoritaria en las filas del Directorio.

La mayoría de sus oyentes había luchado por cuestiones básicas como: fin de la dictadura, justicia social, rescate del civismo y futuro del país. Se habían jugado la vida por ello y podrían estar dispuestos a volverlo a hacer —como en efecto ocurrió en varios casos—, por lo que para poder contar con su apoyo eran muy importantes la contraposición entre la Cuba de Batista y la que se prometía construir, y el tratamiento que el gobierno le daría a las libertades ciudadanas.

Buena parte de sus palabras estuvieron dirigidas a mostrar «el lamentable estado de la República». Mediante el uso de recursos discursivos como anáforas, hipérboles y paráfrasis, les describió un país en ruina total, un «estado fallido» prácticamente. Si bien es cierto que la imagen que tenemos hoy de la Cuba de los años 50 está edulcorada en la mente de muchos, la descripción que verán a continuación coincide más con la realidad actual que con la de entonces (1):

«A la República hay que hacerle una operación quirúrgica, y si nos ponemos a untar mercurocromo la República se muere. Si aquí todo está al revés, si aquí todo está arruinado.  ¡Ah!, van a dar consejos para que no vayan a andar mal las cosas.  No, no, sí peor de lo que está no pueden andar de ninguna manera. Usted mira el transporte y se lo encuentra arruinado, va a los ferrocarriles y se los encuentra arruinados, va a la Compañía Cubana de Aviación y se la encuentra arruinada, va al Transporte Nacional y se lo encuentra arruinado, va a las cajas de retiro y se las encuentra arruinadas.  Todo.  Va a sacar la cuenta y deben 1 200 millones de pesos; va a informarse sobre las reservas monetarias que tiene el país y se encuentra con que las han agotado prácticamente. ¿Es que piensan que puede estar peor esto?  (...) Esto lo único que puede es salvarse, pero hundirse no puede, porque más de lo que estaba no puede hundirse».  

La descripción de un ideal común —no una promesa concreta— al que acude en distintos momentos, fue un recurso característico de su oratoria. Al ser empleado en circunstancias luctuosas lograba una identificación mayoritaria con los oyentes, máxime cuando se refería a problemas que se encontraban en el centro de las preocupaciones de su auditorio:

«Pero la libertad no es el derecho a poder hablar y a morirse de hambre, porque en definitiva el que pasa hambre no puede ni hablar, el que pasa hambre no puede ni escribir; al analfabeto no se le puede hablar de libertad de prensa, porque no sabe escribir; al que está enfermo no se le puede hablar de ninguna libertad, sino de la libertad de morirse. Para que haya libertad tiene que disponer el hombre de una serie de elementos sin los cuales no hay libertad posible.  El hombre bajo el hambre no es libre jamás:  o se vende, o claudica, o no escribe, o no habla.  Libertad no es la palabra solamente; con la palabra libertad y con la libertad que puedan dar todas las leyes no se come, no se come con libertad.  ¡Libertad con hambre no es libertad!  ¡Queremos una libertad con pan!  (APLAUSOS); queremos una libertad sin hambre, queremos una libertad sin miseria, queremos una libertad sin privilegios» (13 de marzo de 1959).

Las palabras con que Fidel Castro describiera entonces a Cuba a los estudiantes de la Colina terminaron realizándose, pero por contraposición regresan, 65 años después, para ejercer de juez ante la historia del proceso «revolucionario» cubano:

«(...) hemos vivido en una perenne contradicción de niños que abren sus libros de historia y les hablan de libertad, y les hablan de independencia, y les hablan de honradez, y les hablan de heroísmo, y los enseñan a cantar un himno, y los enseñan a saludar una bandera, y los enseñan a venerar a nuestros mártires, y al lado de la bandera se encuentran un trapo sucio, y al lado de su himno le cantan una conga politiquera, y al lado de los hombres ejemplares que hicieron la historia de la patria se encuentran los nombres de los criminales que la han gobernado, de los malversadores que la han saqueado».

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(1) Una valoración más objetiva de la Cuba de los años cincuenta escapa de los marcos de este artículo. Sugerimos consultar las Bohemias de la época, particularmente las secciones de economía, industria y “En Cuba”, así como los informes estadísticos de los distintos organismos.

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* Este texto ha sido escrito por Aries M. Cañellas Cabrera y Ernesto M. Cañellas Hernández.

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Imagen principal: Archivo Fotográfico del Ministerio de Obras Públicas / Con edición del autor del texto.

Aries M. Cañellas Cabrera

Licenciado en Filosofía e Historia. Profesor e investigador.

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