Revisando la salida dialogada para la crisis cubana…

El debate sobre las estrategias de salida para la crisis cubana y el tránsito a la democracia se intensificó desde el estallido social de julio de 2021. Varias se han considerado: por vía pacífica o violenta, por uno o varios carriles, desde arriba o desde abajo y a diversos ritmos. Propongo hacer balance revisando lo que argumenté (1, 2 y 3) aquel año sobre la pertinencia de un Diálogo Nacional (DN).

Frente a la fórmula de un DN, y a la de la clase dominante que es el continuismo en lo político con ciertas reformas económicas, se han defendido diversas propuestas: reformas graduales jurídicas, económicas y políticas —por separado o simultáneamente— a través de la lucha cívica, sectorial, con diálogos institucionales-protesta pública hasta hacer colapsar al gobierno, golpe de Estado o maniobra desde arriba, e incluso intervención extranjera.

Algunas de estas fórmulas agotaron sus posibilidades, otras se han considerado extemporáneas, o que no satisfacen expectativas amplias, no se logran concretar, o son excesivamente dilatorias y/o engañosas. Ninguna cuenta todavía con un programa contra-hegemónico para el país ni suficiente arraigo popular.  

El Partido/Gobierno/Estado no muestra voluntad ni capacidad para lidiar con la crisis sin violentar —como acostumbra— la soberanía popular. Es débil, carece de lente político, legitimidad y liderazgo, resulta manipulador, intolerante y represivo. El aferramiento al poder de la clase política es patológico, pero todavía cuenta con ciertas reservas de totalitarismo que le permiten ganar tiempo. Mientras, amplios sectores sociales —incluyendo la llamada mayoría silenciosa—, abogan por una salida transformadora real, pacífica, desde abajo  y con el menor costo social posible.

Las señales del contexto....viejas y nuevas a peor

El problema de Cuba no se resuelve con simples reformas o soluciones desde arriba. Hace años la crisis es sistémica, estructural y sin retorno. Se suman los cambios generacionales, la pérdida acelerada de las bases del consenso político y mayor quiebra del pacto social. Además de intensificarse la tensión social, la desesperanza y frustraciones, se ha transnacionalizado el conflicto.

Los factores internos que llevaron al 11-12J de 2021empeoraron y surgieron otros. De ahí la percepción de que otro estallido social —de consecuencias impredecibles— está a la vuelta de la esquina. Algunos son:   

1. Dramáticos efectos de las erráticas políticas del gobierno: expansión de la pobreza, agudos desequilibrios regionales, ancianidad a la deriva, éxodo masivo, caos demográfico y severo deterioro de salud, educación y seguridad social.

2. Incremento de la represión de todo disenso —en diversas formas e impactos— y persistencia de las protestas. Más de mil presos políticos y un estado de terror sobre familiares y sectores de la ciudadanía.

3. Las manipulaciones de la narrativa oficial son ya insultos a la inteligencia. Ejemplos: protesta en Caimanera, resultados económicos, invasión rusa a Ucrania y estadísticas demográficas del 2022.

4. Mayor impunidad e indefensión ciudadana con el reforzamiento del blindaje jurídico del Partido/Estado/Gobierno contra la soberanía popular, los derechos humanos y la Constitución.  

5. Agudización de la relación autoritaria y excluyente del Estado con la sociedad civil independiente.

6. Escalada de criminalización del disenso y estímulo del extremismo político contra organizaciones/plataformas independientes como Movimiento San Isidro (MSI), 27N, 27ENE, Articulación Plebeya, Archipiélago y Cuba Primero.

7. Los canales tradicionales de diálogo con el poder son inoperantes, están en desuso o son puestas en escena. Los del oficialismo con ciertos sectores solo han servido para condicionar/reforzar lealtades pro estatus quo.

8. Las vergonzosas posturas del gobierno en política exterior —de espaldas a la soberanía popular—, se incrementan y elevan el conflicto y los riesgos para la nación. Ejemplos: la guerra de Rusia contra Ucrania incluido el mercenarismo, o el silencio conveniente ante flagrantes violaciones de derechos humanos en Irán, China, Rusia, Venezuela o Nicaragua.

Las salidas no pueden ser las mismas

La magnitud de la crisis actual y el contexto nacional e internacional indican que las estrategias de salida no pueden ser las mismas. De ahí el fracaso de los intentos continuistas, incluidas ciertas reformas económicas que ignoran que el problema es también, y acaso en primera instancia, político.

Atendiendo a lo anterior y a las aspiraciones de las mayorías mencionadas al inicio, la opción de abrir un proceso de DN sigue siendo válida como mecanismo de resolución de conflictos y de concertación para lograr un cambio fundamental y el tránsito a la democracia.

Sería, para el mediano plazo, una opción legítima y con garantías. En tanto proceso, favorece una fase con mínimos democráticos. Esta permitiría el debate político abierto, la articulación de consensos y la libre formación de la opinión pública. Ello sería necesario si se toma en cuenta que la cubana es la dictadura más longeva y rígida del hemisferio, de matriz totalitaria y carente de estructuras de oportunidad política.  

Por otro lado, el DN es un mecanismo extra-constitucional, reconoce la institucionalidad, favorece negociaciones y garantiza la representación de todos. Permite la creación de mecanismos de autoprotección del proceso y de los derechos humanos,  los acuerdos que deriva son vinculantes y puede contar con apoyo internacional sin injerencia.

Hoy existe un fuerte atrincheramiento de actores claves frente a tal  opción. La postura más reacia, que muestra absoluta de voluntad política para dialogar con contrapartes, es la del gobierno. Sin embargo, satanizar diálogo y negociación es un sinsentido nocivo, contamina el debate y dilata más la transición.

Convengamos en que de todos modos el tránsito ocurrirá y que en general ellos transcurren con negociaciones. La cuestión es en qué contexto externo e interno se produce, qué se busca y cómo y con cuánto músculo político se llega a ese escenario.

Tres factores externos deben tenerse presentes: 1) Las diferentes condiciones del siglo XXI —no revoluciones armadas ni dictaduras militares puras y prevalencia de transiciones por vías democráticas—; 2) retrocesos democráticos y de derechos humanos aparejado de alianzas transnacionales de dictaduras;  3) intereses geopolíticos y proactivismo de China y Rusia frente a un gobierno cubano debilitado que —como parte de su estrategia para preservarse—, juega en la lógica de la Guerra Fría y en defensa de un nuevo orden imperialista

En lo interno, importan tres debilidades que se han profundizado: polarización y asimetría entre las partes en conflicto que irían al Diálogo; desesperanza y éxodo masivo, que sumados al extremismo político impiden traducir el malestar ciudadano en estrategia política para el cambio, y arraigo de una cultura no dialogante que —junto a la falta de educación cívica y cultura democrática— abonan al inmovilismo, no a la interlocución y la acción consensuada para el cambio.

Pensando en los cómo

¿Cómo allanar el camino para un DN? ¿Cómo lograr que resulte necesario y la mejor opción para todas las partes? Sugiero reflexionar en cinco líneas de acción preliminares. En otro texto profundizaré y sumaré otras:

1.- Impulsar los diálogos horizontales y la articulación de consensos al interior de cada una de las partes del conflicto.

2.- Incidir y valorar la lucha  cívica y democrática como imprescindible, como impulso político para el Diálogo y garantía de éxito. Hay retos, pero no insuperables: articulación, consensos, unidad y contrahegemonía son palabras de orden en tales contextos.

3.- Al mismo tiempo, provocar mayor quiebra del bloque dominante y aprovecharla eficazmente junto a los disensos.

4.- Examinar críticamente la experiencia internacional en tales procesos y extraer lecciones para el contexto propio.

5.- Sensibilizar a la sociedad internacional respecto a la crisis cubana y al DN como salida prioritaria, sin contaminarlo con conflictos externos, diálogos bilaterales u otras fórmulas que no abonen a él con garantías.

6.- Identificar sensibilidades al interior de las Partes que mañana irán a la mesa de Diálogo, así como el papel que podrían desempeñar algunas instituciones de la sociedad civil, como la Iglesia Católica.

Hoy peligra la nación: urge salvarla y transitar a la democracia con el menor costo social posible. Las partes en conflicto deben poner por delante al país, evaluar responsablemente el fenómeno y el papel que pueden y deben desempeñar en la solución. La sociedad internacional debería prestar mayor atención a la crisis cubana trascendiendo la narrativa oficial y potenciando la solidaridad democrática.

Los cubanos de hoy tenemos el compromiso cívico y político de reflexionar sobre las salidas pacíficas. Trabajar para alcanzar consensos que las hagan viables, incidir en nuestras debilidades internas y aportar al mejor escenario para las mayorías. Si no somos parte de la solución, lo somos del problema. Y se trata del país y un pueblo heroico y sufrido que vaga por todas partes. Mañana puede ser demasiado tarde.

***

El origen de este texto está en la ponencia «El Diálogo Nacional como opción para Cuba» preparada y presentada como parte del panel «¿Qué opciones existen para una solución a la actual crisis cubana?», para el  Congreso de NALAS, junio de 2023. Coordinador: Dr. Vegard Bye y panelistas Armando Chaguaceda, Raudiel Peña y Jorge Domínguez.

Ivette García González

Doctora en Ciencias Históricas, Profesora Titular y escritora cubana.

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