—¿Te acuerdas de aquellas salas 3D a las que llevé a mi hijo cuando era chama y que definitivamente cerraron hace algunos años?

—Claro que sí. Me invitaste una vez a ver una película sobre el Circo del Sol que me gustó muchísimo, pues me hizo rememorar los múltiples trapecios que hago con el salario para que llegue a una semana.

—Pues ayer asistí a una función en 4D.

—¿Y eso qué es?

—4D es un sistema de proyección que recrea en la sala las condiciones físicas que se ven en la pantalla, como lluvia, viento, sonidos más intensos y vibraciones en los asientos, con el objetivo de generar una mayor inmersión del público.

—Volao. ¿Y dónde abrieron la cosa?

—En la sala de mi casa. La lluvia y el viento los puso el frente frío, el sonido más intenso los vecinos de enfrente, y las vibraciones las aporté yo con el sobresalto en el sillón por lo que veía.

—Cuéntame entonces, a ver si acabo de lograr la inmersión.

—Na, que retransmitieron por la TV el programa «Desde la Presidencia», esta vez dedicado a la canasta básica, y el presidente dijo que «Los estados de opinión abarcan cuatro dimensiones fundamentales: una dimensión de tiempo: ¿por qué nos hemos demorado en dar la canasta completa?».

—¡¿Completa?!

—Imagino se refería a los diecinueve productos sobre los que habló con total sangre fría a la opinión pública internacional. Oye la segunda: «La calidad de algunos productos de la canasta».

—Ah, porque tienen calidad.

—Que es «el respeto al pueblo». Aquí te va la tercera dimensión: «La composición de la canasta. Algunos plantean que hay productos que no se dan con la misma sistematicidad o que han desaparecido de alguna manera».

—Más fácil mencionar los que no han desaparecido.

—La cuarta: «Cómo se trabaja para asegurar los productos que se garantizarán por la libreta».

—Hay un problema semiótico ahí: si «se trabaja para asegurar los productos», es precisamente porque no están garantizados.

—Cállate, que aquí el Doctor en Ciencias no eres tú. Prefiero me oigas con el mismo sentido afirmativo con que lo hacía la ministra de Comercio Interior mientras hablaba el presidente. Qué sencillez, parecía una bodeguera más.

—¿No aclaró si ya se descongelaron los lagos de Canadá?

—Tranquilo, que en cualquier momento el chícharo no llega debido al eclipse total de sol en las Cataratas del Niágara. Yo los oía y me acordaba de Murillo…

—¿De Rosario, la de Nicaragua?

—No, chico, el gordo aquel que fue jefe de la Comisión Permanente para la Implementación y Desarrollo.

—Ya. Es que gordos son todos.

—Ganó méritos para su futuro cargo con los tabacos que metía, como el de aseverar que «el valor diseñado de la canasta básica es de 1528 pesos». Hubo más de un infarto entre quienes cuestionaron tal nivel de detalle y se preguntaron qué coño significaban los 28 pesos restantes.

—En Cuba equivalen a la compra de más de cien litros de leche.

—Deja la pulla. Murillo decía que «los precios minoristas van a crecer mucho menos que los ingresos, y bajo esa decisión se aprobó la Tarea Ordenamiento y la reforma salarial». Luego sucedió todo lo contrario, el tipo no pagó por el embuste, y se fue tranquilo sin que al menos le mandaran otra tarea para la casa.

—¿Insinúas que el primer secretario es un embustero?

—Nooo, qué vaaa… Es que si nos remitimos al país de los volcanes, «la canasta básica consta de alimentos (carnes, lácteos, huevos…), bienes del hogar…

—«Males» le llamamos en Cuba.

—…y vestuario». Aquí se distribuía este último con otra libretica, ¿recuerdas? Vaya, que uno se queda pensando que el Gobierno juega con nosotros.

—Esa sentencia es muy seria, asere.

—Tómala en sentido lúdico. Piensa en los juguetes de antaño, que eran tres: un básico, un no básico y un adicional. Cualquier día, igual en un programa en 4D, nos desayunan con que los alimentos han pasado a ser adicionales.

***

Caricatura: Wimar Verdecia / CXC.

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